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El Talento: La Piedra Angular de la Industria Exportadora y lo Hecho en Mexicali

En el corazón del desierto de Baja California, Mexicali ha tejido un milagro industrial que trasciende su geografía árida.

Salvador Maese Barraza

“La única ventaja competitiva sostenible proviene del talento humano”.

Peter Drucker

En el corazón del desierto de Baja California, Mexicali ha tejido un milagro industrial que trasciende su geografía árida. Más allá de la infraestructura, los incentivos fiscales o la vecindad con Estados Unidos, el verdadero cimiento de su pujante industria exportadora —aeroespacial, médica, electrónica, automotriz— late en un recurso intangible pero decisivo: el talento humano. Esta ciudad fronteriza no solo ensambla productos; diseña soluciones, innova procesos y certifica estándares globales porque ha comprendido que sin capital humano capacitado, ético y adaptable, ninguna máquina por avanzada que sea garantiza competitividad internacional.

La transformación de Mexicali de maquila tradicional a centro de manufactura de alto valor no es obra del azar. Es fruto de décadas de simbiosis entre industria y academia. Las instituciones educativas han sido crisoles donde se forjan ingenieros, técnicos y líderes con perfiles afinados a las demandas globales: mecatrónica, biotecnología, semiconductores, logística avanzada. Estos profesionales no solo operan líneas de producción; interpretan normas de la FDA, dominan certificaciones aeroespaciales y dialogan en inglés con cadenas de suministro transnacionales. Su visión global y conciencia cultural, pulidos por la frontera, son tan vitales como sus habilidades técnicas.

Pero el secreto reside en la cultura laboral única que define a su fuerza de trabajo. Hay una ética del esfuerzo heredada de generaciones que vencieron el clima extremo, una resiliencia que convierte desafíos en ventajas. Cuando la industria exige pivotar hacia la Industria 4.0 o absorber nuevas tecnologías, el trabajador mexicalense no se resiste; se adapta. Gigantes globales no eligen esta ciudad solo por costos: eligen su capacidad para innovar bajo presión, su precisión en plantas médicas donde un error es inaceptable, su compromiso con calidad que supera auditorías internacionales.

Este capital humano, sin embargo, no es estático. Consolidar el liderazgo exportador exige invertir en tres ejes: primero, profundizar la vinculación entre aulas y fábricas, afinando currículas con visión de futuro ante disrupciones como la IA o la automatización avanzada. Segundo, retener talento creando ecosistemas de oportunidades donde jóvenes no migren tras graduarse, combinando desarrollo profesional con calidad de vida urbana. Y tercero, fomentar el emprendimiento y la proveeduría local para que surjan empresas mexicalenses que exporten no solo productos, sino patentes y propiedad intelectual.

El desierto prueba la supervivencia. Mexicali demostró que, incluso allí, florece una industria global cuando se riega el talento. Drucker tenía razón: en un mundo de robots y algoritmos, la creatividad humana sigue siendo la ventaja irreemplazable. Por eso, cada tornillo de avión, cada dispositivo médico exportado desde esta tierra, lleva una marca invisible: la del ingenio de su gente. El futuro no se ensambla; se construye con manos que piensan con el sello HECHO EN MEXICALI.

*- El autor es Presidente de Index Mexicali.

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