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Desde la Polis

Uno de los puntos más recurrentes en la narrativa del Presidente es su opinión de que todo lo que existía antes en la burocracia mexicana, era muy deficiente o de plano, no servía. Sabemos, al escuchar las mañaneras, que cuando una frase comienza con “en el régimen neoliberal…”, implica que lo que sigue (trátese de justicia, empleo, ecología, cultura o hasta deporte) no servía… y que ahora, “porque México ya cambió”, estamos en otra realidad. Sin duda, es imposible e incorrecto calificar todo de manera maniquea, pero en todas sus tesis, hay medias verdades que le permiten el beneficio de la duda, de parte de las masas. ¿Todos los jueces eran incompetentes? ¿Todos los policías federales eran corruptos? ¿Todos los altos especialistas dentro del Gobierno eran sinvergüenzas fifís? Sin duda un gran porcentaje de todos esos ejemplos sí lo eran… y con ese número basta con revisar y reestructurar (no necesariamente desaparecer) sistemas con fallas. Desconozco si este método discursivo del Presidente sea instintivo e inconsciente o es fríamente calculado; por lo pronto, está funcionándole. Esta semana, AMLO volvió a decirnos que antes (porque ahora ya eso se acabó) vivíamos en un país de simulación, donde se creaban y creaban instituciones para taparle el ojo al macho. Usó como ejemplos puntuales, el Sistema Nacional Anticorrupción y las Fiscalías Anticorrupción. Personalmente estoy de acuerdo con él; si yo visitase algún país y me topara con que el Estado creó cuerpos “anticorrupción”, pensaría de inmediato que es tal la descomposición dentro de las instancias encargadas de procurar y aplicar la justicia, que se auto-dieron palmaditas en el hombro con estos nuevos cuerpos, que harán más obesa la burocracia y probablemente las cosas no cambiarán porque existan. Por lo pronto, eso es lo que ha pasado en México (el ejemplo sonorense es consistente con esto). Pero después de decir todo eso, el Presidente transita a platicar sobre la idea de crear una sala adicional, en la Suprema Corte de Justicia, para tratar exactamente los temas de anticorrupción. ¿Siempre sí, entonces? Es cierto, la Corte actual dista mucho de sus mejores épocas. Recientemente, ayudó a enderezar el barco la llegada del prestigiado doctor González Alcántara Carrancá, pero de nuevo surgieron las preocupaciones con el siguiente arribo: La doctora Esquivel Mossa, esposa del constructor consentido, Riobóo. Es normal: Hay presidentes a los que les toca colocar ministros (Fox, Calderón y Peña lo hicieron) y hoy es el turno de AMLO. Sin embargo, la creación de una sala adicional implicaría aumentar el número de ministros, de 11 a 16 y éstos nuevos serían asignados por la presente administración, lo que implicaría que el Poder Ejecutivo federal tendría -de facto- clara vara alta sobre el Judicial. En México, por nuestra tradición política, está arraigada la creencia de que el Poder más fuerte es el Ejecutivo. Revisemos las narrativas en las pasadas elecciones: Se le atribuyeron poderes prácticamente paranormales a los candidatos presidenciales… para crear o para destruir al País. Veamos, por ejemplo, el clásico (y absurdo) ejemplo de la constante comparación que hace la derecha nacional entre AMLO y Maduro. Por el deterioro institucional de Venezuela (donde se impuso una “dictadura benévola” durante el chavismo), lo que se le ocurriera al Presidente, se tenía que hacer realidad. Aquí las cosas no son así y vale la pena seguir distantes de dicho sendero. En las democracias desarrolladas, el Poder con más poder no es el presidencial, sino lo que se decide en la Suprema Corte. Recordemos que uno de los elementos que más fuerza y legitimidad dan a un país, es su Estado de Derecho, su apego a las leyes y la noción sólida de que nadie estará por encima de ellas. En las Supremas Cortes se decide la constitucionalidad de las normas, se crean precedentes y jurisprudencias (efectivamente, haciendo de este Poder, uno con aptitudes legislativas también). Se traza cuál es el rumbo de esas reglas del juego a las que se apegará el País. En este espacio siempre he dicho que, desde lo que se puede hacer desde el Gobierno nacional (como parte de los esfuerzos para salir del hoyo en el que estamos), resulta clave las acciones por fortalecer a los aparatos que procuren e impartan justicia. Eso comienza con el Policía Municipal que aprehende a alguien y termina con un ministro de la Suprema Corte, pasando por jueces de control, jueces, magistrados, fiscalías, ministerios públicos, etc. Mientras ese conjunto de instancias e instituciones sigan funcionando deficientemente, seguirá reinando la impunidad. Mientras persista la noción de que aquí la justicia es del que la puede comprar… o que simplemente, por la ineptitud, ésta no llegará a las víctimas -sean o no vulnerables- todo lo demás que queramos edificar como país, seguirá desmoronándose.

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