En la lupa
López Obrador lo ha dicho en varias ocasiones: La política es elegir entre inconvenientes. Palabras más, palabras menos, lo que dice el Presidente es que, así como sucede en la vida misma, de toda decisión siempre existirán afectados, problemas a resolver y costos que pagar. Lo que sí, es que en política los adversarios buscarán siempre maximizar los negativos y minimizar los triunfos, “meter el pie” e incluso, algo muy propio de la política mexicana, sabotear los planes del Gobierno en turno aunque estos sean positivos para la sociedad. No es algo nuevo ni propio del actual contexto nacional, pero cada vez es más evidente. Desconozco si el desabasto de gasolina en estos días obedece o no directamente al combate que ha emprendido el Gobierno federal contra el saqueo a Pemex vía el robo de combustibles, lo que es una realidad es que hay a quienes les es muy redituable generar pánico entre la población y con ello se susciten aún más problemas. Como sea, sostengo en que me parece un jonrón haber puesto al descubierto y frenado esta práctica desde donde algunos seguramente amasaron grandes fortunas. Al igual que muchos mexicanos quisiera ver tras las rejas a los culpables de este y otros casos de corrupción. La Estafa Maestra, la Operación Safiro y múltiples esquemas y redes de corrupción que utilizó el viejo régimen para robar indiscriminadamente. Con razón querían evitar un cambio de régimen. Y ante esta realidad ahora entiendo el escepticismo respecto de los esquemas institucionales que hemos diseñado para combatir la corrupción: De poco sirven los sistemas anticorrupción si se pierden en las mareas de competencias, capturas políticas y leyes que son permisivas o que, en el mejor de los casos, no pasa de un escándalo mediático o una sentencia de risa. Ahí está Javier Duarte como uno de los ejemplos más absurdos. Se vale preguntar: ¿De qué sirve pues que tengamos estructuras institucionales coordinadas para combatir la corrupción si los verdaderos negocios operan en otra dimensión y con las complicidades del mayor nivel político? Si la captura era un mal que se veía venir, pero creíamos curable con el tiempo, ¿cómo hubiera podido un sistema anticorrupción, por más libre que fuere, detectar una mega operación como el saqueo a Pemex?, imposible. Sirva entonces esta columna para reconocer mi error de haberle puesto tanta fe a un diseño institucional que, por más perfecto que pudiera ser en el papel (y por más transparente que fuera en sus procedimientos), simplemente no funcionaría frente a este tipo de operaciones. Las importantes. De nuevo hicimos reglas y estructuras innovadoras que terminan siendo inoperantes en realidades de la prehistoria. Especialmente porque los verdaderos delincuentes eran los del poder. Me es importante dejar claro que con esto no estoy diciendo que prefiero a que no exista ningún sistema anticorrupción, sino que bien vale la pena pensar en darles una muy buena sacudida para desprenderlos de las capturas, de absurdos y de ataduras normativas que simplemente les impide cumplir con su labor. A ese nivel, me dejó impresionado el tamaño del fraude a México en el caso del robo de combustible. No he terminado de hacer las cuentas, pero anualmente dejaban de ingresar a las arcas públicas recursos suficientes como para construir y sostener nuevos hospitales de especialidades en todas las entidades federativas, múltiples clínicas, dejar atrás problemas de abasto de medicamentos o resolver muchos de los otros problemas que sufre la población en el día a día. La semana próxima le presentaré algunos cálculos pero podemos pensar que en el sexenio de Enrique Peña Nieto se pudieron haber robado unos 360 mil millones de pesos solamente en robar gasolina y diesel. Saquearon Pemex y con eso nos saquearon a todas y todos. Sumando la Estafa Maestra, la Operación Safiro y demás escándalos de corrupción, podremos contabilizar un aproximado de qué pudo hacer México con esos miles de millones que, o se robaron o desviaron a campañas, o lo que sea, pero que dejó de llegar a la gente e hizo de México prácticamente un País inviable. Así que, de entre todo el panorama, que existan fallas en la distribución de combustible es, a mi parecer, un mal menor. Un inconveniente que puede resolverse y sortearse de múltiples formas. Mi opinión.
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