De Política y Cosas Peores
Voy a contar este día una historieta de color subido. En lo que va del año ningún cuento aparecido aquí ha tenido tan alta dosis de sicalipsis, es decir, de malicia sexual o picardía erótica. Leyó esa narración el señor Calvínez, secretario perpetuo de la Liga de la Decencia, y al terminar la lectura le apareció en la piel un eritema pelagroide con exfoliación epidérmica y psilosis pigmentosa. De inmediato su señora le aplicó fomentos de agua de Alibour y cataplasmas saturninas, pero de nada sirvió ese tratamiento y el señor Calvínez hubo de ser internado con urgencia en una clínica. Ahí sigue hasta hoy, poseído por una grave melancolía estupurosa, indiferente a todo lo que le rodea. Ni siquiera lo sacó de su marasmo un ramo de flores que recibió con un breve mensaje en el cual su secretaria le daba la buena noticia de que los empleados de su oficina habían acordado por mayoría de votos -siete contra seis- desearle que se restableciera. Lean mis cuatro lectores, bajo su propio riesgo, el mencionado chascarrillo. Viene al final de esta columna... ¡Cuán generosa gente es la hidrotermopolitana! Así, “hidrotermopolitana”, decía un altílocuo señor que se debe llamar a la gente nacida o avecindada en esa hermosa ciudad de México que es Aguascalientes. Estuve ahí enviado por mi querida casa editorial, Diana, Grupo Planeta, para presentar mi libro “La otra historia de México. Juárez y Maximiliano. La roca y el ensueño”. Más de 50 mil ejemplares se han vendido de esa obra y una nueva reimpresión de 15 mil acaba de salir. Vivo en permanente estado catatónico, pues no me explico el éxito monumental del libro. Mis sabios editores dicen que ese buen suceso se debe a la sed de verdad que ahora, con los nuevos tiempos, sienten los mexicanos, ansiosos de conocer otro relato histórico distinto al mentiroso que nos endilgaron durante muchos años los otrora dueños del País. El caso es que los aguascalentenses llenaron el recinto de la Casa de la Cultura donde se hizo la presentación del libro; aplaudieron puestos en pie mi participación y por casi dos horas formaron larga fila a fin de que les firmara la obra. Dice una manida frase: “No tengo palabras...”. Yo tengo tres para mis cordiales y generosos lectores en Aguascalientes: “¡Gracias, gracias, gracias!”... A aquella artista de madura edad le dicen “El libro de Matemáticas”. Está llena de operaciones... Moskowitz y Goldstein se encontraron en una calle de Nueva York. “Amigo mío -le dice Moskowitz a Goldstein-. Sentí mucho lo del incendio ayer de tu taller de costura”. “Oy, oy, oy! -le impone silencio Goldstein con alarma-. ¡El incendio no fue ayer! ¡Es mañana!”... En la playa de moda el severo genitor le reclama al galancete: “¿Cómo se atrevió usted anoche a besar a mi hija?”. “Señor -responde el mozalbete-. Eso mismo me pregunté cuando la vi hoy por la mañana”... Y ahora he aquí el tremebundo cuento rojo que anuncié. Ese relato, dije, toca el extremo de la escabrosidad, motivo por el cual las personas de moral estricta deben abstenerse de leerlo... Un hombre de cierta edad se casó con una dama que había tenido ya tres matrimonios. La noche de bodas ella le dijo, ruborosa: “Otonio: Te ruego que actúes con delicadeza al consumar la relación. Has de saber que soy doncella”. “¿Virgen tú? -se asombró el flamante novio. ¿Cómo es posible eso, si antes que yo has tenido tres maridos?”. “Es cierto -reconoció ella-. Pero permíteme explicarte. Mi primer esposo era ginecólogo: Lo único que hacía era mirar aquello. Mi segundo marido era siquiatra: Lo único que hacía era hablar de aquello. Y mi tercer esposo era un coleccionista de estampillas postales que se pasaba todo el tiempo pegando timbres en su álbum. Y ése lo único que hacía era... ¡Caray, cómo lo extraño!”... (No le entendí)... FIN. Catón es Lic. en Derecho y en Lengua y Literatura Españolas/cronista de Saltillo.
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí