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Proyecto Puente

En mayo de 1984 Manuel Buendía fue asesinado. El periodista documentaba la red de narcotráfico, corrupción, la CIA, relaciones del poder y la Iglesia. Aunque fue considerado un chivo expiatorio, el que pagó por su asesinato fue José Antonio Zorrilla, ex director de la Dirección Federal de Seguridad. Ante la caída del régimen priista en el 2000 hay 125 periodistas asesinados como Manuel Buendía en México. Antes de la llegada del panista Vicente Fox a la Presidencia, criticar al Presidente de la República era como hoy se vive en la mayoría de los estados con los gobernadores: Peligroso. Te callaban. Perseguían. O desaparecían. O mataban como a Santiago Barroso. Simplemente no se podía hacer periodismo. Fox quitó esa patente de corso. Permitió la crítica al Presidente y la Ley de Acceso a la Información Pública. Eran pocos los contrapesos periodísticos que tenían esa prerrogativa: En 1976 Julio Scherer abrió Proceso, tras el golpe de censura en el Excélsior. En 1984 nace La Jornada. La llegada de Reforma que formó a grandes periodistas que hoy ejercen la profesión como ejemplos de lo que debe ser el periodismo, también, en 1993. Milenio en sus inicios. Entre otros esfuerzos editoriales y periodistas en lo individual, como un José Gutiérrez Vivo, Carmen Aristegui. En los estados, EL IMPARCIAL, El Diario de Yucatán, AM de Guanajuato, fueron escuelas de periodismo. Hoy los medios digitales y redes sociales son los que tienen la agenda de contenidos que marca las pautas a nivel nacional como Animal Político, Mexicanos Contra la Corrupción y muchos más desde lo local. Ocurre que se volvió peligroso en el País ser periodista. No sólo por las autoridades de todos los niveles. Hay un enemigo impune: La delincuencia organizada. Desde el 2000 a la fecha 125 periodistas han sido asesinados. Incluyo en la cifra a Santiago Barroso, de San Luis Río Colorado. El 99% de los casos están impunes. No hay responsables de los delitos contra colegas. Son datos duros de la Organización Artículo 19 publicados hace dos semanas. Esto sin contar los periodistas desaparecidos, amordazados, amenazados, desplazados, callados, vejados en las empresas, perseguidos y mal tratados por los gobiernos de todos los niveles. En lo que va del 2019 son tres asesinatos vinculados con la libertad de expresión. Y son cuatro durante el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Estamos frente a un cambio de régimen, como lo presume diariamente AMLO en sus conferencias. Eso implica el respeto a las libertades. Los delitos contra periodistas son federales. Los gobernadores no quieren periodistas no alineados. Está comprobado. López Obrador puede y debe parar este río de sangre y guerra contra el periodismo desde el 2000. Con garantías de libertad de expresión y justicia. De poner el ejemplo y no impulsar divisiones sociales entre prensa fifi y aliados suyos. Entiendo y apoyo que se defienda ante mentiras de medios que quieren denostarlo, pero no hace falta caer en una confrontación contra la prensa como lo hace Donald Trump. No lo necesita. AMLO sí es un Presidente popular y de mayorías. Pero debe entender que el ejemplo lo debe poner él con respeto y, sobre todo, perseguir a los asesinos y agresores de periodistas. Los gobernadores ya demostraron en 19 años de alternancias presidenciales que lo que menos quieren es una prensa libre, profesional e independiente. Ahí están los números. No mienten. Todos en diferentes Estados. Así como se combatió al huachicoleo que todos los mandatarios estatales fueron omisos, debe enfrentarse a quienes lastimen la libertad de expresión. Sólo así se mandará un mensaje de respeto a los periodistas. Sonora es una prueba de omisión: Epifanio Salido Pavlovich, secretario técnico del Estado, encargado de las relaciones con medios de comunicación, sabía de las amenazas contra Proyecto Puente. Fue el primero al que se le llamó tres semanas antes para decirle lo que había ocurrido con la denuncia anónima sin sustento. Afirmó que la Gobernadora había escuchado el audio del fiscal Odracir Espinoza, quien prejuzgó y rompió secrecía violando la presunción de inocencia, y estaba indignada. Que le iba llamar para decirle que estaba mal y no hiciera nada. No sólo no le llamó: Permitió que sucediera. Esa simulación de las autoridades para atacar a críticos y proteger a los aliados que les tapan sus excesos es el cáncer que está acabando con las libertades en México. Si no se para la muerte y persecución contra periodistas la democracia morirá. Esta guerra sólo la puede parar la autoridad federal. Nadie más. Los gobernadores están rebasados, son omisos y hasta permiten los excesos contra periodistas.

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