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Apertura democrática

Me gustaría poder llegar a las urnas y votar el próximo año sin arrugar la nariz. Lo que observo en estas semanas son individuos que en busca de un objetivo político están dispuestos a hacer lo que sea necesario, por un lado continuar en la genuflexión sumisa y por el otra lado defendiendo una alianza contra natura.

La democracia no es un pacto suicida, o por lo menos no debería de serlo. En estas semanas del informal e ilegal inicio de las precampañas en un ejercicio de quien viola de manera más creativa la ley y quien miente con mayor naturalidad desde un oficialismo que no logra entusiasmar ni a sus más fervientes acólitos; desde la oposición donde los descartes han capturado la atención al igual que la búsqueda de identidad de quienes se han inscrito. Sorprendentes los giros a la izquierda de quienes han transitado su vida política en la derecha, hacia el centro de los que provienen de izquierda y en defensa de un centrismo gris e indefinido de otros, nos deja la incógnita sobre qué es lo que realmente representan y creen los candidatos más allá de la búsqueda del poder, por el poder mismo.

Me gustaría poder llegar a las urnas y votar el próximo año sin arrugar la nariz. Lo que observo en estas semanas son individuos que en busca de un objetivo político están dispuestos a hacer lo que sea necesario, por un lado continuar en la genuflexión sumisa y por el otra lado defendiendo una alianza contra natura, teniendo ambos bandos en común la simulación, ilegalidad y defensa de que el fin justifica los medios. La autenticidad de los suspirantes en pocas ocasiones se exhibe privilegiando en la mayoría de los casos el empaquetamiento políticamente correcto de la mercadotecnia política para hacer de los candidatos lo más inocuo posible en aras de no ofender a nadie, sin importar que no convencen a nadie. Todo con tal de evitar perder un voto y exhibir lo que realmente creen. Quienes hasta hoy han logrado destacar lo han hecho por su espontaneidad e irreverencia apartándose de los lugares comunes propios de la tradición política mexicana.

El sueño guajiro de la unidad obnubila a quienes desde la oposición buscan imponer una narrativa de cambio sin ofrecer un espacio para quienes legítimamente disentimos y queremos conocer qué es lo que proponen en temas urgentes, importantes y fundamentales. Como urgente seguridad, salud, educación, militarización, finanzas públicas, corrupción, medio ambiente, federalismo y división de poderes. A debate el modelo económico que busca regresar a un estado empresario, dueño y rector de sectores donde se había permitido anteriormente a particulares invertir como exploración petrolera, electricidad, sistema financiero, aerolíneas, ferrocarriles, aeropuertos, minería y telecomunicaciones; a evaluar la falsa premisa de un fracaso de la incursión de capital privado confrontado con la realidad regulación deficiente por parte del Estado.

Importante el debate sobre nuestra historia, deplorable impulsar un revisionismo que convalide la propaganda del régimen con interpretaciones fantasiosas de transformaciones pasadas para legitimar una supuesta Cuarta Transformación, la cual ha fracasado. A debate el papel de la familia como célula básica de la sociedad, ideología de género, respeto a la vida, derechos de los niños y de sus padres, derechos de los pueblos originarios y muchos otros que hasta hoy los políticos se niegan a sostener, sólo los vemos en defensa de las imposturas de una agenda globalista en ese cálculo de sumas que en realidad restan.

Francis Fukuyama en 1989 declaró el fin de la historia con un supuesto triunfo de la democracia liberal sobre regímenes autoritarios, años después aclara que el debate aún continúa en este desordenado devenir histórico. Quienes sostenemos que la democracia con todas sus imperfecciones sigue siendo la mejor opción vemos con preocupación la propuesta de regresión a un régimen autoritario bajo un neomaximato, la continuidad impulsando lo que hasta hoy es un fracaso. De especial preocupación el militarismo progresivo y el abandono de la premisa de que la Presidencia lo es para todos y guardián del pacto federal. Esta semana se convocó a los gobernadores afines para presumiblemente tratar el tema de salud donde el requisito de admisión fue entregar el patrimonio y control de los sistemas de salud estatales.

Hegel postulaba que la historia avanzaría hasta que todos los individuos lograran satisfacer sus más profundos y fundamentales anhelos, lo cual se lograría bajo una democracia liberal. Marx interpretando a Hegel sostenía lo mismo con la variante que sólo se lograría bajo el comunismo. En México donde cada administración reinterpreta la historia, donde el único común denominador ha sido la corrupción de la “clase política” podemos afirmar que la Cuarta Transformación no ha logrado su objetivo de hacer historia, no representa nada más allá de un penoso capítulo.

La semana pasada postulé la alternativa de una tercera vía en busca de impulsar la democracia vía candidaturas independientes dado que la oferta actual de los partidos no nos representa. La respuesta alentadora de quienes están dispuestos a intentar no sorprende, como tampoco sorprende las advertencias de quienes afirman que sólo lograría dividirnos. Divididos y polarizados estamos, resignados a continuar así, jamás. Juntos podemos cambiar la conversación, la dinámica del proceso y ampliar el debate para que este abarque temas importantes. Si los partidos buscan incorporar el sentir ciudadano con ellos, de otra forma habrá que avanzar sin ellos.

Como ciudadanos debemos ofrecer escucha activa, apertura, honestidad intelectual, generosidad, empatía y misericordia con los candidatos y sus planteamientos, exigiendo vayan más allá del discurso simplista que nos ofrecen.

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