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Así lucharon dos madres contra el terrible cáncer

“A mí sáquenme la foto con arrugas, no importa, al cabo voy a salir sin cáncer”, expresa Martha, de 70 años, poco antes de que le tomarán una fotografía con sus compañeras, todas ellas sobrevivientes de cáncer.

Este miércoles, las integrantes del Grupo Oncológico Vida, Fe y Esperanza (GOVFE), de Mexicali, celebraron el Día de las Madres, que desde que vencieron al cáncer, tiene un nuevo significado para ellas.

Todas transmiten alegría a través de una casi perpetua sonrisa. “Aquí la actitud es muy importante, el cáncer no es el fin del mundo”, dice Martha.

“Mientras hay vida, hay esperanza”, reza el lema del grupo oncológico en el que se han apoyado como mujeres ante esta enfermedad.

Charlamos con dos sobrevivientes, y estas son sus historias: Martha Arcelia Quintero Ríos tiene 70 años y nació en Estación Ruiz, Nayarit. A Mexicali llegó hace 42 años y fue donde se casó y tuvo a sus tres hijas, luego se retiró tras varios años de trabajar como químico farmacobióloga de diversas empresas.

Su esposo murió el año pasado por un derrame cerebral y hace varios años, su madre murió de cáncer. Cuando tenía 60 años vio un anuncio publicitario de un laboratorio, para realizarse estudios para detección de cáncer, y decidió hacerlos.

El resultado fue el que sospechaba. Su esposo fue el primero en saberlo, luego se lo dijeron en familia, a sus tres hijas. “Pensé que me iba a morir, que era el fin”, dice Martha.

La experiencia de haber perdido a su madre, de un mal similar, la hizo buscar al doctor que la había atendido.

A las semanas la operaron, luego entró a quimioterapia, radiaciones y finalmente un tratamiento hormonal. Al mismo tiempo, ingresó al grupo oncológico, donde encontró el apoyo y la orientación que buscaba, tratando de entender su situación.

“Aquí todas llegamos llorando, pero encontramos el apoyo que necesitábamos”. “Me compré mi peluca, muy bonita con rayitos, me di cuenta que no pasa nada, todo es cuestión de actitud, uno tiene que ponerse guapa y salir y dar la batalla”, expresa.

“El apoyo de mis hijas fue muy importante, a veces me tratan como si yo fuera la hija, pero ya les dije que ellas también se tienen que estar revisando, un diagnóstico a tiempo, salva la vida”.

Cruz Evila Demara Lozano tiene 63 años. Hace 26 años está jubilada. En el 2001, una autoexploración le advirtió de una pequeña bolita en un seno, pero intentó ignorarla. Fue a través de un programa de televisión donde se abordó el cáncer de mama, que acudió al doctor.

Los estudios revelaron que tenía cáncer. Tras contarle a su esposo y a sus hijos, decidió emprender la batalla, apoyada de toda su familia.

Le era difícil entender por qué le pasó a ella, pero dentro del grupo oncológico, encontró respuestas y su visión de la vida, dio un giro de 180 grados.

“Cada día se agradece, en esto tienes que tener mucha fe en Dios y ponerte ciegamente en manos de los médicos y confiar en ellos”, dice con seguridad.

“Pasé momentos muy difíciles, fue mucho llorar y rezar, esta enfermedad no distingue edad ni estatus social”. Entró al grupo oncológico por invitación de una amiga, quien falleció de cáncer.

Ahora con su nueva perspectiva de la vida, ayuda a otras mujeres que, como ella, fueron presa del miedo, la ansiedad y la depresión, tras enterarse de que tenían cáncer.

“La salud es muy frágil, un día puedes estar muy bien, el otro no, lo importante es echarle ganas, perdonar, no quejarte, te cambia todo el mundo, pero a mí me hizo más fuerte”, dice con aplomo y seguridad.

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