En la lupa
Los pasados días 9 y 10 de diciembre fueron días especiales. Primero se celebró el Día Internacional contra la Corrupción, en el que a nivel global se hacen esfuerzos diversos por traer a la agenda pública los principales retos en la materia e insistir en la construcción de sociedades más éticas y transparentes. Un día después es, por decirlo así, el cumpleaños de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este año, cumplió 70 años y se conmemoró recordando lo mucho que nos falta para alcanzar el sueño de vivir en sociedades justas, solidarias y respetuosas de la dignidad humana. Usted se preguntará, ¿para qué tantos días internacionales?, y la respuesta es una: Nos da el pretexto idóneo para hablar del tema, para sensibilizar, llamar la atención y hacer conciencia de los problemas, nos pone en la misma sintonía y permite conjuntar esfuerzos en el tema del que se trate. Estos dos, que apenas festejamos hace unos días, son esenciales para la resolución de muchos otros temas. La seguridad pública por ejemplo está íntimamente relacionada con el derecho a la vida, a la inviolabilidad del domicilio, a vivir en paz y al libre desarrollo de la personalidad, entre otros derechos humanos. Ciertamente es el principal problema que nos preocupa a las y los mexicanos, pero no se resolverá si no atacamos la corrupción en su dimensión criminal al interior de las corporaciones policiacas, por ejemplo. Tampoco si no hacemos conciencia de cómo la sociedad podemos contribuir a construir entornos más seguros. La salud y los problemas públicos que limitan el ejercicio óptimo de ese derecho humano también tienen que ver con corrupción: En la adquisición de medicamentos, en la asignación de plazas, en la construcción de hospitales y clínicas, entre otros aspectos. Lo mismo con el derecho a la educación a un medio ambiente sano, entre muchos otros. Es así que podemos decir que es la corrupción el principal límite del ejercicio de nuestros derechos humanos y que corroe las estructuras económicas y sociales. Nos hace sociedades defectuosas en las que no podemos salir a la calle ni tener tranquilidad al dejar a nuestros hijos en guarderías. Y mientras tenemos setenta años como sociedad global luchando por el respeto de los derechos fundamentales, tenemos realmente poco que hacemos lo mismo para erradicar el cáncer de la corrupción. El Día Internacional Contra la Corrupción se celebra apenas desde 2003, a partir de que se aprobó la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción. De hecho son todavía pocos los instrumentos internacionales (y mucho menos los nacionales) para lograr exitosamente el cometido. Es decir, tenemos muchos años trabajando en los anhelos y poco tiempo que nos pusimos a trabajar en los instrumentos para lograrlos. Hasta hace poco no se hablaba mucho de corrupción a nivel global. Apenas una generación atrás se le conocía como “the C word” (La palabra con “c”) y era incluso en algunos casos aceptable y en algunos países hasta deducible de impuestos para las empresas trasnacionales que tenían que sobornar a funcionarios públicos de otros países para lograr el cierre de contratos. Poco a poco hemos logrado avanzar en este tema y el secreto es -precisamente- no caer en la tentación troglodita de tirarlo todo por la borda solamente porque no es perfecto o porque algunos políticos han sido exitosos en salirse con la suya. La corrupción no es nueva. Marco Tulio Cicerón llevó un proceso contra el corrupto Pretor Cayo Verres en el año 70 A.C. y, después de haberse salido con la suya en varios juicios previos, se le condenó culpable. No quería dejar pasar esta semana para escribir de dos de los temas que más me apasionan desde mis épocas universitarias. Y tampoco quisiera desaprovechar para insistir en que, a pesar de lo añejo del problema, lo poco que se ha logrado avanzar en su combate y lo mucho que se ha sofisticado el fenómeno, no podemos -mucho menos debemos- claudicar en el objetivo. Sea de la trinchera que sea. Por cierto, he estado estudiando mucho en los últimos meses sobre derechos humanos y empresas y debo decirle que existen grandes retos al respecto. Ya escribiremos al respecto. ¡Hasta la próxima!
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