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El Imparcial / Hermosillo / Testimonios de la Pandemia

En primera persona: “Pierdes totalmente el control; yo estaba muy asustado”

Cuando el Covid se apoderó del cuerpo de Antonio, lo hundió en un abismo de terror del que pensó que nunca saldría(En primera persona: Testimonios de la Pandemia)

TESTIMONIO DE ANTONIO SÁNCHEZ MELO, PERIODISTA SONORENSE.

El primer síntoma que tuve fue de gripe más que nada. Cómo me cuidaba mucho, nunca pensé que fuera Covid, pero antes había hecho un viaje al Desemboque para cubrir el nacimiento de tortugas, siendo ese, de hecho, mi primer trabajo en toda la cuarentena.

Al regresar comencé a sentir un poco de tos, pero como habíamos dormido en la playa yo pensé que era un simple resfriado.

Recuerdo que eso fue un viernes... para el lunes ya empecé a sentirme muy cansado, a tener tos más fuerte, un poco de calentura y escurrimiento nasal, pero sobre todo mucho dolor en los brazos y la espalda, por lo que comencé a sentirme preocupado.

Le dije a Elia, mi esposa: ‘Vamos a hacernos la prueba’, y me fui a un Centro Centinela, donde me hicieron la prueba del hisopo, pero me dijeron que me darían los resultados hasta la siguiente semana.

En ese momento decidí mejor ir a un laboratorio privado, porque la verdad era mucha la incertidumbre. Y sí, al día siguiente ya tenía el positivo en mis manos.

Para entonces ya estaba yo en mi casa, en otra recámara, pero la verdad es que sí es un poco difícil aislarse totalmente en la misma casa, por lo que también estuvieron expuestas mi esposa y mi hija.

El Imparcial: imagen de artículo

TEMOR EXTREMO

En esos días no sabía muy bien qué onda... me sentía tan mal que no quería siquiera ver la tele.

Mi esposa me decía que me distrajera y no pensará en la enfermedad, pero mi ánimo estaba muy por debajo: Me encontraba aterrado, estresado, sobre todo porque soy obeso, hipertenso y pre diabético, entonces creo que eso influyó mucho en mi miedo.

Pasaron los días, no recuerdo bien cuántos, porque la verdad perdí la noción del tiempo, pero una tarde me tomé la oxigenación y empecé a ver cómo bajaban los números...

En ese momento recuerdo que me fui a la oficina e intenté sacar los pendientes que tenía en ese momento, como pagar el Internet, la luz, el teléfono, no sé... pienso que sentía que debía proteger a mi familia al menos con eso.

Después llegué con Elia y le dije: “¿Sabes qué? Mi saturación está por debajo de 90 y sé que tengo que ir al hospital”.

SIN DECIR ADIÓS

No recuerdo que pasó claramente en ese momento, si iba mi hija en el carro, si manejó Elia o yo... lo único que recuerdo es que llegamos a urgencias, que estaba muy asustado y que cuando llegué les dije que tenía Covid, que estaba desaturando y que requería una revisión médica.

En ese momento me pasan a una valoración y el doctor me dice: ‘Tienes Covid, estás muy mal, tienes mala condición y te vamos a tener que ingresar’.

Mi esposa ya estaba afuera, mi hija ya estaba afuera, no me pude despedir de ellas.

Se te cae el mundo porque no sabes si vas a salir de ahí y no te pudiste despedir de las personas más importantes en tu vida.

Desde ahí pierdes totalmente el control: Te suben a una silla de ruedas y escuchas en los pasillos del hospital una grabación que anuncia el “Código Centinela”. Escuchar eso y ver cómo todo se detiene y se apartan de ti para que pases fue impresionante, para mí fue muy difícil, la verdad.

De ahí yo no sé qué pasó durante muchas horas. Sé que me llevan a un área Covid donde estoy yo solo y me ponen oxígeno en puntas y con algo que llaman “mascarilla de alto flujo”.

Después de dos o tres días llega un doctor, se presenta conmigo y me dice: ‘No estás respondiendo, al contrario te estás poniendo peor. Te vamos a llevar a terapia intensiva y lo más seguro es que te tenga que intubar”.

“ME VOY A MORIR”

En ese momento yo la verdad pensé: “De aquí ya no salgo, me voy a morir”.

Fue una serie de emociones muy fuertes, iba con pánico, más cuando entras y ves una sala con muchos aparatos, luces y mangueras.

Yo creo que iba un poco sedado, pero recuerdo que ahí me explican lo que puede suceder y me hacen un intento más con una máscara de alto flujo, pero después me dijeron que no funcionaba y que seguía la intubación.

Yo estaba muy asustado y lo primero que pedí fue hablar con mi esposa y despedirme de mi familia.

Una enfermera, de quien no recuerdo el nombre, me prestó su teléfono y me dejó marcarle a mi esposa.

Le llamo a Elia y le pido que ponga a grabar el teléfono. Entonces le dije a mis papás que les agradecía por todo; le pedí a mi mamá que rezara por mí y a mi papá que levantara el puño, porque cuando estaba chiquito y me enfermaba él me decía que levantara el puño con fuerza, pero esta vez yo no podía hacerlo.

A mi esposa le dije que la amaba, le pedí perdón por lo que pude haber hecho, que cuidara a mi hija y la sacara adelante. Y a mi hija le dije que como papá siempre quise estar con ella para llevarla de la mano hasta que fuera grande... le pedí perdón por eso y le dije que era lo más hermoso en mi vida.

OTRA OPORTUNIDAD

En ese momento, recuerdo, llegó un sacerdote a la sala de cuidados intensivos. Me preguntó si quería rezar y le dije que sí. Para mí eso fue una señal de que Dios estaba conmigo: Le dije que me ponía en sus manos y que aceptaba lo que Él decidiera.

Ese es el último recuerdo que tengo en mi mente antes de ser intubado; después me dormí. Así estuve 23 días, dormido, sin saber todo lo que pasaba aquí. Afortunadamente pude salir, con secuelas, algunas complicaciones en mi cuerpo, pero muy agradecido de poder estar con mi esposa, con mi hija y con mis padres en otra oportunidad de vida.

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