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El Imparcial / Hermosillo / Sentenciados

Sentenciados: Golpean burlas la mente de Carlos

De niño, Carlos sufrió una cardiopatía que llevó a su madre a extremar sus cuidados hacia él, por lo que se volvió introvertido y de baja autoestima, actitudes que conservó hasta su juventud.

El divorcio de sus padres, cuando él apenas vivía su niñez, también lo perturbó. Este hecho hizo que terminara por definir su forma de ser, pero, pese a que él se sentía inferior, logró conformar un grupo de amigos en su colonia y en la escuela.

Entre esas amistades se encontraba Juan, un joven que entrenaba boxeo, de 18 años de edad, apenas un año menor que Carlos, quien contaba con 19 años. No eran los mejores amigos, lo eran ocasionalmete y basaban su camaradería en hacerse ambos “carrilla”.

Los dos eran estudiantes, vivían con sus familias en colonias de clase media de Ciudad Obregón, realizaban actividades que hacen los jóvenes de su edad, como practicar deporte, jugar videojuegos, platicar con amigos e ir a fiestas.

La relación entre Juan y Carlos era buena de inicio, pero de chistes y bromas pasó a propinarse golpes “jugando”, que para el resto de sus amigos no pasaban desapercibidos. De este modo la relación tomó un rumbo diferente, pues Juan empezó a golpear más seguido a Carlos, ya en un tono de burla.

La incapacidad de adaptación de Carlos y su sentimiento de inferioridad llevaron a Juan, diestro para los golpes dado que era boxeador, a abusar de su superioridad.

En varias ocasiones le golpeó en la ceja, en la boca y en otras partes del cuerpo; pese a ello, conservaban la amistad, pues aunque no le pegaba, Carlos también le hacía "bromas”; el hecho era conocido por sus amigos, quienes aceptaban que se llevaran así.

Una noche calurosa, casi a finales del mes de junio, una de las muchachas de la colonia donde vivía Carlos realizó la “pastelada” de su fiesta de 15 años que había tenido lugar un día antes. Era un jueves, en la casa de la chica comieron pastel y hubo carne asada.

Alrededor de las 10:30 de la noche ya la mayoría de los asistentes se habían retirado. Se habían formado dos grupos de jóvenes distintos, en uno estaba Juan, en el otro Carlos, pero al final ambos grupos de amigos se unieron.

Juan comenzó a hacerle bromas pesadas a Carlos y ambos comenzaron a discutir por algo sin sentido. De pronto Juan se puso de pie, se dirigió al joven y le propinó un golpe en la cara, por lo que comenzaron a pelear.

En la reunión estaban también Agustín, Marcos y Óscar, entre otros muchachos, integrantes todos del grupo de amigos, quienes, como una forma de parar el pleito, decidieron llevar a Carlos a su casa para que no hubiera más problemas.

Pero Carlos no estaba conforme. Tanto él como sus amigos habían estado bebiendo alcohol y eso lo alteró un poco. Algo en la mente del muchacho le decía que debía regresar a la fiesta a saldar cuentas con Juan.

Juan vivía a unas dos cuadras de la casa donde se realizaba la fiesta, por lo que en varias ocasiones fue y vino a pie, debido a que sentía malestares estomacales esa noche, luego de que sus amigos fueron a dejarlo a su casa.

Los jóvenes continuaron en la fiesta, ya daban casi las 2:00 de la mañana del viernes, la rockola sonaba con la música del momento y los invitados seguían ingiriendo bebidas alcohólicas, platicaban y reían de manera animada.

En su casa, Carlos le dijo a su mamá que le diera “chance” de ir otro rato a la fiesta, y dado que vivían cerca y no había clases otro día, la señora aceptó sin saber cuáles eran las intenciones de su hijo al llegar al convivio.

La combinación del alcohol en sus venas, y un largo pasado de golpes y burlas por parte de Juan hacia él, rondaban en la mente de Carlos, sentimientos de coraje y venganza se habían despertado desde el golpe que unas horas antes había recibido por parte de su amigo.

Esa noche la calle estaba un poco oscura. A lo lejos los muchachos que estaban en la reunión vieron una figura que se aproximaba a ellos. Era Carlos, quien llegó al lugar y directamente se fue a donde estaba sentado Juan.

La mirada del muchacho denotaba mucho coraje, cada golpe que le había dado Juan despertaban en él un deseo de ira, cada burla recibida lo hacían sentir coraje, y ahora el alcohol en sus venas le permitió armarse de valor para invitarlo a pelear.

Carlos sabía que Juan era superior, lo superaba en condición física y en habilidades, pues el joven entrenaba boxeo, por lo que nunca en el pasado se le ocurrió siquiera darle un golpe. Sabía que tenía las de perder.

Pero esa noche fue distinto. Como quien le habla a su más acérrimo enemigo, el joven le soltó dos palabras que definirían el destino: “Ahora sí”, viendo a Juan hacía abajo.

Juan se incorporó pues estaba sentado. Cuando estuvieron cara a cara, Carlos realizó un acto que nadie, ni siquiera él esperaría hacer: A la altura de su cintura tenía un cuchillo. Con un movimiento ágil lo desenfundó y sin dudarlo, lo enterró en la humanidad de Juan.

Donde todo eran risas, música y convivio se volvió confusión, caos y el miedo invadió a los jóvenes. Con esa herida, Carlos pensó que había limado asperezas, que había sanado su coraje y saldado una deuda de un largo historial de golpes y burlas.

El cuchillo seguía en la mano de Carlos. Fueron segundos los que el resto de los jóvenes tardaron en actuar, pero para muchos de los presentes parecían horas. Un grupo se fue sobre el muchacho para desarmarlo, mientras Juan se llevó la mano a la herida que sangraba profusamente.

Carlos quería hacer más daño a Juan, su coraje no había terminado con esa primera herida, pero los muchachos decidieron desarmarlo y lanzar el arma hacia el techo de una vivienda para que no pudiera alcanzarlo.

Como una casualidad, la madre de Carlos y su hermano llegaron al sitio donde se desarrollaba la fiesta en una camioneta. El hermano de éste corrió a llamarle a una ambulancia pues Juan ya estaba sobre el piso y la herida sangraba cada vez más.

Desesperados porque el auxilio no llegaba, Agustín y Marcos decidieron llevar a Juan en un auto al Hospital General, que quedaba a unas cuatro cuadras de donde estaban. El semblante de Juan era cada vez más pálido por la sangre que escapaba de su cuerpo.

Cada minuto contaba. En el camino se encontraron con una patrulla de la Policía Judicial a quien rápidamente contaron lo sucedido, pero cuando los oficiales llegaron Carlos ya no estaba en el sitio, su mamá y su hermano lo habían llevado a la casa de su abuela.

En el área de urgencias del Hospital General se encontraba Juan, grave, había perdido demasiada sangre ya que la herida era profusa, los médicos lograron estabilizarlo, la esperanza era grande, pues era un hombre joven, deportista y en buen estado físico...

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