Generación Touch
He tenido muchos problemas con saludar. Uno de ellos es desde que estoy pequeño y el otro es más por esta edad. El primero es que no es muy común que yo responda al saludo de alguien que nunca he visto. Esto se debe al hecho de que desde pequeño me dijeron “No hables con extraños” se me quedó demasiado grabado en la mente, en ocasiones en las cuales hay personas que ya he visto, pero por el hecho de que cuando fueron desconocidos me saludaron así sin siquiera conocerlos, se me quedó pegado. Así que si alguien me saluda como si nada, me tiene que decir por qué en caso de que no fuera obvio. Y ahora viene casi la razón de esta columna. Comúnmente las hago después de que algo relacionado con ellas ocurra, y esta no es la excepción. Esta es: La manera de saludar. Esa manera es el hecho de abrazar a una niña de mi edad, o más o menos. Cuando entré a la secundaria pensé que esa sería la manera, pero no es así. Nos saludamos normal. Por mí estaba bien, pero resulta que la escuela tiene dos intercambios por ciclo escolar en los que les das una carta creativa y un detalle. Hasta ahora todo bien, ¿Verdad? Resulta que también se tienen que dar un abrazo, cosa que para mí era raro. Es verdad, el reto que han jugado mis amigos es que los han retado a abrazarme, y cuando lo hacen me quedo con una cara de desconcierto. Más si hasta fuera una persona que ni conozco. La única vez que ha habido abrazos sin caras han sido en cumpleaños. Otra cosa que ocurrió fue que me encontré, hace como mes y medio, con una niña y simplemente la saludé, pero ella me dio un abrazo. En la despedida lo volvió a intentar y me negué, pero acabé abrazándola para no quedar mal. En otra ocasión en la Copa del Regis me encontré con una amiga e intentó abrazarme, y me quedé con una cara de “¿Qué estás haciendo?” y en un proyecto escolar me despedí de dos amigas y ellas me abrazaron. Me quedé con cara de impactado por el hecho de que lo hicieran. Nunca lo hacemos por el hecho de que nos pueden hacer carrilla. También me impactó porque un abrazo para mí sobrepasa el límite de contacto físico. Bueno, resulta que tengo una pariente que nos enteramos de eso por una obra de Navidad del año pasado. Ella tiene el mismo trauma que yo. Hace dos semanas intentó que yo abrazara a una niña. No lo logró, pero nos fueron anunciando varias cosas: Que iba a ser día del abrazo, que si no dábamos nos mencionaban por el micrófono, que iban a hacer nominaciones a abrazar y que muchas personas me apuntaron. Afortunadamente, ese día sólo me dio uno por sorpresa una niña que me recuerda a Beverly Marsh y yo abracé a una maestra que cumplía años. Antes de despedirme, les invito a que sigan mi video columna en las redes sociales de elimparcial.com, porque haré un refresco burbujeante con cítricos y bicarbonato.
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