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En la lupa

La columna pasada prometí hacer unos cálculos en torno a los costos de la corrupción documentados en el sexenio de Enrique Peña Nieto y qué cosas se hubieran podido hacer con ese dinero. Según el reportaje “La Estafa Maestra: Graduados en desaparecer dinero público”, de Animal Político y Mexicanos Unidos Contra la Corrupción, el tamaño de ese desfalco fue de 7 mil 670 millones. MCCI también documentó la “Operación Safiro” que involucró la contratación de empresas fantasma por parte de siete gobiernos estatales, entre ellos Sonora, por un monto de prácticamente 650 millones de pesos, algo así como 36 millones de dólares. El Gobierno de Sonora gastó en esas empresas, que incluso estaban vetadas por el SAT, la suma de 140 millones 591 mil 669 pesos. Entre la “Casa Blanca” de Peña Nieto y la casa de descanso de Luis Videgaray en Malinalco suman 140 millones más. En total, solamente en esos temas, la cifra asciende a 8 mil 460 millones, muy poco comparado con lo robado por el famoso huachicol, que según cifras del Gobierno federal ascendía a 60 ó 65 mil millones anuales. Podemos aventurarnos a imaginar una estrepitosa cantidad de 390 mil millones por robo de combustibles y si le sumamos los escándalos de corrupción señalados, México perdió alrededor de 400 mil millones en el sexenio anterior. ¿Qué haría usted con ese dinero? ¿Cómo sería México si ese recurso hubiera sido verdaderamente ejercido en beneficio de la sociedad? Hagamos unas cuentas. Un hospital de especialidades como el que actualmente se construye en Hermosillo, tiene un costo aproximado de 600 millones. Construir uno adicional por cada Estado de la República nos hubiera costado 19 mil 200 millones. Esto quiere decir que se hubieran podido construir tres por cada entidad… ¡al año! Y nos hubiera sobrado para su adecuada operación. Según la OCDE, alrededor del 41% del gasto total en medicamentos en México es gasto de bolsillo. Es decir, lo pagamos del ingreso familiar. Además, según el IMCO el presupuesto en salud se disminuyó en un 20% durante el pasado sexenio, esto incluso en franca violación a la obligación de progresividad en el gasto en la materia. Es difícil imaginarse 400 mil millones de pesos, pero si hacemos comparaciones y cálculos podemos dimensionar lo que se robaron. Si el gasto público en salud en 2018 fue presupuestado en 122 mil 557 millones, con lo que se robaban de combustibles fácilmente pudieron abatir el gasto en bolsillo y garantizar todos los medicamentos a las y los mexicanos. De paso hasta hubieran sobrado 100 mil millones para contratar más personal médico y mejorarles sus prestaciones y condiciones laborales, que bien que se lo merecen quienes mantienen en pie las instituciones de salud. Así que si usted tuvo que comprar su medicamento en una farmacia privada porque no había en la institución pública de salud, ya sabe a quién culpar. En materia de seguridad, una patrulla tipo pick up con cámara de video instalada cuesta aproximadamente 630 mil pesos. Un policía estatal gana 10 mil 500 pesos como media nacional. Además, los policías municipales ganan en promedio 9 mil 236 pesos. Así, siendo la seguridad pública la principal angustia social y el principal problema, con lo que se robaron en el sexenio pasado hubiera cambiado buena parte del escenario: Alcanzaba para otorgarles un salario aproximado de 25 mil pesos a los poco más de 338 mil policías municipales y los casi 129 mil policías estatales que hay en activo en todo el País. Y, además, dotarlos de patrullas equipadas. En un cálculo rápido esta inversión no hubiera rebasado los 290 mil millones de pesos. Incluso se hubiera podido cumplir con el estándar internacional aspirado de tener 2.8 agentes por cada 100 mil habitantes, actualmente tenemos 0.8. Es decir, hubiera sido posible duplicar el número de agentes (estatales y municipales) con un salario aproximado de 20 mil pesos y todavía dotarlos de 200 mil patrullas. Las cuentas pudieran seguir, así como los sueños guajiros, pero se acaba el espacio. Sirva este ejercicio para dimensionar lo que la corrupción nos negó. Las reflexiones las hacemos después. ¡Hasta la próxima!

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