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Un papel ornamental

La mandataria acude solícita a la defensa de una organización delictiva, mientras los hospitales están desabastecidos, Sinaloa se encuentra en llamas, la infraestructura nacional colapsa, la Marina y Defensa naufragan por la corrupción y un siniestro rosario de fatalidades se manifiestan.

Joaquín  Robles Linares N

SEPTENTRIÓN

La experiencia de los hijos de ex presidentes haciendo de la figura patriarcal un manual para el tráfico de influencias es un relato viejo e indecente.

Benito Juárez Maza (1852-1912) vivió siempre al amparo de la figura de su padre, acomodaticio y visto con desconfianza por sus contemporáneos. Siempre estaba presente en homenajes enarbolando el nombre del progenitor y, ante cualquier crítica, retaba a duelo a quienes asomaban alguna diferencia con el Benemérito, convirtiéndose en una caricatura pendenciera.

Proclive al lucro, el régimen lo toleró dándole negocios y prebendas con el fin de mantenerlo observado; embajadas, posiciones políticas y concesiones nunca fueron límite para sus fracasos. Juárez Maza regresaba invariablemente al mismo lugar: al beneficio personal para poder lavar el nombre heredado.

Porfirio Díaz obstaculizó su llegada a la gubernatura de Oaxaca, un sueño que perseguía pretendiendo gobernar un Estado que consideraba origen de su estirpe. Sin embargo, el general oaxaqueño sí conocía de política y administración, entendiendo que sería un pésimo mandatario. Nunca consideró dejar su Estado natal en manos de un incompetente.

Juárez Maza llegó a la gubernatura al derrumbarse el régimen en 1911; fiel a su biografía mudable, su anhelo se materializó de la mano de quien derribó al dictador que había creado el culto a su padre y que además lo consintió: Francisco I. Madero.

“A pesar de todo, fracasó en casi todos los negocios emprendidos, incluida la efímera gubernatura de Oaxaca que logró con mucho trabajo en septiembre de 1911, una vez que Porfirio Díaz había dejado el poder. Asumió el cargo en un difícil momento de turbulencia revolucionaria, pero él lo complicó a un grado extremo, desbordado por su ineptitud y por los alcances de sus errores políticos. Incluso el presidente Madero llegó a recelar de su lealtad”.(Vázquez Mantecón, María del Carmen. (2012). Por ser hijo de Benemérito: Una historia fragmentada. Benito Juárez Maza 1852-1912. Estudios de historia moderna y contemporánea de México).

El actual régimen mexicano ha adoptado formas dinásticas: los instrumentos del mando están en las manos del creador del Movimiento para después pasar a sus vástagos y llegar a Palacio Nacional.

La Presidenta no acierta a desembarazarse del patrimonio pervertido. Detrás de todo escándalo emergen contubernios alentados por un mayorazgo que impone obediencia ciega, entorpeciendo el ejercicio de una mandataria que se aprecia cada vez más confundida e incapaz.

Caudillo, hijos, hermanos, esposa, compadres y todo ese acompañamiento ha invadido cualquier resquicio gubernamental e institucional, conservando una hostilidad desafiante que alardea cercanía y legado antes que capacidades u honradez.

La partitura que la mandataria ha interpretado mecánicamente no ayuda a identificar una autoridad independiente y responsable, convirtiendo su representación en la necedad de sostener lo insostenible y defender lo indefendible.

La falaz honestidad estalla a diario, descubriendo lo peor de un régimen que hizo de la palabra diaria dardos envenenados y hoy se le regresan para evidenciarlo: mafioso, corrupto e incompetente.

Se aprovecharon de los mecanismos democráticos para destruirlos y sentarse en la cima del poder provocadoramente. Es el ejemplo que los descendientes han aprendido, al igual que aquel mezquino heredero de Juárez: el abuso, la incompetencia y la deshonestidad los desborda.

La mandataria acude solícita a la defensa de una organización delictiva, mientras los hospitales están desabastecidos, Sinaloa se encuentra en llamas, la infraestructura nacional colapsa, la Marina y Defensa naufragan por la corrupción y un siniestro rosario de fatalidades se manifiestan.

No obstante, la prioridad para la Presidenta es la exculpación de una banda.

Destruyeron la democracia para edificar una monarquía y, fiel a la figura de estos regímenes, su papel es ornamental.

Joaquín Robles Linares es ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborador en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicación. Ex funcionario cultural, actualmente dedicado a su práctica privada como odontólogo.

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