Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / notamigracion

Desde la Polis

Los discursos del Presidente en las plazas públicas o en las conferencias mañaneras abordan tangencialmente sucesos coyunturales, pero el centro del discurso es siempre el mismo. Primero, dice que lo que había antes representó el saqueo y la corrupción, que les dejaron el País hecho trizas. Segundo, dice que ya México es otro, que esas condiciones previas ya no existen más. Ya dependerá de la inteligencia y colmillo de quienes lo escuchen el qué tanto entiendan (o crean) la mezcla de ambos mensajes. La clave en lo atractivo del mensaje de AMLO es que es sencillamente irrefutable: Lo que estuvo antes no fue óptimo y la corrupción nos tronó. De ahí que pueda resultar ser un torpedo a la línea de flotación el tristemente famoso “perdón” a los de antes porque así presumiblemente evitaría que el País se desestabilizara políticamente. Las mayorías, con una sed de cambio y justicia, simplemente se quedaron confundidas y han apechugado, volteando la mirada en otra dirección. La actual popularidad del Presidente, frente a algo tan delicado, comprueba mi dicho. Evidentemente yo no estoy de acuerdo con esa decisión, porque para que el cuento de que “las escaleras se barren de arriba para abajo” comience a cobrar tracción en todo el espectro de la vida en México (es decir, para corroer la noción de que aquí reina la impunidad), hay que aplicar la ley y llamar ante la justicia a quienes la hayan violado, sin distinción de jerarquías burocráticas. El hacer -o no- este tipo de cosas es una de las diferencias nucleares entre los países desarrollados y los bananeros. Pero bueno, la decisión ya ha sido tomada. El Presidente cree que pintando una raya en la arena y diciendo que de aquí en adelante ya la cosa cambia… la cosa cambiará, y creo que se equivoca. El querer transformar al País, partiendo de ese “perdón” es como querer construir un super edificio, con los mejores materiales y diseños, pero olvidándose del su columna vertebral en los cimientos. Peligra que esto funcione… y en las siguientes líneas explicaré por qué. Le pido, amable lector(a) que recuerde las dos premisas iniciales: “Los de antes nos dejaron un desastre” y “de ahora en adelante la corrupción en México ya no existe”. De entrada, debemos ver y aceptar la realidad, no fantasear con una alterna. Esto, en relación al estado actual del nuevo régimen. Van dos ejemplos, en el corazón de la 4T -Tabasco- que será la joya de la corona. Ahí, Morena arrasó con una brutalidad indomable. Primero, controlando completamente la entidad, la nueva legislatura reformó la ley para que no se deban licitar las obras públicas estratégicas (lo que el Naicm fue para la administración de Peña, para AMLO será la refinería de Dos Bocas). Segundo, toda la información referente a la obra más importante del sexenio está, hasta el momento de escribir esta columna, reservada. Repito, esta es la realidad… y para avanzar y entender lo que viene -y cómo se puede contribuir a no caer en los mismos errores del ayer- hay que reconocerla. AMLO, con puntería de flechador Yaqui, acierta en algo que repite todos los días: El sistema neoliberal, rampantemente corrupto en México, nos quebró. Inmediatamente enuncia ejemplos de las transas, del desmantelamiento y regalo de industrias estratégicas a los cuates del poder. Si tanto se evoca a esos perjuicios hacia México, ¿qué hacer ante ello? ¿Será sólo un eterno recordatorio de cómo nos dañaron -para ganar tiempo- o se tiene una idea de cómo revertir la situación? La neo-oligarquía nacional fue creada por Salinas (ahí reside su poder) y marginalmente -pues no quedaba mucho por repartir- por Zedillo; sólo se benefició a una micro-élite. Supongo que no se le pueden quitar los ferrocarriles y el cobre a Larrea, la plata a Bailléres, la telecomunicación a Slim, etc. puesto que en su momento todas los regalos -perdón- las operaciones fueron legales. Pero hay dos acciones mínimas que sí se pueden (y deben) tomar con carácter de urgente. Primero, revisar y reformar categóricamente el entramado jurídico que vincula al burócrata (a su persona primero, y a su investidura después) en cuanto a las decisiones que toma y cómo pueden afectar al País. Es demasiado fácil comprar politiquillos en México. Segundo, debe haber una comprehensiva reforma fiscal porque es insostenible que industrias de miles de millones, no participen equitativamente en el desarrollo nacional. Muchos de esos oligarcas se escudan diciendo que no tiene caso, pues México es irremediablemente corrupto y que ellos dan empleos como nadie. Debe romperse el ciclo vicioso. Si no se quiere castigar a los que hicieron el daño, debe impedirse rotundamente, cambiando el ADN de la dinámica, que esto se repita. Hoy por hoy, nada de esto se ve en el radar. De nuevo: Hechos y no realidades alternas. Posdata: Podrá estarse de acuerdo -o no- con la calidad del trabajo de los periodistas, o con que decidan buscar el cobijo de un proyecto político u otro. Pero lo que categóricamente se debe rechazar es la utilización facciosa (como se ha visto en Sonora, de manera chafa) de las instituciones para asustarlos y amedrentarlos. No se ganó en el 2015 para esto.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí

Temas relacionados