La paz de Trump

Batarete

Ayer viernes 10 de octubre se deben haber anunciado los recipientes del premio Nobel de la Paz. La iniciativa de fundar estas distinciones fue del sueco Alfred Nobel que constituyó un fondo para premiar cada año a quienes, durante el año precedente, “hubieran trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y para la celebración o promoción de procesos de paz”.

Cuatro son las distinciones que se otorgan en Suecia: Los de Física, Química, Medicina y Literatura. Por otra parte, el ganador del Nobel de la Paz se selecciona en Noruega y se entrega en Oslo cada 10 de diciembre.

En este año el Comité anunció que hay 338 personas nominadas más una cantidad importante de organizaciones también propuestas. El Comité no da nombres, incluso su reglamento estipula que la lista de nominados se hará pública 50 años después de la fecha de premiación.

Resulta muy difícil atinarle a los ganadores; parece más sencillo sopesar quiénes, entre los enlistados, no recibirán el premio. Por lo pronto hay dos personajes que saltan a la vista como muy poco probables por su historia, vida y dedicación, para ser merecedores del premio: Elon Musk y Donald Trump. Ambos fueron propuestos y están en la lista de “posibles” recipientes, lo cual sólo apunta a la humana capacidad de caer en el embuste para dar coba al poderoso.

Elon Musk fue nominado “por su compromiso constante con la libertad de expresión y la paz…” Trump entró a la lista “por su extraordinario liderazgo, brillantez estratégica y compromiso incomparable para promover la paz”.

Tal creatividad para la lisonja, con algún punto de abyección, debe tener nombres y apellidos para enterarnos quiénes fueron capaces de tales disparates: A Musk lo nominó un tal Brenko Grims, esloveno y miembro del parlamento europeo; mientras que a Trump lo apoyan Nethanyahu y varios académicos norteamericanos, entre los cuales la profesora de Derecho Anat Alon-Beck comentó que “se hizo merecedor al lograr la liberación de rehenes, mantenerse firme contra el antisemitismo, y promover acuerdos históricos que aportan estabilidad a las regiones más inestables del mundo…”. Una perla de piropos: Ya quisiera haberlo afirmado Milei…

El mismo Donald, que no tiene una pizca de pudor, ha insistido en que merece el galardón y si no se lo dan “sería un insulto a los Estados Unidos”, razón, supongo, para añadir a los noruegos a su lista de enemigos personales que, es mi deseo profundo, por lo menos le quiten el sueño y le provoquen algunas gastritis.

En el fondo lo que le pasa al Donald es que sus celos y pataletas infantiles despuntan del recuerdo que a Barack Obama le concedieron el Nobel de la Paz, y Trump le tiene mucha, y muy infantil, envidia (de la mala, por supuesto): No es capaz de entender que se distinga así a un ex Presidente de su país de color más bien serio y muy poco anaranjado.

Si revisamos rápidamente sus “iniciativas” pacificadoras, podemos empezar por la agresión diplomática a Dinamarca para intentar anexar Groenlandia a su país; la propuesta a Canadá para unirse a los EUA como un estado más; la amenaza a México de mandar tropas para combatir reductos del narco en nuestro territorio; atacó con aranceles a la mayor parte de la comunidad internacional; está promoviendo una guerra estúpida contra los residentes de su país que tengan tez oscura o parezcan latinoamericano; mandó matar fríamente, sin pruebas ni juicio, a los tripulantes de tres embarcaciones en el Caribe porque le parecieron narcotraficantes; y está mandando tropas a invadir ciudades gobernadas por sus rivales políticos para hostilizar a la población, crear caos y poder justificar la militarización de su país.

Todo lo pinta como un personaje violento, sin empatía con sus semejantes ni con la humanidad: Está en guerra con todos y no tiene paz ni consigo mismo.