Estoy optimista
Conservar la República, votar por el bien común y exigir responsabilidad pública en México.
Elizabeth Willing Powel al concluir el constituyente cuestiona a Benjamin Franklin si Estados Unidos sería una monarquía o una república quien respondió: “Una república, si pueden conservarla”.
En nuestras manos está conservar la República e impulsar una auténtica transformación de México. El salir a votar es el primer paso obligado para mandar un mensaje contundente que la gran mayoría buscamos vivir en paz. Dejar atrás la estéril confrontación incitada desde el púlpito presidencial, buscando en unidad lo mejor para Patria, familia y conciudadanos. Por ello es importante mandar un mensaje de participación a los anquilosados partidos políticos y sus dirigentes, afirmando que con ellos, sin ellos o a pesar de ellos vamos a salir de esta espiral decadente de gobiernos fallidos, administraciones corruptas y políticos gandallas.
Nos enfrentamos a una elección de vital importancia para el futuro de nuestro País. En los próximos años quienes resulten ganadores tendrán la gran responsabilidad de administrar y legislar. Quienes sean electos, espero, tengan altura de miras en buscar unidad, privilegiar el bien común, gobernar con sabiduría, ser valientes guardianes del Estado de Derecho y sobre todo no considerar patrimonio personal la hacienda pública.
Es normal que en un proceso electoral se busque dividir, contrastar, enfrentar y polarizar a los ciudadanos en aras de ganar adeptos, no debe de sorprender a nadie. Aun sin embargo como parte de la electoral, encuentro deplorable y peligroso es el señalamiento de “traidores a la Patria” por parte del aún Presidente de todos los mexicanos.
Un Presidente peligrosamente aislado de la realidad, negando el evidente fracaso de su administración, buscando culpables, conservando agilidad mental para denostar, incapaz de escuchar, carente de empatía y sin lugar a dudas derrotado. Sus febriles sueños de transformación y lograr un lugar privilegiado en la historia de México, sólo perviven gracias a los que aún aplauden el nuevo traje del emperador, aplausos que cesarán una vez que el poder institucional se acabe. Triste final de quien por años luchó por desterrar el intervencionismo electoral del Presidente y gobernadores, en los hechos tenemos un delincuente electoral en un amurallado Palacio Nacional.
Aunado a una política oficial de comunicación beligerante, facciosa, mitómana e imprudente, para este 2024 se sueltan las amarras en materia fiscal, si bien en los años anteriores se endeudo para enfrentar gasto corriente, el manejo de la hacienda pública en 2024 es irresponsable. En el primer trimestre de 2024 el déficit público fue de 505,701.3 millones de pesos (mdp), contrastado con el de 2023, que fue de 197,993.7 mdp. La deuda bruta del sector público a marzo 2024 era de 15,933,803.0 mdp, en tan sólo doce meses la deuda creció en 1,279,361.4 mdp. La Constitución especifica que todo endeudamiento debe destinarse a inversión pública productiva, se está utilizando para sufragar gasto corriente. La inversión en materia de generación y transmisión de electricidad olvidada en esta administración, con consecuencias a la vista, en mediano plazo pone a México en vulnerabilidad y sin capacidad para capturar oportunidades de “nearshoring” e inteligencia artificial.
El gasto público al primer trimestre fue de 2,319,591.5 mdp. El financiar el 22% del gasto vía deuda en busca de ganar una elección es imprudente e insostenible, equivale a pedir prestado para enfrentar el gasto total en el primer trimestre de 2024 de los ramos administrativos de: Bienestar (242,108.6), Educación Pública (159,427.0), Energía (77,901.5) y Defensa Nacional (33,100.6). En el gasto público del primer trimestre destaca un mayor gasto a lo presupuestado por 35,811.3 mdp en el ramo administrativo de “Energía” debido al incremento de los recursos destinados para el fortalecimiento financiero de Pemex.
En este proceso electoral observamos candidatos, que ante la ausencia de luz propia, buscan mediante marrullerías inhibir la conversación pública, en lugar de crecer, hay quienes buscan bajar el nivel. Para ellos la libertad de expresión sólo existe cuando se escucha su voz, la sobreexposición existe cuando el adversario es a quién invitan y habla, patrimonio inexplicable el del contendiente sin reparar en el suyo o de sus compañeros en el poder o aspirando a él. Manojos de contradicciones que sólo alcanzan a ver la viga en el ojo ajeno.
Estoy optimista, no obstante, la raquítica oferta de los partidos. Los impresentables de siempre, perfiles sin capacidad para el puesto que aspiran, levanta dedos profesionales y personajes con larga y oscura trayectoria. Optimista al ver una sociedad dispuesta a tomar las calles y levantar la voz, jóvenes graduándose ávidos de trabajar, mujeres y hombres emprendiendo con arrojo, nuevas familias gestándose, jóvenes aspirando una mejor educación, empresarios creando empleos, organizaciones de la sociedad civil solidariamente y subsidiariamente ocupando los espacios que el Gobierno olvido, así como una rica conversación pública de posibilidades que el Gobierno y los políticos no escuchan ni han podido callar.
México, afortunadamente, es más que sus gobiernos y sus gobernantes, urge impulsar que las voces ciudadanas dominen la conversación pública. Votar sí, para posteriormente participar y exigir. Votar por servidores públicos que auténticamente lo sean, botar a quienes aspiren a servirse de lo público, a estos últimos habrá que respetuosamente conminarlos para que en un viaje sin retorno acompañen al actual Presidente a su finca de retiro.
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