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Dialogo empresarial

Los algoritmos de IA pueden optimizar cadenas de suministro, prever tendencias de mercado.

Salvador Maese Barraza

La inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser un concepto de ciencia ficción para convertirse en el motor silencioso que está redefiniendo la competitividad empresarial. En un mundo donde la agilidad y la precisión son moneda corriente, las empresas se encuentran en una carrera frenética por sistematizar procesos, analizar big data y automatizar tareas. El objetivo es claro: ganar en eficiencia, reducir costos y desbloquear nuevas fuentes de valor.

Sin embargo, este impulso, tan necesario como imparable, encierra una dicotomía crucial. El verdadero reto no reside solo en adoptar la tecnología, sino en realizar una inversión paralela y aún más crítica: la reconfiguración de las habilidades de nuestro capital humano. No hay duda sobre los beneficios.

Los algoritmos de IA pueden optimizar cadenas de suministro, prever tendencias de mercado con una exactitud antes impensable y ofrecer un servicio al cliente personalizado 24/7. Los sistemas automatizados liberan a los empleados de labores repetitivas y monótonas, permitiéndoles enfocarse en tareas de mayor valor.

Esta sistematización no es una mera opción; es un imperativo de supervivencia en un ecosistema global donde la lentitud equivale a la obsolescencia. Las empresas que ignoren esta ola se arriesgan a quedar varadas, incapaces de competir con rivales más ágiles y data-driven. Pero aquí es donde surge la encrucijada.

El riesgo latente es crear una brecha insalvable entre la tecnología de vanguardia y las personas que deben interactuar con ella. Implantar un sofisticado sistema de análisis predictivo es inútil si no hay equipos capaces de interpretar sus insights y traducirlos en estrategias accionables.

Automatizar la línea de producción es contraproducente si no se forma a los técnicos para mantener y supervisar a los nuevos “colaboradores” robóticos. La IA es una herramienta magnífica, pero sin el criterio, la creatividad y la intuición humana, es como un cerebro sin un cuerpo que lo dirija.

Este fue uno de los temas que enmarcaron la agenda de conferencias en el reciente evento de aniversario 50 de Index Nacional, al cual tuve la oportunidad de asistir en la capital de país, en donde expertos en compañías trasnacionales plantearon que el desafío más profundo que enfrentamos no es tecnológico, sino humano.

Las empresas deben liderar una revolución paralela en la capacitación de su talento. Esto va más allá de enseñar a usar un nuevo software. Se trata de fomentar un nuevo ecosistema de habilidades. El foco debe desplazarse hacia las competencias intransferiblemente humanas: el pensamiento crítico para cuestionar los datos que arroja la IA, la creatividad para imaginar aplicaciones innovadoras, la inteligencia emocional para gestionar equipos en entornos híbridos y para realizar las tareas donde la máquina no llega, como la negociación compleja o la empatía con el cliente.

En conclusión, la narrativa no puede ser “la IA contra los humanos”, sino “los humanos potenciados por la IA”. La empresa del futuro no será la que tenga los algoritmos más complejos, sino la que logre una simbiosis perfecta entre la eficiencia algorítmica y el talento humano adaptado.

Invertir en esta transformación dual—tecnológica y humana—es la única fórmula para construir organizaciones no solo más eficientes y competitivas, sino también más resilientes e inteligentes en el sentido más amplio de la palabra. El éxito no lo determinará la máquina que reemplace al hombre, sino el hombre que aprenda a colaborar con la máquina. *- El autor es Presidente de Index Mexicali.

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