¡Un regalo de vida! Con sus órganos Mía salvó a 5 niños
Mía Margarita de 14 años, se desvaneció en la escuela y ya no despertó; su mamá le dijo: “Te entrego a Dios.”
Mía Margarita dio vida y esperanza a cinco niños, y ayudó a muchos más con la donación de sus órganos
HERMOSILLO, Sonora.- “Le dije cuánto la amaba, que me sentía orgullosa de ella por lo que iba a hacer y si ella ya había terminado en esta tierra, era sólo su cuerpo, pero que se iba a quedar su energía aquí y que iba a quedar en cinco niños y gracias a ella, esos niños iban a tener una esperanza de vida”. Así le dijo adiós Norma Margarita Ibarra a su hija, de 14 años.
Apenas unas horas antes había firmado los papeles para que todos los órganos con los que su hija pudiera dar vida fueran donados. Doloroso, sí, pero no duda que fue la mejor decisión.
¿QUÉ FUE LO QUE LE PASÓ A MÍA?
Mía Margarita se desvaneció en la escuela, cuando jugaba a correr, padecía el Síndrome del QT Largo, una condición cardiaca silenciosa, difícil de detectar. Desde temprano su mamá sintió que ese 27 de septiembre de 2023 no sería un buen día, y comentó en su trabajo que tenía un mal presentimiento.
Eso es una descarga eléctrica fulminante en el cuerpo, en el corazoncito, o sea que hay tres tipos y el de la niña era la Etapa 3, que es el de la muerte súbita que es asintomático, o tuvo las arritmias, pero tal vez las tuvo dormida, que eso por lo general pasa cuando están dormidos o en el caso de mi hija cuando hacen algún deporte”, comentó Margarita.
Los recuerdos de ese día están en la mente de Norma tan frescos como si todo hubiera ocurrido ayer, la hora, quién le llamó para avisarle, cómo se fue, lo que pensó y cómo se sintió.
Un día después del Día Nacional de la Donación de Órganos, que es el 26 de septiembre, a las 18:36 horas sonó su teléfono para avisarle que su hija se había caído y fue a la escuela.
La vio en la camilla, con sus ojos abiertos y pupila cerrada. De inmediato pensó: “Mi hija está muerta”.
Subió a la ambulancia, no le sentía el pulso. Le cortaron la ropa para seguir con el RCP, ella ayudó a ponerle la mascarilla de oxígeno y vio cómo usaban el desfibrilador, pero sin resultados.
Yo nomás le puse la mano en el hombro y empecé a orar por ella y fue todo”, añade.
Cuando entró a verla a Urgencias en la Clínica 14 del IMSS estaba intubada y el doctor le dijo que ya se encontraba estable, pero habría que ver cómo reaccionaba, pues aunque la veía bien, estaba la posibilidad de un daño cerebral.
SIN MEJORÍA
Los días transcurrían lento para la familia en espera de buenas noticias. Margarita hablaba con su hija y le decía quiénes estaban afuera o habían preguntado por ella.
“Le hablaba y yo nada más miraba que le corría una lagrimita, (señal de) que sí me escucha y le agarraba la mano y yo sentía energía de ella, como si me la quisiera apretar pero no podía. Y dije yo, ay no puede ser, que mi hija esté atrapada en este cuerpo”, recuerda.
Mía fue ingresada un miércoles y para el domingo le quitarían los sedantes con la esperanza de que reaccionara.
“Pensé que iba a entrar y que la iba a ver moviéndose o algo”, añade. Le pareció extraño y preguntó a la doctora, quien le dijo que en efecto se los habían quitado, pero el corazón volvió a fallar.
Hablaba con la niña y yo le decía: Dios está contigo hija, yo te entrego con Él y se haga la voluntad de Él no la mía, porque la mía pues, es que mi hija se quedara”.
“El corazón de una madre no nos miente”, asegura Margarita con la voz entrecortada. “Es que el corazón de una madre no miente, desde el momento que vi a mi hija, yo ya sabía que la niña ya no iba a salir de ahí, cuando la vi por primera vez en el patio”.
Ese domingo un neurocirujano habló con ella, fue claro y directo: No hay mucho qué hacer.
Podían operarla, abrirle el cráneo para que el cerebro se desinflamara, pero sus posibilidades eran que tuviera un infarto cerebral, quedara en estado vegetativo o presentara una muerte cerebral.
Margarita ya no quería verla sufrir. Venían a su mente los recuerdos de su hija, cómo era feliz jugando, su buen carácter, su alegría, una niña que amaba el deporte, que amaba la vida.
Todavía estaba fresco en su mente el recuerdo de su cumpleaños 12, cuando celebró con una fiesta de BTS, su grupo favorito en ese entonces. Los siguientes cumpleaños. Todo era alegría, por eso no la imaginaba atrapada en un cuerpo que ya no le respondía.
Yo no la quiero ahí conectada a los aparatos, quería meterse al tochito (futbol americano para niñas), se la lleva correteando, a ella le gustaba mucho corretear... era muy alta”. “Quería saber de repostería, luego (quería ser) maquillista…”.
LA DECISIÓN
El médico le dijo que había que esperar y al día siguiente, un lunes, le harían un estudio para evaluar su situación y que, si la niña tenía daño cerebral estaba la opción de donar sus órganos.
Cuando le dijeron de la donación, ella dijo que sí, sin dudarlo. ¿Está segura? Recuerda que le preguntaron y su respuesta fue: Segura. Entró de nuevo a ver a su hija.
Voy a donar tus órganos bebé, así le decía, le decía bebé”. Vio una lágrima correr por el rostro de su hija y esa fue su señal. “Yo te dejo ser libre, que te vayas al lado de mi mamá”.
“Todos te preguntan ¿segura? porque dicen que son muy poquitas, las personas que quieren donar (...) desde que tengo mi primer licencia de conducir de los 18 años, puse que soy donadora voluntaria, para ayudar a otros.
(Yo siempre les he dicho, si yo me muero ahorita o en el tiempo que me muera y mis órganos se pueden donar, ustedes no la piensen y donen para ayudar a otras personas, porque el cuerpo es materia y ahí se va a desintegrar”.
“Tengo conocidos que por falta de un órgano de un riñón, principalmente la mayoría es por riñones, que se han muerto, o que ahí están en lista de espera”, comenta. El médico le explicó el proceso a seguir.
“Le vamos a hacer primero que nada el estudio a la niña me dijo, si sigue habiendo fluido en su cerebro, sigue conectada, si no hay fluido se va a declarar con muerte cerebral”, le dijo. Fue declarada con muerte cerebral el lunes 2 de octubre.
“Obviamente lloré y me puse así, un poquito mal, pero consciente, ya cuando me dijo de la donación, firmé un papel y en el papel te preguntan qué es lo que deseas donar”, relata.
Decidió que se donara todo con lo que su pequeño ángel pudiera ayudar a alguien más. Le explicaron que el hueso, el del fémur, el más grande y resistente, es para niños con cáncer. Los tendones se usan en los pequeños que nacen con parálisis cerebral, porque tienen las manitas encogidas y el tendón no se les desarrolla, pero con un injerto sus manitas las pueden tener en una posición normal.
EL PROCESO
El hígado de Mía fue para un niño de 5 años, en Monterrey; las córneas para dos niños, a Torreón, Coahuila; los riñones para un niño del Hospital La Raza y otro del Hospital Siglo 21. El hueso y los tendones se fueron al Banco de Huesos y Tejidos en Monterrey. Ahí se quedan y se envían a donde se requieran.
“Yo se lo dije. Sí, yo me acerqué y le dije, que yo la dejaba ir porque la amaba tanto que no quería verla sufrir una cama. ‘Tu mamá te ama’, le dije, ‘y no quiere verte postrada en esta cama atrapada en un cuerpo… porque debe ser una impotencia estar atrapada y escuchar todo y no poder hacer nada’”.
Le dije que iba a donar sus órganos y que ella le iba a dar vida a cinco niños. Y yo miraba cómo le corrieron sus lágrimas. Y ya le dije: Yo te entrego a Dios”.
Al momento de llevarla al quirófano fue a despedirse, vio a dos médicos llorar, el pasillo, mucha gente, los aplausos. Le dio un beso a Mía, se despidió, le dio su bendición. El último adiós.
PASO A PASO
Conforme se desarrolla la cirugía el médico le informa cada paso de los órganos que se retiran y a dónde van. Aunque no es posible saber quién los recibe le llegó un hermoso regalo que aún conserva en su celular: La cartita de la mamá de un niño que recibió un riñón de su hija.
Dándome el agradecimiento y que gracias a personas como yo, su hijo vuelve a tener esperanzas de vida, cuando pues ya habían perdido la fe, esa cartita para mí fue una bendición”, expresa conmovida.
“Invito a que si pueden donar órganos de sus familiares, que ya se van que lo hagan, porque yo me siento bien de saber que mi hija ayudó a cinco niños.
Me preguntan si fue muy difícil tomar esa decisión para mí. No, porque ya me dijeron que mi hija tenía muerte y cerebral”.
El funeral estuvo lleno del espíritu de Mía. Sus compañeritos de la escuela le dieron el último adiós, hicieron un último pase de lista antes de sepultarla. Llevaba una coronita de princesa, su hermoso vestido de quince años y los accesorios plateados que tanto quería.
FESTEJAN SU CUMPLEAÑOS COMO QUINCEAÑERA
En su cumpleaños, el 6 de abril, le festejaron como si hubiera sido su quinceañera, fue un sacerdote, estaba rodeada de mucha gente que la quiso y hubo música, tal como ella lo soñaba.
A once meses de la partida de Mía, su mamá continúa viviendo su duelo, con altibajos, pero tiene otros dos amores: Sus hijos Ángel Ricardo, de 21 años e Itzi, la pequeña de la casa, con 10 años de edad. Están en vigilancia médica, pues el Síndrome del QT Largo es una condición hereditaria.
A pesar de que físicamente Mía Margarita no está, ella no tiene dudas de que su energía no la abandona, que la acompaña de otras formas en cada paso que da y que donde se encuentra es libre y muy feliz, porque el corazón de una madre, nunca se equivoca.
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