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Las grietas de la política sanitaria sonorense

En cuanto al personal sanitario, según las últimas cifras de los Servicios de Salud de Sonora, de las 13,067 personadas contratadas, 7,846 cuentan con una base y 460 son de confianza.

El final del 2020 amerita examinar el estado del sistema sanitario en Sonora. Coyunturalmente, los números son desfavorables. Al 27 de diciembre, los datos de Conacyt muestran que la entidad ocupa el cuarto puesto nacional en mortalidad por Covid-19 y el cuarto sitio en incidencia de casos, con 130 muertes y 1,637 contagios por 100 mil habitantes, respectivamente. El Estado ha sido un constante foco rojo en el País.

Más allá de las atípicas condiciones, suenan otras alarmas. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 (Inegi), la prevalencia de diabetes en Sonora respecto a la población de 20 años y más fue del 11.2%, por encima del 10.3% nacional. En cuanto a la prevalencia de hipertensión, Sonora ocupó el segundo lugar nacional con una tasa de 24.6%, sólo por detrás de Campeche (26.1%). Las campañas preventivas siguen siendo inefectivas.

Institucionalmente, el Isssteson continúa padeciendo frecuente desabasto de medicamentos y creciente deuda a proveedores. La raíz del problema parece administrativa, pues los trabajadores del Estado pagan las cuotas de seguridad social más altas del País. Bajo la Ley 38 vigente, el empleado aporta al Instituto el 17.5% de su sueldo. Incluso el 29.5% adicional cubierto por el patrón ha sido insuficiente para evitar el subsidio de los no derechohabientes. En el rubro específico de pensiones, el 27% de los sueldos que va etiquetado a ese fin contrasta con el 11.3% del Issste y el 6.3% del IMSS.

En infraestructura, el nuevo Hospital General anunciado a principios del 2017 y con fecha original de entrega para finales del 2018 acumula ya más de dos años de atraso. Adicionalmente, la unidad matriz de servicios de salud mental y adicciones, el Centro de Higiene Mental Dr. Carlos Nava, sigue sin cumplir con los criterios indispensables para la atención digna y de calidad.

En cuanto al personal sanitario, según las últimas cifras de los Servicios de Salud de Sonora, de las 13,067 personadas contratadas, 7,846 cuentan con una base y 460 son de confianza. Miles de trabajadores eventuales continúan padeciendo precariedad.

En cuestión administrativa, dos precedentes dañinos fueron sentados: Primero, los nombramientos de un contador público al frente de la Secretaría de Salud y de un politólogo al frente del Isssteson; después, la partida en plena pandemia del director del Instituto para buscar una candidatura. En conjunto, los tres movimientos reforzaron la percepción de que el interés político se antepone a la salud pública. Parecen regla, no excepción.

Sin embargo, el 2021 pinta para ser un mejor año. A nivel nacional, con el arribo de casi 50 mil dosis en la última semana, México se convirtió en uno de los primeros 10 países en comenzar una campaña de vacunación contra Covid-19. Las vacunas llegaron incluso antes que a la Unión Europea, Brasil, India, Australia o Japón, economías con mayor poder de negociación frente a las farmacéuticas.

A nivel estatal, la campaña electoral en Sonora abre una ventana de oportunidad para sanar las grietas de la política sanitaria. Las encuestas muestran que siete de cada 10 sonorenses esperan ver un Gobernador que haga cosas nuevas, frente a dos de cada 10 que buscan continuidad. Brindemos por esas expectativas de cambio.

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