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Las corrientes y tendencias que nos arrastran

Cerramos el año con la sensación de que el mundo está cambiando demasiado rápido y, al mismo tiempo, demasiado silencioso.

Nicolás Pineda

Y sin embargo

Cerramos el año con la sensación de que el mundo está cambiando demasiado rápido y, al mismo tiempo, demasiado silencioso. Nada estalla del todo, pero todo se desplaza: La población, la familia, la tecnología, la naturaleza, la política. Somos testigos, a nivel mundial, de una transformación que avanza sin pedir permiso y sin darnos tiempo para entender qué clase de sociedad está naciendo. Aquí le presento algunas de las tendencias más notorias de nuestro entorno.

1. Una población que se encoge

Durante siglos el gran temor fue crecer demasiado; hoy el miedo es que la población deje de crecer e incluso se encoja. Hasta ahora, la economía se maneja con tasas de crecimiento. ¿Qué pasará cuando las sociedades dejen de crecer y comiencen a reducirse? Sonora ya está por debajo de la tasa de reposición de 2.1 hijos (promedio) por mujer y sólo crece por la inmigración. La pirámide poblacional se voltea. Tendremos más viejos que jóvenes, más cuidadores que trabajadores, más preguntas que respuestas. Un país que envejece sin haberse hecho rico.

2. Familias que ya no caben en los viejos moldes

Las historias de nuestras madres ya no sirven para entender la vida de nuestras hijas. La mujer salió de la cocina y del silencio, y eso reacomoda todo: El matrimonio, la paternidad, la autoridad. El País se urbanizó, se educó, se volvió más laico y más clase media, pero también más individualista. Es una revolución silenciosa: Sin banderas, sin cañones, pero con consecuencias irreversibles. Hemos pasado de la familia rural donde las mujeres se casaban en la adolescencia y tenían muchos hijos a la familia urbana nuclear con madres trabajadoras solteras o divorciadas y a los matrimonios del mismo sexo.

3. Tecnologías que reconfiguran la realidad

El Internet, el smartphone y la inteligencia artificial han convertido las pantallas en nuestras verdaderas plazas públicas. Trabajamos, consumimos, nos informamos y hasta discutimos dentro de burbujas digitales donde los algoritmos deciden lo que vemos. La frontera entre lo real y lo imaginado se difumina, y con ella la noción compartida de verdad. La productividad cambia, pero también la convivencia y la salud mental. La tecnología nos prometió libertad y terminó regalándonos laberintos: Algoritmos que deciden qué vemos, qué creemos, qué tememos.

4. La naturaleza ya no oculta sus heridas

Sequías prolongadas, olas de calor, incendios y fenómenos extremos muestran un clima más errático. El clima se comporta como un animal herido: Impredecible, errático, furioso. Una gestión el agua que no termina de ser eficiente y sostenible y que desperdicia la mayor parte. Y la fe puesta en máquinas que prometen desalinizar el mar como si pudiéramos domar la escasez con ingeniería. Hemos humanizado tanto la naturaleza que ya casi no reconocemos el daño que le hacemos. ¿Alcanzaremos la sostenibilidad o enfrentaremos cada vez más catástrofes ambientales?

5. La política, convertida en espejismo

Mientras tanto, la política se ha vuelto una comedia trágica de engaños y triquiñuelas legales y electorales. Los políticos polarizan, dividen, conquistan a base de resentimiento. El Gobierno otorga inmunidad a los suyos y acosa a los opositores; reparte dinero a los gobernados, pero no los empodera; gasta, pero no favorece el crecimiento económico. Las instituciones públicas pierden profesionalismo y se debilitan. A nivel internacional, desconfiamos de los Estados Unidos y China ya no pregunta, avanza. No es un cambio de siglo: Es un cambio de época.

¿Hacia dónde vamos?

No lo sabemos. Vamos sobre un río que fluye más rápido que nuestra capacidad de análisis. Pero sí intuimos algo: Está emergiendo una sociedad más vieja, más libre, más fragmentada, más tecnológica y más vulnerable al clima. Una sociedad que, si no se mira en el espejo, corre el riesgo de naufragar sin darse cuenta. El futuro no está escrito. Pero ya está tocando la puerta.

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