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La literatura regional: ¿cómo investigarla?

Hace pocos años, Humberto Félix Berumen publicó su Historia mínima.

Gabriel  Trujillo

Hace pocos años, Humberto Félix Berumen publicó su Historia mínima (e ilustrada) de la literatura en Tijuana (Cecut-Secretaría de Cultura del gobierno de México, 2022), que es una guía de navegación de los autores que escribieron en aislamiento, de la generación de La Californidad (aunque Berumen aborrezca la palabra generación), de los siete poetas jóvenes de Tijuana y los escritores que siguieron a este septeto desde los años setenta del siglo XX hasta nuestros días. Es decir, en esta aportación de Humberto nos encontramos un tapiz colectivo hecho con retazos varios: semblanzas, estudios de caso, reseñas de obras, listado de hallazgos y descubrimientos, críticas de movimientos literarios; todo ello aderezado con un relato del contexto en que cada suceso tuvo lugar o en que cada autor se dio a conocer. Estemos o no de acuerdo con Félix Berumen, su narrativa es ejemplar, acuciosa, precisa, amena, llena de ideas a considerar, de reflexiones a tomar en cuenta.

En su afán de llevarnos de la mano por los orígenes y desarrollo de las letras tijuanenses, lo que apreciamos es que aquí se habla mucho de Hernán de la Roca y poco de Fernando Sánchez Mayáns; al mismo tiempo que se descifra la prosa y poesía de Rubén Vizcaíno Valencia dejando poco sitio a la narrativa de Miguel Ángel Millán Peraza; se señala la importancia de Salvador Michel Cobián como poeta de lo breve y apenas se tocan las aportaciones de Joaquín Aguilar Robles; se expone la novedad poética de los siete poetas de Tijuana y de Francisco Morales, los giros confesionales de Federico Campbell, las proclamas fronterizas de Luis Humberto Crosthwaite y Rafa Saavedra, el feminismo franco de Rosina Conde, la prosa juguetona de Regina Swain y las declaraciones vanguardistas-académicas de Heriberto Yépez, pero Berumen no se mete de lleno con otros/ as autores/as tan valiosos/as como Laureano Sánchez, Daniel Gómez Nieves, Elizabeth Cazessús, Isabel Velázquez, Néstor Robles, Teresa Avedoy, Pedro Valderrama, Mayra Luna, Eduardo Arellano, Martha Nélida Ruiz o Fran Ilich. Pero de eso se trata cuando haces un recuento y pones tus argumentos en la mesa de las discusiones públicas. En Humberto hay un gusto bien definido y bien expuesto sobre lo que es literatura, sobre lo que es escribir poesía, narrativa o ensayo, sobre el compromiso con el lenguaje y no con el marcador de la fama literaria. No hay en las páginas de este libro nada oculto, nada bajo mano. Félix Berumen ejerce su juicio crítico, su juicio estético, sin miramientos ni concesiones, a la vista de todos. De ahí que de la narrativa de la antología Fuera del cardumen (1982) no rescate los cuentos de Jesús Guerra, Virginia González Corona y Raúl López Hidalgo, o que le parezca la producción de Estela Alicia López Lomas, “caudalosa pero irregular”, o que vea en la narrativa de Hilario Peña una “prosa utilitaria, desprovista de mayores recursos literarios” y en la narrativa de López Hidalgo, una trama “lineal y previsible”

El libro dice ser una historia mínima e ilustrada de la literatura en Tijuana, pero al leerlo uno descubre que sus ilustraciones son pocas y de un tamaño igualmente mínimo. No se les da su lugar como ilustraciones al mismo nivel que el texto. Como lector, pienso que este libro debió ser publicado en formato carta y con las imágenes cubriendo media página o a página completa. Otra cuestión: las fotos de escritores deberían ser tantas como las fotos de portadas de libros. Lo más valioso en este rubro son la fotografía de Octavio Paz en Tijuana allá por 1973 y la de la generación de los años noventa: Noé Carrillo, Rafa Saavedra y Regina Swain, fallecidos ya los tres. Faltaron más imágenes de esa clase: donde podamos ver a los escritores tijuanenses reunidos en tertulias, cafeterías, presentaciones de libros, mesas redondas, fiestas y antros. Lehubieran dado más vida a un estudio donde lo intelectual priva sobre lo dionisiaco. Pero esta historia mínima no busca ser una historia de fechas y datos, glorificadora, llena de momentos culminantes, orgullosa de su patria chica. El propio Humberto lo recalca: estamos ante “una historia interpretativa de la literatura basada en los mismos textos, valorativa y crítica, vista desde el presente y combinando a la vez las tareas del investigador, el ensayista y el crítico literario” y por eso él la considera “una historia hecha de sondeos, de aproximaciones”. Una patrulla exploradora en un terreno aún desconocido, pero ciertamente fascinante.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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