¿Sobrevivimos o avanzamos?
Quienes están en la toma de decisiones deberían saber que no todo se les va a reconocer...

Sergio Valle
Una democracia desarrollada no permitiría jamás que florecieran carreras de políticos que no tienen la suficiente solidez ética, moral, profesional o si en el primer puesto no dieron resultados, no vuelven a ganar una sola elección.
Vaya, de aquellos que no soportan el más superficial análisis sobre su actuación en cargos públicos.
Desde luego que no es nuestro caso, acá la tendencia es a normalizar ciertas conductas y a justificar otras.
Siempre escuchamos comentarios como “es que todos hacen lo mismo”, “que roben, pero que hagan algo”.
Sabedores algunos actores políticos que un sector de la población piensa así, se arriesgan y hacen travesuras con el presupuesto o se aprovechan del poder de alguna otra forma.
Al cabo que la gente ni cuenta se da.
Nos conformamos con poco, por eso a muchos les conviene justamente que la gente no aspire, que se quede donde está (social y económicamente hablando).
Impulsar la movilidad social implica una pérdida de votos, de mercado electoral.
Además es más barato que la gente se quede pobre y amolada.
Porque luego llegan las dádivas y se reparten muchas de a poquito. Les rinde bastante el presupuesto.
Y ese pensamiento no tiene que ver con izquierdas o derechas, más bien parece estar en el ADN de los políticos, al menos de los mexicanos.
Las honrosas excepciones siempre han existido, en la izquierda o la derecha, de lo contrario México no sería lo que todavía es: Un país de instituciones con cierta solidez a pesar de los embates recientes.
Quienes están en la toma de decisiones deberían saber que no todo se les va a reconocer, que será sólo el tiempo el que les dará su lugar como personas y la dimensión exacta a sus acciones.
Pero si todo se hace buscando el aplauso no hay forma de que avancemos.
Escasean políticos que no busquen el aplauso fácil, la foto, la lisonja, sino que sean capaces de tomar decisiones de largo plazo, pensando en futuras generaciones.
Y así es como vamos caminando todos en esta sociedad.
Mire, estamos en lo que parece ser la antesala de la pérdida de ciertas libertades como la de expresión, amenazada por actores políticos de mecha corta y piel delgada, pero con el poder y las conexiones (o complicidades) suficientes para aplastar opiniones que no les favorecen, críticas o señalamientos que los desnudan, que los presentan con el tamaño que realmente tienen y no con el que sus inflados egos les dicen.
Son pocas las expresiones de condena que se ven.
Parecen muchas si las ponemos en términos de tendencias en redes o comentarios en medios.
Pero quizá no sean tantas como creemos. Y es ahí donde caben actores públicos de verdadero compromiso.
Afortunadamente sí han salido expresiones de rechazo a la limitación de esas libertades, incluso en voz de algunos personajes que creeríamos más autoritarios, pero que callan bocas cuando reconocen que hay delgadas líneas que no se deben rebasar.
Al final hay que entender que el sistema político necesita una limpia, aunque algunos creen que se empieza por el partido en el poder.
Se trata de la permanencia de derechos y libertades ganadas en luchas que iniciaron generaciones anteriores a las nuestras y que ningún régimen, ni de izquierda ni de derecha tiene porqué poner en riesgo.
Porque luego aparece nuestro poderoso socio comercial acusándonos de algunas cosas, no todas ciertas, no todas falsas, pero ponen a temblar a quienes de este lado de la frontera se comportan como inmortales dioses, intocables, inalcanzables.
Necesitaríamos tener una democracia más desarrollada, menos proclive a la inmediatez, con políticos y electores, gobiernos, empresas, medios de visión más elevada.
Pero nos atoramos todos en esa inmediatez, en la necesidad de resolver las cosas de momento y no de largo plazo, en permanecer vigentes a como dé lugar.
Sobrevivir, pero no necesariamente avanzar.
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