Luis Héctor Arreola y su norte criminal
El norte mexicano es inagotable en rutas de exploración, en hallazgos literarios.

El norte mexicano es inagotable en rutas de exploración, en hallazgos literarios. Mundo hecho de muchos mundos. Universo multiplicado en sus semejanzas y diferencias. De sus entrañas nacen los narradores que hoy relatan los pormenores, personajes y situaciones que le dan identidad y portento a esta enorme zona de nuestro país que va desde Tamaulipas a Sinaloa. Y dentro de la literatura norteña, la narrativa policiaca tiene muchas cosas por decir, muchas historias por contar. Es la aguja creativa que marca el rumbo de la literatura nacional en esta hora de sobresaltos, festividades y congojas.
Entre las decenas de autores policiacos –y aquí me refiero a los que residen en el norte y en esta región escriben y trabajan en tiempos recientes- a últimas fechas destaca Luis Héctor Arreola (Chihuahua, Chihuahua, 1983), quien ha dicho que escribe novela policiaca “porque es la única forma socialmente aceptada en que un adulto puede seguir jugando a policías y ladrones”. Héctor es licenciado en Letras Españolas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Empezó en la vida artística como gente de teatro, pero pronto brincó al género negro con la novela Érase una vez en Chihuahua (2016). A ella seguirían Dalila (2022) y Paralelo de sangre (2022). A la novela se agrega su interés por el cuento, por el relato criminal, publicando una colección de los mismos bajo el título de Chihuahua confidencial (2023).
Y hablando del norte, es obvio que por su edad y su interés genuino en la investigación detectivesca, Arreola representa a su estado natal en lo general y a la ciudad de Chihuahua, su capital, en lo particular. En sus narraciones podemos ver que Héctor incursiona en la zona fronteriza de su entidad, como ocurre cuando las indagaciones de un caso llevan a sus protagonistas a Ciudad Juárez. Lo cierto es que estamos ante un autor del norte, del desierto, de la vida urbana con memoria de largo alcance. En su obra narrativa lo regional es visible, se palapa en modos de vida, en trasfondos climáticos, en gustos culinarios. Pero también aparece en su obra una lectura concienzuda de la novela negra en una doble vertiente: la estadunidense (Hammett, Chandler, McDonald) y la mexicana (Bernal, Taibo, Hernández Luna). De ambas extrae ambientes, formas de comportamiento, aseveraciones lacónicamente filosóficas sobre la condición humana y su vínculo con el crimen en todos sus aspectos. Arreola ha aprendido que de lo local se extel rastreador rae lo universal y así lo proclaman sus escritos.
Con tales lecturas, la narrativa de este autor chihuahuense nos ofrece un personaje singular, Santos Mondragón, detective privado que sabe seguir el rastro de sangre, ambiciones y codicia que hacen de su obra un mural de plaza pública, donde la vida comunitaria se expone en todos sus goces y traiciones. Según Héctor, Santos se autodefine como un “culero”, un animal rabioso, un ex judicial que ahora se gana la vida como jefe de seguridad del bar Cowboys, hasta que el destino lo pone en camino a ser más que “un cabrón hecho y derecho por culpa del entorno de mierda donde me tocó vivir”. El retrato que contemplamos de Santos es el de un hombre con achaques, que intuye que “sus mejores días han pasado”. Santos es el rastreador supremo, el investigador incansable que no pretende la justicia y que se conforma con la verdad a secas.
El norte mexicano de Luis Héctor Arreola es un mundo de tierras rurales y tecnología de punta, de retenes militares y comandos fantasmas. Lo que nos cuenta no es un relato maniqueo del bien y el mal, sino la crónica donde “no hay santos y villanos, sólo hay gente”. La Chihuahua que exhibe es “una línea de sangre”, una “tierra maldita que parece ser una mezcla de Irak y Afganistán”. Un campo de batalla donde se necesita la astucia, la sangre fría, para sobrevivir. En su narrativa no hay moralejas edificantes sino verdades que duelen, las certezas que no dejan de sangrar. En sus cuentos y novelas, siempre está presente ese norte que es más que la suma de sus partes, que siempre estará sufriendo en carne propia los vaivenes del poder, los percances de las grandes empresas expoliadoras, los enfrentamientos de las bandas criminales, el amor fugaz y esplendoroso, las esperanzas frustradas por un mundo mejor del que se viene. Una narrativa que no da su brazo a torcer.
*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
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