Guadalupe

Batarete

Ayer fue viernes 12 de diciembre. Día de la Virgen de Guadalupe. Fiesta muy especial en nuestro País, en toda Latinoamérica y aquellas porciones de los EUA donde hay población de origen mexicano. Es también fiesta nacional en Las Filipinas, que fueron adoctrinadas por misioneros desde la Nueva España y también consideran su patrona a nuestra guadalupana.

Si bien se dice que las apariciones de Guadalupe a Juan Diego tuvieron lugar entre los días del 9 al 12 de diciembre de 1531 hay muy pocas menciones del suceso durante el siglo XVI. Curiosamente el obispo, fray Juan de Zumárraga, no hace mención alguna de tales manifestaciones, y no parece haber ningún documento, de religioso alguno, hasta más de 100 años después. En 1649 apareció el texto Imagen de la Virgen María, Madre de Dios de Guadalupe, escrito por Miguel Sánchez, un teólogo novohispano, que recogió la tradición oral y la difundió.

El otro escrito señero es el Nican Mopohua que significa en nahuatl Aquí se narra... y se supone redactado por un noble indígena de Azcapotzalco, Antonio Valeriano, amigo de fray Bernardino de Sahagún, que lo debe haber escrito a partir de 1550, y que fue publicado hasta 1649 por Luis Lasso de la Vega, vicario del Tepeyac. Aunque es uno de los textos fundamentales del guadalupanismo, la Iglesia sólo reconoce su valor espiritual, y lingüístico, más como una pieza pedagógica, quizá parte de una obra de teatro para el catecismo, y que fue recuperada más de un siglo después de los eventos que describe. Pero la entrevista entre Juan Diego y Zumárraga nunca tuvo lugar: Resulta más bien una licencia poética que un hecho verdadero. La misma Iglesia no le concede más credibilidad a este relato y episodio: El Nican Mopohua es una obra literaria, dice, no un documento dogmático.

Pero la tradición habla de una primera ermita de adobe en el Tepeyac. Incluso se dice que el mismo Juan Diego vivió ahí y la cuidaba, mas no se la menciona en documento alguno, pero se afirma que en 1556 ya existía este templo. Ese año, fray Alonso de Montúfar, arzobispo de México, inició la construcción del primer templo a Guadalupe en ese paraje. La gente comenzó a visitar el sitio y la devoción popular se incrementó tanto que ya en 1575 hubo que ampliar la primera capilla, con un área mayor para recibir a los peregrinos. Tanta fue la afluencia de los fieles que en 1622 el arzobispo Juan Pérez de la Serna inició la construcción de un santuario más amplio, con un estilo barroco temprano.

A esta capilla acudió Eusebio Francisco Kino S. J. al llegar a Nueva España, en 1682, para celebrar misa en honor de la Virgen de Guadalupe: Ya era entonces una devoción importante en aquella sociedad. Dos lustros después, en 1695, se decidió la construcción de un gran templo barroco, la actual Basílica antigua, que fue el centro de peregrinación más importante de la Nueva España, y de toda América, hasta la construcción de la nueva Basílica en 1976, diseñada por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, con capacidad para 10,000 fieles.

Desde 1565 había iniciado el Galeón de Manila su viaje anual a las Filipinas, y con las mercaderías viajaron también frailes y la devoción a la Virgen guadalupana. Ahora ella es la patrona de esa nación asiática.

La memoria de Guadalupe está imbricada con la historia de México. Quizá uno de los más grandes portentos que nos ha obsequiado es ser un sustento eficaz de nuestra identidad como nación, y como mexicanos. No en balde don Miguel Hidalgo tomó la imagen de Guadalupe en el Santuario de Atotonilco, para que encabezara como Capitana la lucha por la Independencia. Ella es origen y sostén de nuestra identidad nacional: Los mexicanos somos, aunque algunos un poco disimulados, siempre guadalupanos; incluso cuando no son particularmente religiosos: Es la madrecita y a ella no se la toca.