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En busca de la política

Dicen que la democracia mexicana está en peligro y necesita de una defensa férrea que debe producirse a través de la movilización de una marcha con vestimenta de color rosa.

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Dicen que la democracia mexicana está en peligro y necesita de una defensa férrea que debe producirse a través de la movilización de una marcha con vestimenta de color rosa. En el templete personas que dicen no tener afiliaciones partidistas, y el orador, el ex presidente de la institución que organiza las elecciones federales. Así llegaron miles de personas para albergar esta idea compartida entre ellos y ellas. La misma propuesta se aventuró en algunas ciudades principales de México, salir a protestar porque, se insiste, la democracia está en riesgo.

En el libro “En busca de la política”, el profesor Zygmunt Bauman -título que tomo prestado para nombrar a esta columna- señala que durante los acontecimientos desencadenados en tres ciudades del Oeste de Inglaterra por la noticia de que el pedófilo Sidney Cooke había sido liberado de cárcel, una periodista dotada de un sexto sentido sociológico observó: “Si hay algo que garantiza que la gente saldrá a la calle son las murmuraciones acerca de un pedófilo. Lo que no nos hemos preguntado, es si esas protestas en realidad tienen algo que ver con los pedófilos”.

Esa periodista era Decca Aitkenhead, quien resaltaba esta idea en su artículo publicado en el periódico The Guardian: “Esta gente han encontrado su causa, pero ellos no están seguros qué es”. Personas que jamás habían participado en una protesta pública, señala en su artículo publicado en 1998, decidieron acercarse y permanecer mientras gritaban “¡muerte a ese canalla!”. ¿Por qué hacía eso si no conocían a Cooke?, se preguntaba. Su respuesta fue convincente: “Es la rara oportunidad de odiar realmente a alguien, de manera pública… es una cuestión de bien o mal y, por lo tanto, un gesto en contra de Cooke define que uno es decente. Sólo quedan muy pocos grupos humanos que uno puede odiar sin perder respetabilidad”.

Todos podemos coincidir en que la marcha para defender lo que una colectividad dice que está en riesgo es algo sumamente respetable y además le da legitimidad a la vida democrática, por ello todo finalizó el pasado domingo sin ningún contratiempo. El detalle es que otro sector importante observa que la democracia en nuestro País, con sus defectos y virtudes, sigue gozando de buena salud. Ni los intentos fallidos y tampoco las nuevas modificaciones que sugiere el Presidente mexicano han mermado la libertad y las condiciones para que las elecciones federales y locales se realicen el próximo 2 de junio.

Al contrario, piensan decididos, el País camina bien. Por ello nadie impidió esa libertad de salir a marchar y que solamente un Gobierno autoritario puede impedir, tal como sucedió en 1992 enfrente del hotel San Alberto, en donde la Policía Estatal detuvo a estudiantes y amagó sin éxito a los profesores que apoyaron al entonces Comité Estudiantil de la Universidad de Sonora. En persona vi como intentaban subir a un pick up blanco a uno de los profesores, mientras otro salía huyendo con el apoyo de un taxista que se encontraba estacionado a un lado de la oficina de correos.

Pero de nuevo vuelvo al tema para decir que me quedan muchas dudas de la participación como orador del ex presidente del INE. El ladrillo que él pudo haber acomodado en esa escalera sobre la construcción de la democracia mexicana, desde el primer día que dejó a esa institución empezó a resquebrajarlo. Por razones elementales no debió engancharse y hablar públicamente de un escenario que no existe respecto a la democracia. Cuando el poder está en juego, los grupos de interés buscan manchar a la ciudadanía. O ¿quizá busca ser candidato?

Doctor en Ciencia Política por la Flacso-México.