Horizonte nebuloso

Septentrión

La más vigorosa oposición en México no está en los partidos, sino en un grupo muy numeroso de mexicanos en los que crece la desconfianza y recela de las actitudes totalitaristas de este régimen, ciudadanos que se manifiestan en contra y que el poder minimiza.

Resulta contradictorio un Gobierno que se vanagloria de ser la voz del pueblo, adquiera de pronto el carácter de régimen solitario, quejándose amargamente de la oposición y culpándola de sus fracasos.

Recuerda a aquellas autocracias que al tener todos los poderes pasan a desplegarlo en contra de sus ciudadanos, poseídas por una paranoia política criminalizando a quienes levantan la voz, para ejemplo el Gobernador de Puebla y la promulgación de su aberrante Ley que castiga a quienes le critiquen en redes sociales.

Columnas

Aprovechando

La política exterior de este régimen es descuidada y contradictoria, el bochornoso espectáculo del premio Princesa de Asturias al Museo Nacional de Antropología lo expone, un reconocimiento a generaciones de arqueólogos, historiadores, antropólogos y principalmente a los pueblos originarios y su herencia.

Un homenaje para acercar las afinidades y salvar las diferencias con España, no fue así, una expresión desafortunada de la mandataria nubló el gesto, sumando al desatino que la institución premiada se encontraba cerrada por incompetencia administrativa de la Secretaría de Cultura y el INAH.

Con Estados Unidos el riesgo es grande y puede ser catastrófico, una relación donde el nacionalismo como arma diplomática está envejecido y a los norteamericanos no les dice nada, los vínculos entre las naciones son extensas y arduas, desde 1927 el presidente mexicano Plutarco Elías Calles y el mandatario norteamericano Calvin Coolidge, después de tensiones graves, sentaron las bases de una relación tolerante. Este lazo se dio con altibajos y desde entonces el régimen usó el nacionalismo como elemento de cohesión nacional, los norteamericanos se acostumbraron a esta maniobra y a raíz de sus intereses optaron por el disimulo, la importancia geopolítica de México para ellos era más significativa que confrontarse por un relato entre buenos y malos.

Sergio Aguayo Quezada lo explica en: El Panteón de los Mitos, Estados Unidos y el Nacionalismo Mexicano. Ed. Grijalbo. “Estados Unidos incluso encontró ventajosa la postura oficial porque cooptó a los revolucionarios del mundo, y neutralizó o aisló a los nacionalistas e izquierdistas mexicanos que sí les inquietaban.

Para la élite de Estados Unidos, el nacionalismo oficial mexicano llegó a ser como una figura de papel maché: Sólida y brillante en la superficie, frágil e inconsistente en su interior”.

A los mexicanos les preocupa una buena relación con el Gobierno norteamericano, permanecen atentos por los connacionales que viven en el país vecino, no ayuda la desfachatez y los agravios de los políticos y militantes morenistas que son ejemplo de contradicción e ignorancia.

En los años cincuenta el presidente Harry S. Truman viajó a México, el discurso nacionalista se cambió por un recibimiento cálido y tumultuoso, las declaraciones posteriores del norteamericano fueron el sello de una relación provechosa: “Nunca había tenido un recibimiento igual”.

A raíz de esta política de fraternidad y entendimiento, con independencia de las diferencias ideológicas, se privilegió la buena relación, en las memorias de Dwight Eisenhower el general norteamericano destaca la simpatía y el aprecio que sentía por Adolfo López Mateos.

La administración se acerca al año y el horizonte es nebuloso, la desinflada verborrea presidencial se convirtió en una desganada ponencia matutina, un ejercicio de retractaciones para pasar al reclamo y reparto de culpas a la oposición, quien no es la encargada de la administración ni de las relaciones exteriores.

Ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborador en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicación. Ex funcionario cultural, actualmente dedicado a su práctica privada como odontólogo.