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Beligerancia declarativa

La diaria práctica de mentir, negar, atacar y ofuscar establecida durante la administración anterior continua como una mala copia, ahora con talante autoritario, sin locuacidad y gracia.

Óscar Serrato

Cascabel

Heidegger postulaba que “el leguaje es la morada del ser”. En la actualidad, donde al hablar y escribir textos en redes se desarrolla el “estilo personal de gobernar”, encuentro cada día mas expuestos en su “ser” a quienes gobiernan. No pueden ocultarse mucho menos escaparse de su propia retórica por mas que sus maquinarias de propaganda trate de ocultarlos. Un contrasentido que supera la razón, quienes han centrado sus esfuerzos en desmantelar los mecanismos de transparencia sobre el quehacer publico, llegando a absurdas y ridículas reservas de información por “seguridad nacional”, diariamente salen a exhibirse por lo que son.

La diaria práctica de mentir, negar, atacar y ofuscar establecida durante la administración anterior continua como una mala copia, ahora con talante autoritario, sin locuacidad y gracia. Se les escapa la noción de que el lenguaje del poder debe ser veraz, preciso, cuidadoso y fundamentado, lo que generan sus palabras tiene consecuencias. No hay acto mas cobarde que afirmar la inocencia de su hablar. La historia y congruencia de quienes gobiernan no se puede evadir, su lenguaje tal como lo postulaba Nietzsche se ha convertido en “una prisión de la cual no pueden escapar”.

El hacerse cargo de sus palabras al comunicase a una audiencia amplia conlleva responsabilidad. Existe un compromiso de veracidad, competencia, alcance, temporalidad y pertinencia. El negar la intencionalidad de lo dicho, constituye negar su ser. Mark Twain tenia razón: “Es mejor mantener la boca cerrada y parecer tonto que abrirla y disipar la duda”.

La afirmación de Sheinbaum negando que su llamando a “movilizar” esté de alguna forma relacionado con las protestas en Los Ángeles es un claro ejemplo de las consecuencias de un desafortunado uso del lenguaje. En la traducción y contexto se pierde su mensaje. Su historia, antecedentes de su movimiento y declaraciones de sus cercanos correligionarios hacen que su intencionalidad, por más benigna que esta haya sido, se interprete de forma distinta. Un gobernante no sólo tiene que hacerse cargo de lo que dice, también tiene que hacerlo de la interpretación de sus palabras y actos. La mejor forma de dirigir es el ejemplo. La sobreexposición de la Presidenta en un ejercicio de Gobierno diseñado para su antecesor debería de cesar, por su bien y por el bien de todos. Quod natura non dat, Salmantica non præstat.

El reciente llamado de Durazo Montaño a sus colaboradores exhortándolos a que se dediquen a trabajar y no se distraigan, contrasta con su actuar como presidente del consejo de Morena, la congruencia nuevamente ausente en su hablar. De reconocer la búsqueda de actualizar Plan Estatal de Desarrollo, aceptar el fracaso es valiente e indispensable para corregir rumbo, esperemos y deseamos éxitos en los años de gestión restantes.

En el incesante ruido que se genera por los dislates declarativos se pierde lo fundamental. La economía de México está o encamina a una recesión. Las finanzas públicas se encuentran gravemente deterioradas consecuencia del irresponsable ejercicio de gasto público y endeudamiento. Enfrentamos escenario recesivo, agravado por empecinado despliegue de recursos para apuntalar proyectos y programas heredados, así como inminentes repercusiones de los conflictos de otras latitudes.

La conversación de posibilidades en torno al destino común que nos une no se está dando. Me gustaría soñar que todos deseamos una economía de mercado creciente, capaz de generar dentro de la economía formal empleos bien remunerados; con un Estado responsable, en control del territorio nacional, brindando seguridad y justicia. Si la economía no crece y si quienes gobiernan no están dispuestos a abandonar lo que evidentemente no funciona, estaríamos en el umbral de nuevamente enfrentar “generaciones perdidas”. Educación y salud requieren de un despliegue extraordinario de recursos para corregir los efectos de erradas políticas públicas de los últimos años y fincar bases de sistemas funcionales que permitan a México estar a la par de países desarrollados.

La apuesta cuatroteísta al estatismo, donde consideran que con repetir “vamos bien”, que el gasto e inversión pública por sí solos mueven la economía y la inversión privada se dará gracias a sus conversaciones con un pequeño grupo de empresarios replicando el anquilosado modelo de “capitalismo de compadres”, al igual que en otras ocasiones, fracasará. Sin duda alguna sí tienen la capacidad de generar riqueza privada mediante la expoliación del patrimonio público en beneficio de unos cuantos vástagos, familiares, cuates y cómplices. La tradición de privatizar utilidades, socializando pérdidas, pervive.

Estatismo que tiene en quiebra a Pemex y CFE, allende de las repercusiones en el presupuesto federal, comprometen futuro inmediato y posibilidades de crecimiento. El suministro de electricidad existente se encuentra con poco margen de seguridad, la generación y red de transmisión son limitantes para poder crecer. Pemex debe de redefinir plan de negocios para estabilizar sus finanzas, insostenible continuar así dado sus pasivos, pérdidas operativas y necesidades de inversión.

Por nuestra parte como observadores y actores urge una escucha activa en busca de posibilidades, que el fantasma de la desesperanza ante la beligerancia declarativa de quienes se niegan a gobernar para todos no afecte nuestro estado de ánimo. Que el futuro no nos sorprenda como advertía John Greenleaf Whittier: “De todas las palabras tristes, dichas o escritas, las más tristes son estas: ‘Podría haber sido’”.

Óscar F. Serrato Félix es padre de tres, ciudadano, empresario, analista y optimista.

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