Criterio
Como en años anteriores, hablaremos en este espacio algo que de alguna manera se identifique con la Pasión y Muerte sufridas por Cristo, punto de interés prácticamente general toda vez que la gran mayoría de los que poblamos esta esquina del País nos consideramos cristianos. En esta ocasión veremos algunos aspectos relacionados con el sufrimiento en general, un tanto desde una visión existencialista y a la vez personalista. Pongámonos de acuerdo con el significado de “sufrimiento”: El diccionario de la RAE lo define como “padecimiento, dolor o pena”, y podríamos añadir que el sufrimiento es una experiencia personal molesta y desagradable. La pregunta que salta a continuación es si el sufrimiento es algo bueno o malo, no precisamente desde el punto de vista ético o moral, sino más bien en términos de ser conveniente o inconveniente, positivo o negativo, y, más aún, si concretamente es algo útil o de plano siempre inútil. Lo primero en este sentido es admitir que todos, absolutamente todos los seres humanos, sufriremos. Tarde o temprano, poco o mucho, con mayor o menor frecuencia, pero el sufrimiento es inevitablemente parte de nuestra vida. Así hagamos todo por no sufrir o porque los nuestros nunca sufran, será de antemano una lucha con pocas o muchas batallas perdidas. Y si es algo que de cualquier manera habremos de experimentar en nuestras vidas, entonces más que una lucha con la esperanza de ganar el 100% de sus batallas se tratará de preguntarnos si habrá manera de aprovechar el sufrimiento. La cuestión no es tanto si voy o no a sufrir sino más bien se trata de cómo aprovechar el sufrimiento, el dolor, las penas. Una primera instancia de aprovechar el sufrimiento en propio beneficio es ver cómo en el caso de muchas personas precisamente al haber atravesado por alguna pena o dolor corporal o moral se dan cuenta con más claridad de su propia existencia, como si el dolor viniera a despertarlas, a removerlas de una vida “simplemente instalada” y fue precisamente al experimentar tal o cual sufrimiento que “abrieron los ojos” al exterior y con frecuencia también a su interior y así conocerse mejor. Se dice, con buena razón, que el sufrimiento zarandea la vida “autentificándola”, algo así como si la persona se descubriera al decirse a sí misma “sufro, luego existo”. Esta es pues una ventaja que puede obtenerse del propio dolor y que manifiesta, pues, que el dolor sí se puede aprovechar y sacarle algo positivo. Otra experiencia frecuente es que las penas y dolores promueven el crecimiento y la maduración afectiva de no pocas personas. A partir de tal experiencia podremos ver que el dolor no es simplemente un “sinsentido”, una experiencia siempre inútil o simplemente un “negativo inevitable”. Si vemos este asunto con más profundidad -o mejor dicho con más sabiduría, no la del erudito sino la del que tiene en orden la visión de sí mismo y de las demás cosas- podemos entender por qué cuando la persona tiene un motivo o propósito claro para su vida, es decir, cuando las cosas y sucesos tienen para ella un sentido, entonces aceptará y aprovechará mejor los sufrimientos, penas o dolores. Esto no es una sugerencia de un palabrero cualquiera, nomás mencionar que nada menos el filósofo alemán Immanuel Kant (siglo XVIII) en unas cuantas palabras se manifestó elocuentemente al respecto: “Cuando un hombre tiene un por qué vivir, soporta cualquier cómo”. Procurar el sufrimiento por el sufrimiento mismo es masoquismo, pero por más escandaloso que parezca, aceptar y aprovechar el sufrimiento es prácticamente una condición para crecer uno mismo y hacer crecer a los demás.
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