En la lupa
Eternos se nos hicieron seis años de un Gobierno que, bien ya sea por el análisis de los datos o sea por el ánimo social, puede ser considerado de los peores en la historia de nuestro País. Precisamente porque no prometía mucho en sus inicios, el Presidente dio paso a distintas agendas que la sociedad civil demandaba. Eso lo aplaudimos en un inicio, lástima que de poco sirvió para evitar el saqueo. Fue incluso durante el Gobierno de transición, en agosto de 2012, cuando algunos fuimos convocados a un hotel de Polanco a reunirnos con integrantes del círculo cercano de Peña Nieto (Aurelio Nuño, Claudia Ruiz Massieu, Emilio Lozoya, entre otros) a iniciar los trabajos para abrazar nuestras agendas: Construir un Sistema Nacional de Transparencia, un Sistema Nacional Anticorrupción y una legislación que regule el uso de la publicidad oficial. Ver tiempo después a algunos de esos personajes y al Presidente mismo sumidos en los grandes escándalos de corrupción del sexenio no hace sino lamentar el empeño y las horas de trabajo voluntario que le dedicamos. No es de arrepentirse, pues por lo menos ya existen y estoy seguro que eventualmente lograremos que funcionen como es debido, pero es sin lugar a dudas muy frustrante. Y es que siempre que inicia un Gobierno es lo mismo: Buena voluntad, ánimo reformador, apertura al diálogo y la crítica, compromiso con la ética, la transparencia, bla, bla, bla. Basta que se toquen sus intereses privados o sus ideas preconcebidas para dar marcha atrás y dinamitarlo todo. Soy un creyente de que una vez pasadas las campañas electorales deben difuminarse los colores partidistas y, para que nos vaya bien a todos, incorporar agendas, aportar conocimiento, experiencias y puntos de vista. Pero todo tiene límites. Estoy convencido de que es mejor que la sociedad esté en la mesa que no estarlo. Que es preferible que exista un diálogo difícil a que no exista ninguno, pero también eso tiene límites. ¿Cómo dialogar con un Gobierno que al mismo tiempo te está robando, espiando, intimidando? ¿Cómo colaborar con un Gobierno que se contradice entre lo que dice y lo que hace? ¿Cómo sentarse en la mesa a aportar posibles soluciones con gobiernos que realmente no desean solucionar nada? Por eso mismo se fue a la basura el ejercicio de Gobierno Abierto en México. Precisamente por ello se han erosionado muchos otros esfuerzos. Así que, como algunos ya les encanta atribuir todo a una molestia o enojo personal, vale la pena decir que sí. Aquí hay enojo, frustración y, aunque no haya votado por ellos, hay decepción. Lo hay con Peña Nieto y compañía… y la habrá con López Obrador si -habiendo elementos- decide perdonarles. Insisto, coincido en que no es positivo hacer de la agenda anticorrupción el centro de un plan de Gobierno, para ejemplos el de Sonora, pero tampoco puede el próximo Presidente evadir su responsabilidad o, como ha dicho ahora, someterlo a consulta. Creo sin lugar a dudas que es un craso error. Al tiempo. Por lo pronto, sirva esta última columna del sexenio para no olvidar Ayotzinapa y el “ya me cansé”, la “Casa Blanca”, la cruzada contra el hambre, la “Estafa Maestra”, los miles de muertos, el tren México-Querétaro, la reforma energética y la promesa incumplida con cada uno de los gasolinazos, Tlatlaya, Odebrech, la devaluación del peso frente al dólar, el precio de la tortilla y su “no soy la señora de la casa”, la inconstitucional ley de seguridad interior, la represión a comunicadores críticos y activistas, Trump en Los Pinos, el lujoso avión presidencial, la creciente impunidad, los 23 mil desaparecidos, la operación “zafiro”, el “ya sé que no aplauden”, la simulación, el régimen fiscal que favorece a los más ricos, el derroche en publicidad, el mediocre crecimiento, el socavón del Paso Exprés, el gasolinazo de esta semana, la desigualdad y, para finalizar, la condecoración al yerno de Trump. No nada más fue la corrupción, sino también la incompetencia y la absoluta falta de sensibilidad lo que marcó a este sexenio que, afortunadamente, está por terminar. Como bien dice el título del análisis presentado ayer por Fundar, “Fue un mal año. No, menos, como seis”.
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