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La frontera como literatura

Para entender a la literatura fronteriza hay que considerarla, en primer lugar, un orbe hospitalario.

Gabriel  Trujillo

Para entender a la literatura fronteriza hay que considerarla, en primer lugar, un orbe hospitalario: te permite cruzar hacia donde quieras o quedarte donde te guste, te permite ser tú o los otros, ser tú y los otros a la vez. Aquí se escribe no para honrar una tradición prestigiosa (que la hay) sino para completar algo fuera de lo común, para compartir un relato que es de todos, para forjar el mito (un mito áspero, duro, inhóspito) desde el principio. Como debe ser: con el peso de la realidad y la luz del espejismo. Una luz que ciega, que enloquece, que redime.

Para un escritor, para un poeta y narrador como yo, vivir en la frontera no es una oportunidad sino un destino creativo. Lo peculiar de mi entorno incide, desde luego, en la forma en que escribo. Soy un autor que utilizo igualmente los elementos de la cultura, la ciencia y la historia para exponer lo que pienso de la realidad, lo que siento del mundo. Vivir en la frontera, en una región inhóspita, te ofrece la posibilidad de crearlo todo desde cero, de levantar tu tienda de palabras y sentidos en medio de la nada. Me encantan los espacios sin límites, el paisaje desierto, la vida en fuga, los contrastes entre culturas. Residir en una ciudad de paso me permite contemplar este tráfico humano que no cesa, experimentar el peregrinaje multitudinario de distintas comunidades. Y no hablo de migraciones de sur a norte o de norte a sur, sino de viajes que cruzan la frontera entre el pasado y el futuro, entre lo tradicional y lo moderno, entre lo culto y lo popular. Mi escritura, por lo mismo, está siempre en movimiento, está siempre en camino hacia otros lugares de la imaginación, hacia otros horizontes del pensamiento. Mis novelas y poemas son la experiencia misma de una peregrinación verbal entre lo que soy y el espejismo que me espera cada vez que abro los ojos y acepto la luz en sus misterios, en sus paradojas. Porque al final de cuentas, narrar es cruzar fronteras, cantar al mundo propio es atravesar límites, tocar con nuestras creaciones otras culturas, otras formas de ser humanos.

¿Qué es para mí, entonces, la vida fronteriza? Es la vida en el borde mismo de la cultura a la que pertenezco, frente a los fastos de otras culturas, de otras formas de vivir el mundo, de imaginarlo. La frontera es como estar en un aparador de prodigios continuos, de vecindades que no pierden el tiempo en conflictos inútiles, sino que somos comunidades que compartimos, a ambos lados de la línea internacional, nuestras certezas y dudas, nuestras fortalezas y debilidades. El mundo fronterizo es una sola región dividida por acuerdos políticos centralistas, hechos a miles de kilómetros de donde vivimos y convivimos. El ser fronterizo te permite quitarte los prejuicios: al otro lado no está la maravilla del mundo ni el villano de la humanidad, sino otros como yo que luchan para hacerse un sitio en esta tierra. No mitos sino realidades humanas. La vida fronteriza es una responsabilidad: la de mantener los ojos abiertos, la de no claudicar ante las ideas de odio, de desdén, de ignorancia; la de construir otra cultura desde la periferia misma de nuestros hábitos y costumbres.

¿Qué implica para mí cruzar fronteras? Para el migrante, la frontera es un obstáculomayor, una prueba, el momento decisivo en que se deja atrás la tierra que eres y entras a un territorio desconocido, a un país distinto. Pero para quien es un habitante de la frontera como yo, ésta no implica necesariamente ese momento decisivo sino una rutinadiaria, un acto cotidiano, un horizonte que permanece a pesar de los cambios sociales, económicos o políticos. Yo pienso que, en este momento de la humanidad, todos somos ciudadanos fronterizos, porque ahora, por más que intentemos meternos en nuestro ghetto, en nuestro castillo de la pureza, en nuestra torre de marfil, detrás de los muros de nuestros miedos colectivos, lo cierto es que compartimos el mundo todos con todos. Apretadamente. Conflictivamente. Apuradamente. Pero así es. La frontera ha dejado de ser sólo una realidad geográfica, espacial, y se ha vuelto algo que llevamos dentro de nosotros mismos, algo que nos impele a expresar creativamente, a darle voz y resonancia, identidad y sentido. Es un reto y una responsabilidad. Un signo que nos da rumbo al escribir sobre ella, al volverla literatura universal.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicanade la Lengua.

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