Proyecto Puente
Fueron casi cuatro décadas en que el Gobierno de Estados Unidos ocultó los secretos de una torpe guerra contra Vietnam. A finales de los años setenta el New York Times y el Washington Post se atrevieron a publicar los expedientes del Pentágono que desnudaban las mentiras hacia el pueblo norteamericano. El Gobierno siniestro del presidente Richard Nixon amenazó con demandar y meter a la cárcel a los periodistas del Times y del Post si se atrevían a publicar dichos documentos. Se fueron a juicio. De parte del Post, Katharine Graham encabezó la defensa. Junto con Ben Bradlee, editor que dio forma a la investigación del Wategate que acabaría con la renuncia de Nixon al poder; Graham tenía cercanía con funcionarios del poder. Pero decidió romperla por el periodismo y el derecho a saber. Publicaron los expedientes. Y ganaron el juicio en 1971: “Los padres fundadores han dado a la prensa libre protección que deben tener para desempeñar su función esencial en la democracia. La prensa debe servir a los gobernados, no gobernantes”, dictó en su sentencia el magistrado Hugo Black. Un año después, Nixon, uno de los peores represores que ha tenido Estado Unidos, obsesionado con el control de todo, renunció a la Presidencia tras documentarle el Washington Post el esquema de financiamiento ilegal en su campaña y el espionaje -persecución que practicaba a la oposición. Esto es un parte aguas en la prensa internacional. Son 50 años de escuela periodística. El recuento que hace ayer Juan Carlos Zúñiga sobre los ataques a la libertad de expresión en Sonora son inadmisibles. De nuestra parte, tenemos todo debidamente comprobado y documentado de amenazas, mensajes, advertencias por el ejercicio periodístico. La relación con los medios de comunicación se pervirtió desde el sexenio pasado. Se triplicó el presupuesto para medios y, en este Gobierno, se mantuvieron los privilegios. Ahí es donde reside el fondo del problema: La actitud lopezportillista de: “No pago para que me peguen”. Hasta el año pasado el Gobierno del Estado gastaba un millón 500 mil pesos diarios, aproximadamente, en publicidad gubernamental. Los gobiernos necesitan, sin duda, difundir sus campañas o información. Pero se hace con discrecionalidad a nivel nacional. Una regulación del gasto de publicidad acabaría con la discreción y control. Que haya criterios para repartir el dinero de acuerdo al impacto de medios. Ya se dio un paso: Se recortó este año a algunos medios. Recuerdo que en el sexenio pasado los priistas reclamaban a medios la falta de publicación de los excesos del panismo. Había hasta campañas que, como siempre, encabezaba Sergio Zaragoza, con la etiqueta de Censura Sonora. Hoy que hay medios que intentamos hacer ese periodismo que necesita Sonora se recibe una constante embestida mediática. Ayer Juan Carlos los enumeró. Lo que preocupa es que en Palacio de Gobierno no se entienda que la persecución contra periodistas no es la solución. Eso mismo intentó Padrés. Vean el final. Cuando el 13 de septiembre del 2015, la gobernadora Claudia Pavlovich habló de una ruina moral, financiera y social heredada, reprochó a medios de comunicación y a la sociedad en general la permisividad de la corrupción y excesos a los panistas. Así lo dijo textualmente: “Lo más grave de todo es la deformación de cierto sector de la sociedad que sabía que estaba pasando, convivía con ellos y permitía que siguiera sucediendo. Si piensan que lo económico es lo que más preocupa, esa es la menor de mis preocupaciones. La moral es el fondo del asunto; lo realmente preocupante. El nivel de corrupción fue nunca antes visto. Eso tiene remedio si dejamos de ser condescendientes con la corrupción. Así lo exigen los sonorenses. Atrás quedaron los escándalos de corrupción, enriquecimiento ilícitos. Atrás quedó el Gobierno que tenía abandonado los hospitales, las medicinas, las escuelas, fondo de pensiones. Hoy despertamos para dejar atrás ese mal sueño y dejar atrás la impunidad y abrirle paso al Estado de Derecho. Sonora no volverá a hacer tierra fértil para amasar fortunas y abusar de la confianza de los sonorenses que en lugar de servir se sirvieron con la cuchara grande. Quien fue corrupto no estará tranquilo hasta que pague las consecuencias de sus actos”. Es una parte de su discurso, pero, ¿se olvidó? Los periodistas que nos tomamos en serio la profesión sólo queremos informar y prevenir. No somos enemigos. No estamos siendo parte de esa deformación social que se repite sexenio tras sexenio. Están a tiempo de contener la caída. Ojalá Pano Salido no se preste a la persecución de periodistas porque, si sabe lo que ocurre tras estos atentados, no hace nada y se presta a la simulación, el comportamiento de Nixon se aparecerá en Sonora.
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