Claudia y andrés: lo que viene

PROS Y CONTRAS

Estoy absolutamente convencido de que la luna de miel entre Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo será la más corta de la que se tenga memoria.

Es más, creo que ya se acabó. Nada, pero nada que ver con el intercambio de halagos y miradas románticas entre el hoy Presidente saliente y el entonces presidente Enrique Peña Nieto, que hasta hoy le sigue mereciendo un trato respetuoso y diligente al jefe del Ejecutivo, baste revisar las maneras.

Pero en fin, mire que nos quedan algo así como 90 mañaneras, que para el Presidente representan un mar de posibilidades, un mundo de oportunidades de seguir poniendo agenda y si así lo considera, dejarle a su sucesora la casa lo más desordenada que se pueda.

Falta el Presidente a los usos y costumbres de la clase política mexicana, eso mismo de lo que él se benefició cuando siendo Presidente electo, fue consultado por el gobierno saliente de Peña sobre cada paso y cada decisión, sobre todo en materia de política económica.

El poder presidencial se ejerce por poco menos de seis años, porque al final viene el proceso de transición. Creo que esa es la parte de la que Andrés Manuel no se ha enterado…o no le ha dado la gana.

Mandar a los legisladores leales a su régimen a anunciar que en septiembre saldrá todo el Plan C, que le van a meter mano al Poder Judicial y una serie de cosas más, es simplemente un acto de soberbia que quizá esconda la negación del Presidente sobre un hecho irrefutable: ¡Ya se va!

Los mercados financieros se ponen nervioso, como se dijo en el diario El Financiero, el superpeso se tropieza con la superlengua del coordinador parlamentario de Morena en la Cámara de Diputados, Ignacio Mier, quien seguramente no hizo más que acatar la orden de Palacio Nacional de salir a anunciar las reformas en el último mes de mandato pero ya con nueva legislatura.

Alguien como Andrés, que manejó a su antojo la agenda y la conversación nacional desde antes de llegar a la Presidencia, no puede estarse equivocando al final.

Hay que entender, por ejemplo, la pertinencia de que Rogelio Ramírez de la O siga en la Secretaría de Hacienda, vista por algunos como una graciosa concesión de la doctora Sheinbaum hacia el Presidente.

Bien recibida en los mercados financieros, aplaudida hasta que el señor Mier abrió la boca y anunció las reformas de septiembre.

Ahora, la permanencia de don Rogelio en el gabinete de la doctora debe obedecer también a la necesidad de que alguien se haga responsable de lo que viene tras la borrachera de la 4T, que ha regalado dinero a contentillo durante años, comprometiendo las finanzas públicas como hace mucho no se veía.

Entonces, a la hora de empezar a explicar porqué se están implementando tantos recortes presupuestales o cuando la crisis interna empiece a desbordarse, habrá una factura por pagar y no será Sheinbaum quien se haga cargo de ella, sino Ramírez de la O como responsable de diseñar las políticas económicas y de ejecutarlas, pero además como ejecutor de las órdenes de quien para ese momento será su ex jefe: Andrés Manuel López Obrador.

El mensaje de la virtual Presidenta electa a los ciudadanos de a pie, así como a las disminuidas fuerzas opositoras, pero sobre todo a los sectores productivos y financieros ha sido de apertura, de diálogo, de no hacer las cosas a rajatabla.

Eso que hemos visto y escuchado de ella dista mucho de lo que al final de su sexenio está haciendo Andrés Manuel.

Dista mucho también de lo que Enrique Peña Nieto hizo en los meses de transición, en donde todo se le consultó al entonces Presidente electo.

¿Será posible que el priista haya tenido más atenciones políticas con el morenista, que éste con quien él mismo impulsó para ganar la Presidencia?