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Mercachifles

Soy un caminante empedernido y por las calles que a diario recorro me voy cruzando con un sinnúmero de mercachifles.

Miguel Ángel Lino

Soy un caminante empedernido y por las calles que a diario recorro me voy cruzando con un sinnúmero de mercachifles. Pero debo aclarar que en este relato no utilizo la palabra mercachifle con el sentido despectivo que con el correr del tiempo se le ha ido dando. Aquí me refiero a los vendedores ambulantes que abundan por mi camino ofreciendo todo tipo de mercaderías, lo mismo enseres para el hogar: escobas, mechudos y plumeros e incontables bagatelas, filigranas y monerías. Anillos, collares, esclavas y pulseras. Colgantes y dijes religiosos: cruces, medallas y escapularios.

Varios mercachifles van empujando sus carretas y otros montados en sus bicicletas o circulando en ruidosas motonetas. Los hay quienes van gritando o utilizan un altoparlante enfatizando la última sílaba de lo que nos quieren vender. Algunos se degastan menos, ya que traen grabado un breve mensaje acompañado de monótona tonadilla.

Abundan los tenderetes al pie de la calle o arriba de la banqueta en donde se calientan anafres al fuego de la leña para preparar fritangas, chalupas y garnachas; y también, en el interior de canastas de mimbre va un rico surtido de molotes, empanadas y taquitos...

Sin faltar las nieves, las paletas y los churros azucarados; al igual que las papitas, los churritos y los chicharrones enchilados. Como el surtido de jugos y fruta picada; limonadas, refrescos y sangrías. Y, para darse gusto en cuerpo y alma, se puede beber desde atole bien caliente hasta pulque blanco y espeso o el sustancioso curado de varias frutas.

Los mercachifles se alternan con los changarros y los tendejones instalados de uno y otro lado de largas calles. Y es de sorprender que, en una misma cuadra, hay hasta cuatro tienditas de abarrotes y misceláneas; así como estanquillos repletos de frutas y verduras.

Ni más ni menos es lo que va surgiendo en mi diario caminar, en donde hay “de chile, de dulce y de manteca”; pero siempre me queda la impresión de que son más los mercachifles queriendo vender; que marchantes queriéndoles comprar... como los que solo andamos de simples mirones.

LA PALABRA DE HOY: MERCACHIFLES

En singular, mercachifle -nombre masculino y femenino- apareció con la acepción de “persona que se dedica al comercio ambulante de diversas mercancías” en el documento “Nueva crónica y buen gobierno” escrita por el historiador Felipe Guamán Poma de Ayala como “carta dirigida al Rey de España en la que se describe la situación de los indígenas dentro del Virreinato del Perú”...

Su etimología viene del latín ‘mercari’ / mercadear y la variante dialectal del latín vulgar ‘silbilare’ / silbar. Y, como sinónimos de mercachifle tenemos: comerciante, feriante, mercader, vendedor... pero, con el correr de los años y por malos decires, la palabra mercachifle fue adquiriendo un carácter despectivo para señalar a un comerciante de ínfima importancia que en forma ambulante ofrece toda suerte de baratijas, chunches y tiliches...

En 1734 apareció en un diccionario académico con su significado original del hoy tan desvirtuado término mercachifle.

*- El autor es profesor de Redacción Creativa en Cetys Universidad.

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