Opositores
El viejo anfiteatro del Hospital Militar -depósito de cadáveres y sombrío testigo de tiempos de aniquilamiento-, era la representación de lo que sucedía en el País.
El olor era repugnante, el viejo anfiteatro del Hospital Militar -depósito de cadáveres y sombrío testigo de tiempos de aniquilamiento-, era la representación de lo que sucedía en el País. Hasta ahí acude el presidente del Partido Nacional Antirreleccionista, el general Vito Alessio Robles, a recoger los cuerpos de aquellos correligionarios. El doctor y general Enrique Osornio, encargado de la institución, había discutido acaloradamente y de mala manera con aquel antiguo compañero revolucionario.
El médico se negaba a entregarle los cadáveres de su candidato a la Presidencia de la República, el general Arnulfo R. Gómez (Navojoa, 1890-Coatepec, 1927) y sus dos acompañantes, los coroneles Francisco Gómez Vizcarra y Salvador Castaños. La discusión subió de tono, las condiciones no favorecían al dirigente del partido opositor y optó por la prudencia, se retiró tragándose la frustración y el coraje.
Aquel dirigente y contrario, días antes había sido encarcelado arbitrariamente, en reclusión se enteraba a diario cómo el País sucumbía ante una enfurecida suma de asesinatos de adversarios. Estando preso, llegaría una corona fúnebre hasta su domicilio provocando la zozobra en sus cercanos.
Su compañero de celda -el general Luis Hermosillo-, se despidió de él después de pasar juntos momentos oscuros de reclusión, al saber Hermosillo que sería liberado, un cálido abrazo selló aquella amistad unida por el infortunio. Al día siguiente Alessio Robles, se le informa que su compañero de cautiverio había sido asesinado. El combativo dirigente pudo abandonar la cárcel el 10 de noviembre de 1927.
Cuando Alessio Robles, obtuvo la autorización para recoger los cadáveres de sus compañeros, atestiguó la bestialidad de la política y lo salvaje que esta se convierte al envenenarse con la ambición.
Sobre unas mesas oxidadas permanecían los cuerpos inertes de Arnulfo R. Gómez y sus compañeros de paredón. El hedor de otros cuerpos, mezclados con los de aquellos partidarios, envolvía todo una atmósfera siniestra que provocaba el aturdimiento. Cada cierto tiempo se acercaba un soldado acarreando unas cubetas y los cuerpos de aquellos fusilados recibían unos baldazos de agua fría, suponiendo que con esta acción se conservarían en buen estado.
El dirigente antirreleccionista pudo al fin disponer de aquellos restos para darles un funeral digno. Arnulfo R. Gómez, no tenía familia en la Ciudad de México y Alessio Robles tomó la decisión que las exequias fueran en su domicilio.
Gómez, había sido detenido cerca de Teocelo, en Veracruz, el mal estado de salud lo había obligado a refugiarse en aquel Estado del que había sido jefe militar. Sin posibilidad de escapar del País y después del asesinato de Serrano y sus acompañantes y al fracasar un intento de atentado contra el presidente Calles y el candidato Obregón en Balbuena, logra huir y precipitadamente refugiarse en una cueva de la sierra veracruzana.
El encargado de llevarles los alimentos los delata, así el general José Gonzalo Escobar puede apresarlos y someterlos. El candidato a la presidencia, el sonorense Arnulfo R. Gómez, sería fusilado sin miramientos en Coatepec el 9 de noviembre de 1927. Para finales de julio 1928, el candidato ganador Álvaro Obregón y los opositores Serrano y Gómez habían sido asesinados, la muerte se había adueñado del País.
La oposición en México tiene una larga historia, la ruta de sangre ha sido nefasta, el poder presidencial debe abandonar el clima de confrontación. Los denuestos y acusaciones se asemejan a los que aquel oficialismo lanzaba: “Reaccionarios”, “apátridas”. En respuesta los oponentes respondían: “Álvaro Santa- Anna” vociferaba Gómez. La espiral de muerte al adversario en México fue ominosa. Pareciera que al poder actual le seduce regresarnos a aquellos desgraciados tiempos.
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