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La presa

De ser un reto técnico, la construcción de la presa Puerta del Sol pasó a ser un reto político cuyo éxito aún está por verse.

Sergio Valle

De ser un reto técnico, la construcción de la presa Puerta del Sol pasó a ser un reto político cuyo éxito aún está por verse.

Tras varios cambios a la idea original, vamos en que se construirá un embalse en la zona que le da el nombre que serviría para almacenar agua y poder utilizarla para las actividades productivas de la zona y uso humano.

Al final eso no puede modificarse porque las aguas superficiales y subterráneas de esa región ya tienen dueños.

No hay otro uso posible, como se ha especulado, porque los derechos ya están otorgados desde hace mucho y la ley lo impide.

Según se explica, el diseño permite mantener escurrimientos río abajo para la recarga de mantos acuíferos e incluso aportarle a la presa El Molinito, cuya vocación es de control de avenidas, pero sus excedentes podrían ser inyectados a la red de distribución del Norte de Hermosillo, sustituyendo al menos en parte el propósito que tenía el fracasado ramal Norte, obra complementaria del acueducto Independencia que por asuntos más políticos que técnicos jamás se concretó.

Quedarían por aclarar las presuntas deficiencias estructurales de El Molinito, señaladas por el ex director de la CEA,

José Luis Jardínes y que fueron detectadas desde el sexenio 20032009, según lo afirma.

Al final todo eso, por muy viable que sea está atravesando por una intensa polémica, una aduana política que amenaza con no dejarlo avanzar.

Dicen que problema que se arregla con dinero no es problema y este no parece ser el caso. O sea que sí es problema. ¿Pero qué pasó?, ¿en dónde se atoraron las cosas?, ¿qué fue lo que faltó?

Existe un antecedente histórico que mantiene sensibles a los pobladores de la zona, me refiero claramente al derrame de la mina de Cananea en 2014.

Y aunque la empresa sostiene que intervino tan pronto como pudo y remedió la zona, hay quienes ya sea de forma honesta (aunque desinformada) o por intereses políticos o económicos mantienen viva la idea de que no es así.

Ante la situación hay varios escenarios probables, aunque ninguno es el ideal al menos para las autoridades que impulsan el proyecto.

El primero de ellos es mantenerse y construir la presa, ponerla a funcionar y asumir el costo político que eso implica tras el claro rechazo de una parte de los habitantes de la zona, porque tampoco son todos.

Otro es posponerlo, arriesgando credibilidad y echarse un volado para ver si en los próximos meses o años existen los recursos para su construcción.

Aunque eso daría tiempo de operar políticamente, cosa que al parecer no se hizo, al menos no con la anticipación y eficacia debidas.

El peor de todos sería cancelar definitivamente y volver de nuevo al escritorio y arrastrar el lápiz para diseñar una propuesta que sea técnica y políticamente viable. No, ninguna es la ideal. Hay experiencias recientes de que cuando se trata de agua, el conflicto viene incluido.

Debe darse por hecho que cuando una obra plantea de alguna forma la redistribución de este recurso natural habrá quien se oponga.

Por eso es indispensable, de librito, de sentido común, tener claro que habrá problemas.

Entendiendo eso, es importante activar los mecanismos disponibles para en primer lugar medir la temperatura social, el estado de ánimo de la población en la zona de impacto y a partir de ese conocimiento diseñar operativos de tierra, líneas de comunicación, definir los canales correctos y hacerle llegar a la gente la información.

Pero si creemos que las cosas solitas van a salir bien sin que movamos un dedo, lo único seguro es el fracaso.

Y es cuando en vez de evitar un problema acabamos reaccionando, actuando de emergencia cuando ya lo tenemos encima.

Debe asumirse también que todos los gobiernos, por muy bien que lo estén haciendo tienen adversarios que intentarán debilitarlo y descarrilar cualquier obra que suponga abonarle capital político a quien esté en la silla.

Pensar que todo mundo nos quiere y nadie se pondrá en nuestra contra es un acto de candidez que se puede pagar caro.

La autoridad debe estar un paso delante de sus opositores, no al revés.

Debe actuarse con cautela, porque luego se corre el riesgo de que situaciones como esta terminen marcando un gobierno.

Pero eso se puede evitar, nada más hay que saber cómo.

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