Desde la Polis
Siempre he creído que la historia tiene dos grandes funciones prácticas: Por un lado, sirve para decirnos de qué está hecha la humanidad; podemos saber “quién es quién” en cuanto a sociedades se refiere. Por otro lado, el mirar hacia atrás nos ayuda a entender el presente y a poder dibujar el futuro. Platicando con un historiador harvardiano, teniendo como contexto la llegada al poder de Trump, contrastamos principalmente dos visiones: “Era inevitable su triunfo, pues era imposible que una sociedad así no produjera un líder así” versus “este fue un accidente histórico, completamente evitable, si se hubiera hecho esto y esto otro”. Recuerdo la anécdota pues para mí, la llegada de AMLO era un evento inevitable. No porque él estuviera “predestinado”, sino porque se hicieron tantas cosas mal, por mucho tiempo, que el hoy Presidente llegó en el momento correcto. ¿Hay en nuestro País mejores hombres y mujeres, más sabios, más honestos, y más talentosos? Por supuesto, pero, recordando a Ortega y Gasset, sus circunstancias no les ayudaron. México, tras padecer tales niveles de corrupción, ineficiencia, desigualdad, marginación e impunidad, atendió a una narrativa sencilla que prometió realidades opuestas, y tuvo tracción entre los electores. No hubo promesas ingeniosas ni disruptivas (invito a leer el documento preelectoral de diciembre del 2017 para contrastarlo con lo que se está haciendo hoy), pero bastó el gran motor del desprecio a los políticos y el desencanto al statu quo actual, para que arrasara la opción encabezada por AMLO. No puede haber esperanza (ni racionalidad) alrededor de una propuesta política cuando se vota -como se votaba hace 40 años por el PRI- en bloque e incluso hay lugares donde Morena ganó sin tener candidato. Es un claro rechazo a todo lo demás. Otro candidato, que hubiera hecho campaña diaria por doce años, que se paseara con naturalidad entre “la raza” (con esto ya descartamos a los del Prian) y que no robara, también hubiera ganado. Nota: Nadie cuya fuente de ingresos dependiera de su trabajo (y no del erario) hubiera podido hacer una campaña política tan larga, pero los demás elementos no son extraordinarios. Piénsenlo: ¿Es extraordinario no ser ratero? ¿Es extraordinario saberse bien más de tres títulos de libros? Realmente porque estábamos tan pero tan mal como País, es que esta fue la salida elegida. En un panorama así (tanto repudio hacia todo el espectro político y tanta simpatía hacia el nuevo Gobierno), se detenta el poder como no se había visto en México en mucho tiempo. Con la excepción de Salinas, que partió de la nula legitimidad (fraude del ‘88 operado por Bartlett) y construyó un capital político brutal a base de extraordinaria inteligencia (y perversidad), AMLO tiene hoy la mesa servida de manera inédita: Con legitimidad y con un monumental hartazgo popular en contra de sus adversarios. Si políticamente hablando esto no es un cheque en blanco, no sé qué lo sea. Se podrá o no estar de acuerdo con muchas cosas del nuevo Gobierno; a diario yo escucho opiniones en ambos sentidos. Voté por la actual opción porque entiendo el gran daño del actual statu quo (que se supone debe cambiarse a uno más digno) y de quienes lo construyeron… y porque tengo algo de esperanza. Sin embargo, me inquieta bastante esta noción que permea entre un gran sector social de que porque los del pasado fueron corruptos, ineptos y muy sinvergüenzas… al actual Gobierno “se le debe de dar chance de equivocarse”. ¡El horno no está para bollos! Esto viene a colación directa a varios neofuncionarios públicos que comienzan a ocupar puestos clave en las áreas de energía, educación, desarrollo social, ciencia y tecnología y seguridad pública. Se han colado muchos advenedizos, improvisados y pillos… que definitivamente no tienen ni las calificaciones ni la experiencia ni las credenciales para ocupar puestos determinantes. Hay que recordar, en medio de este discurso de honestidad republicana, que aceptar un cargo público para el cual no se está preparado es el primer acto de corrupción. Nuestras masas no leen, no están pendientes de las decisiones críticas que toman los gobiernos… y en este caso estarán muy contentas recibiendo pensiones por ser de la tercera edad o por ser jóvenes ociosos (el Presidente dice que no hay que llamarles NiNis). Pocas cosas pueden ser tan riesgosas y antidemocráticas como librar cheques en blanco a los gobiernos, aunque estén integrados por virtuosos (el nuestro no es el caso). De la actual oposición no podemos esperar mucho, pues está mayoritariamente integrada sólo por retazos mediocres del régimen anterior que, como siempre, sólo verán por ellos mismos y su supervivencia financiera. Aquí se probará de qué está hecha la ciudadanía mexicana; veremos qué tanto hemos madurado para representar un sano monitor -y contrapeso- frente a nuestro Gobierno. Este es el gran reto.
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