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El Mexicali de 1974-1975 (Segunda parte)

Si queremos descubrir la cara trabajadora, dinámica, de Mexicali.

Gabriel  Trujillo

Si queremos descubrir la cara trabajadora, dinámica, de Mexicali, la mejor forma de hacerlo es recurrir a la sección amarilla de sus directorios telefónicos. ¿Cómo era el Mexicali de hace más de 50 años, la ciudad que crecía y se desarrollaba a toda prisa? Entrar a las páginas del Directorio telefónico de Mexicali 1974- 1975, publicado por CTFSA, la Compañía Telefónica Fronteriza de Sociedad Anónima, la antecedente de lo que hoy es Telnor, es hacer un viaje a un pasado rico en empresas, oficios, servicios e instituciones públicas y privadas. Al escudriñar este panorama de la ciudad capital de Baja California nos encontramos con un paisaje urbano que se expandía. Incluso enesta publicación aparecía el anuncio: “Centro Cívico Comercial Mexicali. Instale aquí su empresa” y con fotografías de los edificios a medio construir de este desarrollo que cambiaría a nuestra urbe en los años por venir.

El Directorio es, pues, una fuente documental para el estudio histórico de Mexicali. Nos otorga un observatorio de cómo era esta ciudad fronteriza a mediados de la década de los años setenta. Pero también es una máquina del tiempo: en mi caso me permitió viajar a una urbe que viví hasta los 16 años, cuando fui niño de casa y alumno de la primaria a la preparatoria. En esos años, Mexicali era, desde mi perspectiva, un mundo tranquilo, sin demasiado barullo. Pero, en realidad, esa ciudad era todo menos tranquila. Su ímpetu comercial, industrial y social iba en aumento. Esta publicación, especialmente en su sección dorada o amarilla, mostraba tal impulso y por eso quiero hacer la travesía hacia esos años a través de sus tiendas y empresas.

Al conjurar un orbe que, en su mayor parte, ya no existe, no olvidemos que hay notables excepciones: el casino de Mexicali, la nevería Blanca Nieves, la Vidriera del Noroeste, así como muchos centros educativos que siguen de pie, desde el colegio Salvatierra hasta la propia Universidad Autónoma de Baja California. Pero la mayoría ha desaparecido, cambiado de nombre o de razón social. Volvamos, así, al Mexicali de 1974-1975, cuando el Centro Cívico todavía no estaba terminado, cuando el palacio de gobierno estaba aún en la avenida Obregón. En aquella época abundaban asociaciones de trabajadores de toda clase de oficios y empresas, como el Sindicato Nacional de Alijadores, la Unión de Porteadores, la Asociación de Madereros y la de Productores de Leche. Mexicali no era sólo la ciudad sino su valle, donde los productos agrícolas seguían siendo parte fundamental de su desarrollo económico.

En cuanto a otras tiendas que eran torales para la ciudad, habría que mencionar una que era federal y a la que acudían mexicalenses de todos los niveles económicos cuando aún no había casinos legales en la frontera mexicana. Hablo de la Agencia de la Lotería Nacional por la calle Morelos, casi frente a la catedral de Mexicali. Era un lugar pequeño, donde los resultados podían ser consultados en páginas de telas y en la que los que buscaban el número de su cachito o de su entero lo hacían confiados en la suerte. Lo sé porque cada vez que íbamos de compras con mi padre, la rutina era llegar a la Lotería Nacional y, aunque su número no ganara ni siquiera un reintegro, compraba uno nuevo para seguir manteniendo la esperanza de que la próxima ocasión sería la buena. Luegopasábamos a la Librolandia y finalmente acabábamos en la nevería Blanca Nieves. Y todo eso estaba en la misma cuadra, a unos metros de distancia.

Otros comercios de aquellos tiempos eran la ferretería Estrella Azul, por la calzada Justo Sierra, o la tienda de estambres, en donde mi madre compraba sus hilos y agujas, D´Colores Estambres, por la avenida Obregón, donde daban clases de tejido. O la tienda Salinas y Rocha, que “únicamente vende productos de alta calidad” y que ofrecía “todo para su hogar”. Era una ciudad de crédito fácil y de confianza asegurada entre propietarios y clientes. Ya la portada del Directorio de Mexicali mostraba la urbe desde la frontera hacia el sureste, con sus principales edificios a la vista: el hotel del Norte, la ya entonces Casa de la Cultura, los cines y el mercado municipal. Como decía en sus interiores: aquí es “donde la fe tesonera de sus habitantes da ejemplo de mexicanidad forjando el futuro con el vigor de su gente”, a la que calificaba como “segura de sí misma”. En ese futuro hoy vivimos, hoy estamos.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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