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“Cumplí mi misión el 2 de octubre”

Ex Militar que estuvo en la balacera de Tlatelolco recuerda su participación en la tarde-noche donde reinó el caos y la muerte. 

Exactamente hace 52 años, Ramón recibió un balazo en una pierna. Sacar la ojiva resultaba de mayor riesgo que dejarla encapsulada en la extremidad.

Quién disparó el proyectil que medio siglo después permanece en su cuerpo es una incógnita, porque es una de las miles de balas que causaron pavor y muerte en Tlatelolco la tarde-noche del 2 de octubre de 1968.

El ex militar accedió a platicar con LA CRÓNICA sobre su experiencia en uno de los hechos históricos que marcaron al régimen del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Ramón señaló que como soldado del Ejército Mexicano él tenía una misión y la cumplió.

EL BATALLÓN OLIMPIA

A sus 22 años, Ramón estaba asignado a un batallón de infantería. A principios de 1968 fue seleccionado para formar parte de un equipo especial del Ejército para dar seguridad en los Juegos Olímpicos a realizarse en otoño en la Ciudad de México.

De los diversos cuarteles del país se hizo la selección del personal, con elementos de infantería, artillería, caballería y otras áreas del ejército, para formar parte del equipo especial.

En el cuartel de Tijuana donde estaba asignado, Ramón y otros de sus compañeros seleccionados empezaron a recibir un duro adiestramiento físico, más que el otorgado normalmente a las fuerzas castrenses.

Tras varias semanas de intenso entrenamiento, los integrantes de la nueva unidad militar fueron enviados a la Ciudad de México.

"Cuando llegamos a la Ciudad de México nos incorporamos a nuestra nueva unidad, se llamaba Batallón Olimpia", recordó Ramón.

Si el entrenamiento en Tijuana había sido duro, el adiestramiento para el Batallón Olimpia era aún más, era extenuante. Uno de los entrenadores era Francisco Javier Chapa del Bosque, conocido posteriormente como "el profesor Zovek".

El entrenamiento era extremo en el campo militar número uno, donde tenían que correr, cargar troncos, realizar actividades de rapel. Correr kilómetros y kilómetros diariamente a campo traviesa, con obstáculos, en cualquier tipo de terreno, con el tiempo soleado, con lluvia, de noche y de día.

"No cualquier militar aguantaba ese entrenamiento", señaló Ramón. Aparte del acondicionamiento físico intenso, los integrantes del Batallón Olimpia fueron adiestrados en el uso de cualquier tipo de armamento, detección y desactivación de explosivos y control de multitudes. "Nos prepararon para cualquier enfrentamiento", recordó el ex militar.

"Nosotros estábamos preparados para vigilar las olimpiadas, no para el movimiento estudiantil".

Pero cuando las protestas estudiantiles empezaron a crecer en Ciudad de México en el verano de 1968, la orden fue salir a patrullar las calles, principalmente de noche, ya como Batallón Olimpia, a bordo de vehículos militares, entre ellos tanquetas y tanques.

El movimiento estudiantil empezó a crecer, con manifestaciones multitudinarias, con toma de planteles de la UNAM y del Instituto Politécnico Nacional.

"A nosotros no nos daban información de nada. Cuando empezaron a crecer los problemas, una de las primeras misiones fue liberar las instalaciones del Instituto Politécnico Nacional", señaló Ramón, al referirse a la intervención del Ejército para recuperar las instalaciones del "poli", el 24 de septiembre de 1968.

2 DE OCTUBRE

Los días pasaron y las protestas estudiantiles crecían. Los líderes del movimiento hicieron un pliego petitorio al gobierno de Díaz Ordaz.

En la mañana del 2 de octubre, comentó el ex militar, los integrantes del Batallón Olimpia se levantaron a las 5:00 horas. Luego de desayunar se formaron para el pase de lista, donde recibieron instrucciones.

Se iba a desarrollar una manifestación por la tarde en el conjunto habitacional Tlatelolco.

La orden era arrestar a los líderes del movimiento que estarían en el edificio Chihuahua.

A los integrantes del Batallón Olimpia les dieron instrucciones de ir vestidos de civil, llevar pistola y un guante blanco que usarían en su momento para identificarse entre ellos.

Desde temprano los dejaron cerca de Tlatelolco para que llegaran a su ubicación. "A mí me tocó en el edificio Chihuahua", relató.

Se tenían que meter a departamentos previamente asignados y salir hasta la tarde, antes de empezar la manifestación.

La señal para actuar y aprehender a los líderes del movimiento era una bengala lanzada desde un helicóptero.

Pero la presencia militar se descubrió antes, explicó Ramón, y se tuvo que actuar. Sin saber exactamente en qué momento empezó la balacera, los integrantes del Batallón Olimpia que estaban en el edificio Chihuahua tenían que impedir la salida de todas las personas de ese inmueble.

"Mi instrucción era ir a donde estaba el micrófono y arrebatarlo a quien lo tuviera. Otros compañeros tenían que arrestar a los líderes", comentó.

La balacera había empezado y había que actuar. Las detonaciones parecían salir de todos lados. Los alaridos de la gente tratando de escapar y los gritos de auxilio se escuchaban por todos lados. Ya había heridos y se podían empezar a ver algunos cuerpos tirados en la plaza. Era un caos.

"Corrimos hacia donde estaban (los líderes) y les gritábamos '¡somos del Ejército!', sabíamos quienes eran porque nos habían dado una lista con sus fotos", explicó.

Cuando Ramón corría hacia el orador que tenía el micrófono recibió un golpe que le abrió la cabeza. Casi no sintió dolor, pero la sangre empezó a mancharle el rostro y la ropa.

Sangraba profusamente pero logró arrebatar el micrófono y someter al orador.

"Me salía sangre a chorros", señaló el ex militar. Para ese momento no había tiempo para sentir dolor o cubrir la herida, porque sólo tenía que actuar para protegerse de los proyectiles y mantener sometidos a los detenidos.

"Los detuvimos (a los líderes) y los agachamos a todos, las balas venían de todos lados, estábamos protegiendo a todos los detenidos".

Mientras trataba de cubrirse, Ramón sintió dolor en la pierna izquierda: había recibido un balazo.

Ramón recuerda que a unos metros de él estaba la periodista Elena Poniatowska, que había quedado también atrapada en la lluvia de balas.

Cuando se hacía de noche, aún se escuchaban balazos, y tuvieron que ir bajando de una cornisa con cuidado a los detenidos y a los heridos.

"Llegué como a las 5 de la tarde y me bajaron como a las 10 de la noche, luego me llevaron al Hospital Central Militar... cuando iba en la ambulancia todavía escuchaba algunos balazos", recordó Ramón.

ADIÓS AL EJÉRCITO

Cuando estaba en el Hospital Central Militar, como a las 4:00 horas del 3 de octubre, dijo Ramón, llegó el presidente Díaz Ordaz a visitar a los heridos.

"Nos felicitó por haber cumplido con la misión y ordenó dieran facilidades para que nos fueran a visitar nuestros familiares".

La herida en la cabeza de Ramón fue suturada, pero el proyectil en la pierna no pudo ser extraído, porque había más riesgo que dejarlo dentro de la extremidad.

Tras diez días internado en el nosocomio Ramón fue dado de alta y se incorporó de nuevo al Batallón Olimpia, porque ya habían empezado los Juegos Olímpicos.

En 1986 Ramón causó baja voluntaria en el Ejército para incorporarse a otras actividades relacionadas con la seguridad.

Y 52 años después de la balacera del 2 de octubre, aún lleva el recuerdo de esa tarde-noche y la bala en su cuerpo.

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