Baja, Baja California, California: un debate actual
Desde hace unos años y gracias a la labor evangelizadora del explorador y cronista ensenadense Carlos Lazcano.

Desde hace unos años y gracias a la labor evangelizadora del explorador y cronista ensenadense Carlos Lazcano, se ha ido debatiendo la idea de que hay que atajar a los que le llaman a nuestra entidad simplemente como Baja. El problema es que don Carlos propone que se le cambie el nombre de Baja California a California, lo que para muchos generaría confusiones con el vecino estado de California, en los Estados Unidos. Nuestro autor –pues Lascano es un escritor prolífico y que igual escribe de la historia regional que de los vestigios actuales de las pinturas rupestres- cuenta con esta idea de que Baja California, nuestra entidad, sea llamada sólo California Norte por medio de un decreto oficial, de una normatividad que se imponga por ley a la ciudadanía so pena de castigos y multas al que no la cumpla.
Lo cual, como cualquiera que lo haya intentado, resulta contraproducente: en primer lugar, porque legislar sobre nuestro lenguaje es de un anacronismo ingenuo, sobre todo si se piensa que con leyes se puede corregir lo que la sociedad usa a su modo, practica a su manera. Segundo, porque si se quiere defender lo de Baja California como un todo, entonces mejor ponerle el otro nombre que tuvo desde los tiempos de la Nueva España: Antigua California, lo que le daría el pedigrí que Lazcano predica y, además, indicaría a propios y extraños que nuestra región es anterior a la California estadounidense, que cuenta con más antigüedad y, por ende, con más historia. Y así todos estaríamos contentos.
Pero algo me dice que Baja California es un nombre que está para quedarse gracias a una larga cadena de desatinos, ilusiones e imposiciones que, de una u otra forma, han marcado nuestro pasado y que en esta obra nuestro cronista cuenta paso a paso, ordena en un relato coherente y apasionado. La historia de la palabra California es, en suma, nada diferente de esa otra palabra que también nos une, nos mortifica, nos hace pelear por ella: México. En todo caso, esto y más es lo que don Carlos expone, con argumentos y documentos, en California. Biografía de una palabra, que es un libro suyo merecedor de elogios por su travesía histórica, sus ilustraciones y sus amplios conocimientos de cómo este nombre acabó definiendo nuestra identidad comunitaria desde el siglo XVI hasta este era de percances que es la nuestra. Como obra para dibujar el mapa de nuestras costas y desiertos, para imaginar a Baja California como una isla mitológica o como una península encantada, estamos ante una obra magna que está a la altura de las escritas por David Piñera o Miguel León-Portilla.
Por eso puedo profetizar que este libro de Carlos Lazcano Sahagún será uno de los favoritos de sus muchos lectores, ya que merece ser leído y disfrutado en su vasta gama de argumentos, proposiciones e indagaciones, todas los cuales indican que estamos ante un autor que ama esta península y que la ama escribiendo sobre ella a carta cabal, defendiéndola contra los molinos de viento de sus detractores y usurpadores, pintándola como una realidad llena de historias por contar, de mentiras por desbrozar. Y en el caso de la historiografía bajacaliforniana, este libro, que oscila entre la narrativa de viajes y la polémica de sucesos controversiales, entre el análisis lingüístico y el ensayo literario, es promesa de tesoros visuales, de interpretaciones novedosas, de discusiones honestas sobre nuestro pasado desde el balcón del presente. Un pasado que debatimos sin descanso: con las cartas sobre la mesa, de cara al porvenir.
Y lo digo porque el pasado bajacaliforniano es como las liebres: saltan donde uno menos lo espera. Así ha pasado con la cruzada de Lazcano para cambiar el nombre de Baja California a California. A finales de 2023 se anunció que al mar de Cortés, el que baña la costa oriental de nuestra península de Baja California, se le iba a cambiar de nombre por el de Golfo de California. Por supuesto, la prensa española puso el grito en el cielo. Para los bajacalifornianos, que desde hace tiempo conocen a este mar como Golfo de California, no es un cambio radical. Pero es que las batallas de la historia nos sorprenden por su perdurabilidad, recordándonos que la marejada del pasado choca con el presente en que hoy vivimos. Y nos pone a girar en su vorágine.
*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
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