Revertir el deterioro
Bajo ningún escenario deberíamos elegir de nuevo a quienes ya defraudaron.
CASCABEL
Con frecuencia escuchamos “México no tiene remedio”, una frase cargada de desesperanza que refleja un estado de ánimo de resignación. Para quienes así lo afirman, es inevitable seguir bajo el yugo del cártel de partidos políticos que han hecho de lo público su negocio privado.
A diferencia de quienes así lo asumen, yo firmemente creo que vendrán tiempos mejores para México y todos sus ciudadanos. La narrativa que hoy colorea el desánimo se viene construyendo desde hace lustros.
El gran logro democrático de la alternancia, arrebatándole a aquella fallida “clase política” la gobernanza de este país, generó una diáspora de aquel partido invencible a nuevos membretes partidistas, en aras de asegurar que, ante el cambio, todo permanezca igual. Hoy en día nos enfrentamos al mismo lobo voraz con diferente piel.
La obligada apertura democrática, ante las crisis de legitimidad de aquel partido único en esos ciclos de la historia —dignos de ser narrados por Sófocles— ha llegado a su fin. No obstante las diferencias en lo incidental de las distintas fuerzas políticas agrupadas en partidos, en lo fundamental coinciden en su búsqueda de poder y privilegios como fuente de riqueza e impunidad.
Basta con solo revisar la ficha biográfica, evolución patrimonial y declaraciones públicas a través de los años de sus más selectos liderazgos para concluir que son auténticos impostores, con una consistencia ideológica y de principios similar a la de Marx… Groucho Marx.
Hannah Arendt, en su libro Los orígenes del totalitarismo, narra cómo en base a propaganda, terrorismo de Estado, socavar la condición humana y una sistemática destrucción de libertades personales, se llegó a los extremos de un totalitarismo que a su paso dejó muertos, heridos y desaparecidos.
A Stalin se le atribuye la frase: “una muerte es una tragedia, un millón de muertes es una estadística”, recordado por su brutalidad y falta de empatía ante la búsqueda implacable del poder.
En el México de la 4T, entre asesinatos, desaparecidos, muertes en exceso derivadas del abandono de un frágil sistema de salud, las alarmantes estadísticas incrementan implacablemente todos los días. Individuos con historias, familias, seres queridos, sueños, potencial e identidad que desde la narrativa palaciega se niegan a reconocer.
Insensibilidad exhibida en la expresión de Sheinbaum: “… se clarifique cómo fue la muerte de esta mujer…”, se llamaba Irma. Para la presidenta, una estadística, una molestia que la lleva a regurgitar su declaración de “… que no haya impunidad”.
El INEGI dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana. Arroja que, a junio de 2025, el 63.2% de la población de 18 años y más consideró inseguro vivir en su ciudad; un 1.3% más que en marzo y 5.6% más que en septiembre de 2024. Es de notar que el 68.5% de las mujeres consideran insegura su ciudad.
Para Hermosillo, la población que se considera insegura incrementa de marzo a junio 4.1%, quedando en 50.3%; y en Cd. Obregón, 4.8%, alcanzando 88.0%.
Utilizando el marco de análisis del fracaso institucional (Woolthuis, et al.), México enfrenta un fracaso duro derivado del sistema de impartición de justicia y marco regulatorio; aunado a un fracaso suave por la falla en cultura política, valores y vertebración social.
Cuando se da un fracaso institucional, independientemente de su magnitud y causas, la pregunta obligada es: ¿Quién se beneficia de este fracaso? La respuesta está escondida a la vista de todos, en las escandalosas fortunas de aquellos políticos que declaran ser de humilde cuna, de algún lugar del México profundo.
En un texto menos conocido de Arendt, La mentira en política, describe cómo aquellos que buscan transitar de una democracia a un Estado autoritario inician buscando engañar, para pasar al autoengaño y terminar defendiendo lo que hoy en día identificamos como la post-verdad.
A la afirmación de “sin endeudar”, promesa y afirmación temeraria de gobiernos cuatroteístas, esta semana encontramos que, bajo un esquema ingenioso, se está instrumentando un rescate financiero a Pemex de entre siete y diez mil millones de dólares, bajo el cual el Gobierno federal emitirá instrumentos de deuda sin tomarse la molestia de subir el techo de endeudamiento autorizado por el Congreso de la Unión. Dado su modelo de engaño, “no es deuda”. Pero si existe una obligación de pago a futuro, es deuda.
No obstante que se podría afirmar que se ha cruzado el umbral del Estado fallido ante las alarmantes cifras, aventuraría que el debate debe orientarse a la causa de la causa: impunidad y complicidad institucional.
México es nuestra casa común, origen y destino. Si quienes están a cargo de la administración de lo común hoy en día están más ocupados en sus negocios personales y en silenciar a todo aquel que declare que van desnudos ante el aplauso de sus cortesanos, es nuestra obligación removerlos por la vía democrática en la próxima elección.
No va a ser fácil ni inmediato revertir el deterioro democrático que enfrentamos. La censura como amenaza palidece ante la autocensura, rayando en complicidad, que observamos en algunos líderes y dirigentes de organizaciones de la sociedad civil.
Bajo ningún escenario deberíamos elegir de nuevo a quienes ya defraudaron.
Resignación y apatía generalizada son los grandes obstáculos a vencer si queremos que México tenga futuro.
Óscar F. Serrato Félix es padre de tres, ciudadano, empresario, analista y optimista.
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