El último destino de “La Bestia”; los sobrevivientes de la zona Ferrocarril
En el rugido metálico de La Bestia viajan los sueños rotos de miles.
Mexicali,B.C.- Desde la frontera sur, miles de migrantes trepan cada año a los vagones de carga de La Bestia que cruzan México. Cada tramo deja cicatrices: caídas que cuestan piernas, noches sin dormir para no rodar fuera del tren. El destino final es Mexicali, donde el desierto es la última prueba: kilómetros de arena, calor extremo y muros que no siempre detienen el paso, pero sí ponen la vida al límite.
La historia de miles ha viajado en esos vagones, y muchas de esas personas aún viven para contarla en la capital de Baja California. Es el recorrido de quienes han encontrado una segunda oportunidad en la zona del Ferrocarril, donde han construido una vida entre amistades, el apoyo de cachanillas solidarios y, al mismo tiempo, la discriminación de un sector que transita por la avenida Héroes Ferrocarrileros por solo crear una morada de carton para poder descansar. Esta es su historia.

“Hogar sobre concreto”
En una de las banquetas de la zona del Ferrocarril, en Mexicali, se encuentran cartones grandes extendidos en el suelo, cobijas viejas y una almohada improvisada o, a veces, solo el cartón usado como colchón de cama. Así amanecen cada día estos dos hombres que, ambos llegados en la Bestia, se hicieron hermanos. Hoy encuentran hogar sobre la banqueta, acompañados apenas por estos objetos que les dan cobijo.
Alfredo Barajas, originario del estado de Hidalgo, lleva ocho años en Mexicali. La Bestia no logró cruzarlo al otro lado, lo que lo llevó a vivir entre Mexicali y Ensenada, aunque, dice, las banquetas de Héroes Ferrocarrileros siempre serán su hogar.
“Cuando llegué aquí, el gobierno intentó llevarme a un albergue para ‘ayudarme’, pero la realidad es que solo querían tenerme encerrado”, cuenta Alfredo.

Añade que los albergues no funcionan bien debido a las malas administraciones, el tiempo para la estancia era irregular y la mirada de sospecha hacia quienes se quedan más tiempo. “Eso también es discriminación”, afirma.
A su lado, César Machado Zambrano, de 44 años y nacido en Nayarit, relata cómo los cambios en su familia lo obligaron a dejar su ciudad natal. Fue entonces cuando se subió a la Bestia, sin saber con certeza hacia dónde lo llevaría el destino.
“Mis camaradas me decían: ‘Vamos a Mexicali, busquemos los famosos tacos del Ferrocarril y de ahí cruzamos al otro lado’. Ahora, muchos de ellos ya no están”, recuerda.
César llegó a Mexicali hace cinco años. Escuchó rumores de que aquí encontraría trabajo y solidaridad, pero su llegada coincidió con la pandemia por COVID-19. El cierre de todo dificultó encontrar empleo y acceso a alimentos.
Desde entonces, dice que su hogar es la zona del Ferrocarril. La gente que vive ahí lo recibió bien, le cuidan la espalda y comparten con él lo aprendido por la experiencia.
“Buscar trabajo fue inútil. Entonces vendí cigarros, como me aconsejaron los que ya conocían la calle. Así empecé, con lo poco que tenía y la voluntad de seguir.”
Tanto Alfredo como César coinciden en que, una vez pasada la pandemia, la comunidad cachanilla comenzó a tenderles la mano. Se sintieron más aceptados y se convencieron de seguir en esta última ruta de la Bestia. Sin embargo, la discriminación no desapareció. Aseguran que aún hay personas que los llaman “ladrones”, “drogadictos”, “locos” o “psicópatas”.
“Pero esa es la gente que no se queda. Los que nos quedamos, ya somos familia. Los dementes vienen de otros lados”, concluyen.
Creciendo sin edad
Cerca del parque Ferrocarril, barriendo la banqueta, se encuentra un joven que recogió sus cobijas del suelo. Se trata de Luis, a quien apodan “El Fili”, un joven sin hogar del estado de Tabasco. Llegó gracias a su padre quien lo cuido sobre los recorridos de la Bestia.
Actualmente, tiene su pequeño refugio sobre las banquetas de la zona del Ferrocarril, y explica que le gusta ese lugar porque personas se acercan a dar caridad, como agua y comida, aparte que gente viene y se va, dando cierta compañía.
Luis no sabe cuántos años tiene. Nunca fue a la escuela y, de su familia biológica, sólo conoció a su padre. Hoy no sabe dónde está; se fue hace un par de meses. Aun así, Luis siente que lo dejó en un buen lugar, rodeado de personas que lo han ayudado. A su corta edad, que solo puede imaginar, cree que tiene la fuerza para salir adelante.
“Tengo unos 7 meses que me quedo aquí, me dijeron que aquí podía buscar trabajo y de vez en cuando si alguien me ocupa yo levanto la mano por que así puedo ganar dinero para comprar una mejor comida”, agregó Luis.
Luis contó que nunca ha sido molestado para que se vaya y que los comerciantes de la zona solo le piden que dejen limpio y de vez en cuando le dan trabajos pequeños para poder darle una propina.
“Muchas veces los de la basura se llevan mis cosas, ellos dicen que en realidad fueron los vecinos de la zona, pero la realidad es que ellos siempre me han ayudado a obtener lo que tengo”, mencionó.
Luis se despierta todos los días con el primer rayo del sol que calienta el cartón bajo su espalda. A su alrededor, el olor a orina y comida vieja impregna el aire. A lo lejos, el silbido del tren parece recordarle que no ha llegado a ningún lugar.
La cara del comercio
Yair Cabrera, comerciante de la zona que se ubica a un lado del parque Ferrocarril, mencionó que no representan una inseguridad de peligro porque son personas que van por una segunda oportunidad.
“No me molesta que tengan sus casas de cartón en las banquetas, no todos se quedan mucho tiempo a mi parecer, pero lo que no me gusta a mi y a mis vecinos es que a veces sean sucios y no se hagan responsables en limpiar”, comentó.
Yair agregó que, en ocasiones, les ofrece un vaso de agua o les presta herramientas para que puedan limpiar el área que ocupan. Señaló que hace un tiempo la situación era más complicada, pero que actualmente algunos muestran disposición para colaborar.
“Creo que merecen un poco más de atención porque son buenas personas, pero esta situación ya tiene muchos años y no se hace nada”, finalizó.
Javier Garcia, comerciante de la calle de la Industrial, contó que su experiencia cambió al conocerlos y lo volvió una persona más humana.
“Hace 25 años cuando comencé a trabajar en esta zona, pensaba que eran las peores personas del mundo, hablaba a las autoridades para que se los pudieran llevar porque ensucian las calles. Con el tiempo se que muchos buscan trabajo y tal vez los juzgaba muy rápido, no todos son limpios, pero siempre quieren trabajar y eso me gusta” expresó.
Javier cree que debemos de ser más empáticos con ellos, no todos son como él pensaba y que son personas después de todo.
“Creo que el gobierno solo viene a tomarse la foto para decir que ayudan, la verdad es que o son ellos los que se ayudan a sí mismos o somos nosotros”, finalizó.
Salubridad y comida
Clientes de los puestos de tacos en la zona del Ferrocarril han expresado su preocupación por la falta de condiciones sanitarias, señalando que representa un riesgo para la salud pública. Según relatan, algunos migrantes utilizan las banquetas como baños improvisados, marcando los espacios con cartones que advierten sobre su uso.
“Cuando vengo a comer aquí y me toca buscar estacionamiento, muchas veces huele a orina. A la vuelta de la cuadra puedes encontrar un baño improvisado”, comentó un cliente habitual de la zona.
Pese a las quejas, las autoridades aún no han presentado una solución clara o efectiva para atender esta situación.
Por su parte, comerciantes del área aseguran estar dispuestos a seguir brindando apoyo dentro de sus posibilidades, pero esperan respuestas concretas por parte del gobierno para mejorar las condiciones de los migrantes que llegaron en busca de una nueva oportunidad.
Ausencia del Estado
Agosto, uno de los meses más calurosos en la ciudad cachanilla, ha intensificado las dificultades para quienes viven en situación de calle. Albergues como El Peregrino han abierto sus puertas para ofrecer un espacio más fresco a quienes lo necesiten. No obstante, muchos migrantes que llegaron a bordo de La Bestia han optado por no acudir a estos refugios.
Se estima que alrededor de 50 personas permanecen sobre las banquetas de la avenida Héroes Ferrocarrileros. Hasta el momento, el gobierno municipal no ha emitido comunicados ni anunciado acciones concretas para atender estos casos.
El fin del camino
Migrantes provenientes de distintas regiones de México e incluso de Centroamérica no esperan apoyo del gobierno. En su lugar, permanecen con sus comunidades, recibiendo ayuda de vecinos solidarios o de organizaciones de la sociedad civil.
La percepción entre la población está dividida: algunos apoyan su estancia, otros la cuestionan. Aun así, La Bestia continúa trayendo consigo historias que buscan abrirse camino y seguir adelante.
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