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Comunicar y gobernar

Vicente Fox terminó enredado en sus propios dichos y provocando un problema institucional grave al final de su sexenio, del cual hasta hoy pagamos las consecuencias. 

Cuando se ensayan formas de Gobierno que intentan ser novedosas, hay ocasiones en que se trastocan los límites de la cordura. El incidente -por llamarlo de alguna manera-, donde el mandatario sonorense habló de hacer obras públicas con amigos, revela un descuido algo más que verbal, la larga y deplorable historia de beneficios y beneficiados de los gobiernos hace que los relatos de abusos aparezcan de inmediato.

Las palabras fueron emitidas en forma consciente, pero hay que reconocer que bajo esta sincera y sorpresiva confesión hay algo de inconsciencia. El amiguismo ha deformado a nuestra clase política por demasiado tiempo, antes de nuestra democracia y después de esta, independientemente de la expresión política que detente el poder.

En la misma rueda de prensa en la cual se dio esta polémica declaración -ejercicio que resultó caótico y producto de una pretendida innovación-, se evidenció una conducción errática de la Secretaría de Educación, muy por debajo de las expectativas que se presumen en una administración preocupada por estos temas. Un secretario trastabillante, un Gobernador molesto y confundido por las respuestas, tendidas en una red de excusas, sin sustancia y con inesperadas evasivas.

Vicente Fox, primer Presidente panista, con el que cualquier administración morenista ambiciona estar lo más lejos posible –pero cercanos en la locuacidad-, declaró en una ocasión, evidenciando su ignorancia y sacando a la luz el embeleso que produce en los políticos actuales los medios de comunicación: “Gobernar es comunicar”, enunciado que ingenuamente pretendió inscribir en el muro de las frases para la historia política, suponiendo que así sería, ya que un pueblo como el nuestro hasta de las frases hace mitos.

La alocución fue una justificación y un error, ya que pretendía darle sentido a su verborrea incontrolable, para entonces convertida en una fuente de imprudencias. Si gobernar fuera comunicar, los problemas en nuestro País se hubieran resuelto inmediatamente con solo declararlo.
Caen en un error aquellos que pretenden llevar una administración gubernamental desde un micrófono, quienes procuran establecer un vínculo de comunicación con sus gobernados alimentados por información difusa, confundiendo gobierno con espectáculo, gobernar es mucho más complejo.

Vicente Fox terminó enredado en sus propios dichos y provocando un problema institucional grave al final de su sexenio, del cual hasta hoy pagamos las consecuencias. En el actual régimen federal se ha abusado de la palabra hasta llevarnos al absurdo, no hay acción en esta administración más trascendente que la conferencia de prensa matutina, transformada en tribuna para lanzar disparates, sermones y diatribas.

El mandatario sonorense requiere de moderación, contenerse de aquellas promesas colosales, superar los arrebatos ante una audiencia expectante, asimilar que los propósitos hasta hoy se encuentran en el campo de los proyectos; ampliar el lenguaje oficial para trascender palabras como histórico o extraordinario, términos muy gastados y sin penetración.

Hacer una rueda de prensa semanal para reflexionar en voz alta o poner en altavoz a los funcionarios, da más espectáculo que información y lo que evidencia es un desorden y poca claridad de objetivos, no hay prueba más fehaciente que lo que sucedió.

En un ejercicio de Gobierno, como en muchas de las actividades profesionales, la información es un complemento fundamental y una herramienta indispensable, pero no el objetivo central de una administración.

Las palabras en un Gobierno importan, pero lo que es contundente son los hechos, ahí habría que concentrarse.

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