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Desde la Polis

Sin duda estamos viviendo tiempos positivos; no tanto porque haya un desempeño espectacular de parte del nuevo Gobierno nacional, sino porque simplemente se percibe algo distinto al marasmo y medianía de ideas y espíritu a la que los gobiernos de las últimas dos décadas nos acostumbraron. En Sonora, por ejemplo, las recientes encuestas realizadas por Inegi revelan un incremento en la percepción de confianza y seguridad entre la ciudadanía, se están ejecutando más órdenes de aprehensión y en el tema huachicolero, le están apretando a los bandidos del Sur del Estado. Por otro lado, a nivel nacional, la inseguridad sigue siendo el dolor de cabeza del nuevo Gobierno y de quienes tienen la responsabilidad burocrática de enfrentarla; la violencia homicida sigue -como era de esperarse- avanzando. Proporciono ambos ejemplos pues son situaciones que acontecen paralelamente aunque su naturaleza es distinta: En una, la Fuerza del Estado puede generar un cambio en el corto plazo, mientras que en la otra la esperanza es que pueda hacerlo hasta en tres o seis años. A diferencia de un Gobierno como el de Calderón o el de Peña, donde era relativamente fácil predecir qué sucedería seis años después, esto para mí es un acertijo, pues hay señales de esperanza y preocupación. Antes había muchos pillos con mucha técnica; ahora hay menos pillos… y se tiene menos técnica. Por un lado, me quedo anonadado cuando escucho al presidente, que sin ser un erudito en economía, logra captar la esencia de la erosión nacional bajo un sistema diseñado única y exclusivamente para que los pocos que tienen mucho, tengan cada vez más y que los muchos que tienen poco, apenas sobrevivan para abonar a la generación de la riqueza de los primeros. Académicamente, dudo que él sepa bien cómo se configuró el neoliberalismo y cómo revertirlo, pero da en el clavo cuando afirma que este sistema cuasi perverso deterioró muchas instituciones sociales, morales y económicas de nuestra sociedad. ¿Qué otro líder político había dicho esto antes? ¿Cómo concebir a un “Ricky Riquín” o a Meade reflexionar sobre esto, si su arribo al poder única y exclusivamente se podría entender como una consecuencia de un grupo preocupado porque dicho sistema se perpetuara en México? Hoy escuché al Presidente decir en Sinaloa (enclave de la más obvia y obscena mancuerna entre crimen organizado, empresariado y Gobierno): “No es fácil echar a andar a un Gobierno que estaba parado, detenido, frenado; un Gobierno federal que tenía como propósito, como misión, facilitar el saqueo y no beneficiar al pueblo de México. No estaba hecho el Gobierno para servirle a la gente, sino para que se hicieran jugosos negocios al amparo del poder público. Por eso lleva su tiempo y exige de mucha perseverancia llevar a cabo los cambios.” Es extraordinario que esto lo diga el Presidente de la República. Por otro lado, me inquieta un poco el método de la demagogia exagerada, en la repetición diaria de frases como “México ya cambió”, “ya se acabó la corrupción”, “ya es otro país”, etc. pues es infantilmente falso. En la escuela política del trópico, es común que se envíe de vacaciones a la mesura discursiva… pero el uso continuo de estos mecanismos podría también indicar la existencia de un autoengaño presidencial… o provocarlo. Porque si algo le afectó a los anteriores gobernantes, fue una visión distorsionada de la realidad (¿se acuerdan de Foxilandia, por ejemplo?). La malicia y la vagancia son normales en todo político añejado, pero sería no sólo preferible, sino sencillamente más provechoso emplearlas con más elegancia. BUEN INTENTO, MEDIANO RESULTADO Indiscutiblemente positivo el esfuerzo para pegarle al huachicol. No hay ciencia: Hay que cerrar la llave de miles de millones de dólares perdidos y desactivarle su “bisnecito” a gobernadores, mafiosos, gasolineros y funcionarios federales. Sin embargo, quedó claro que esta gran idea no fue acompañada por una serie de estrategias y planes de acción para contener las contingencias. No hubo certera coordinación entre las entidades de seguridad, las de comunicación y las militares. Está tan afianzada la cultura de la ilegalidad en nuestro País, que incluso se llegó a hablar de indemnizar a los quemados sobrevivientes en Hidalgo, cuando -si se cumpliera a rajatabla con la ley- podrían estar esposados a la cama del hospital, en calidad de detenidos. En este contexto, creo que no ayuda que ahora se le pague a los huachicoleros para que no sigan delinquiendo (bajo el sofisma de que lo hacen por necesidad). Como en el boxeo, en la política se deben soltar combinaciones efectivas que combinen puntería y fuerza: Ni Tyson ni Chávez ni Ali le apostaban a un golpe. La falta de ingenio en las estrategias de seguimiento, no sólo en este episodio, sino en los que vendrán, pueden desperdiciar excelentes oportunidades para acercarnos a ese cambio que tanto queremos.

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