Fue en la calle Segunda de Calexico
Para 1922, el general Luis Terrazas cumplió 94 años.

Para 1922, el general Luis Terrazas cumplió 94 años. Era un representante del viejo régimen para el que todo lo revolucionario era bandidaje, como el propio Chronicle hacía referencia. Muchos de sus descendientes y familiares compartían sus simpatías por la mano dura, por el militarismo rampante como la única vía para solucionar los problemas del país. Entre ellos habría que destacar a Gustavo Terrazas y Enrique M. Terrazas. El primero, Gustavo Terrazas, fue nombrado por Celso Vega, el entonces comandante y jefe político del Distrito Norte de la Baja California como Subprefecto de Mexicali el 19 de julio de 1905, nombramiento que fuera autorizado por el propio presidente Porfirio Díaz. Don Gustavo asumió su cargo el 15 de agosto de ese año y lo conservó hasta el 5 de septiembre de 1911. A él le tocó lidiar con la revolución floresmagonista (enero-junio de 1911), lo que lo llevó a vivir en el exilio, en Calexico, durante esos meses. Por su parte, Enrique M. Terrazas había llegado desde Texas para residir en esta región fronteriza, dedicándose al negocio algodonero, que le dio gran fortuna. Para 1916 era el dueño del Teatro México por la avenida Porfirio Díaz de Mexicali y era notorio que era un empresario afín al régimen del coronel Esteban Cantú. Para 1921, don Enrique fungía como tesorero de la Asociación de Propietarios de Mexicali y era una figura pública bien conocida a ambos lados de la frontera. Pero había otros Terrazas, como Francisco Terrazas, que también iban destacando en la vida pública de Mexicali.
Como fuera, los Terrazas eran una variopinta humanidad que habían escogido a Mexicali para pasar una etapa importante de sus vidas: la de su agonía y a veces la de su fallecimiento. Pero también estaban aquellos que cumplían los preceptos de trabajo, prestigio y eficacia. Los que se preparaban para ser parte imprescindible de la clase dominante en la frontera bajacaliforniana. A ella pertenecía, sin duda, otro Francisco Terrazas, quien fungía para 1918 como Magistrado del Supremo Tribunal de Justicia del Distrito Norte de la Baja California, en tiempos del coronel porfirista-huertista Esteban Cantú. Pero hacia 1920, cuando el grupo revolucionario sonorense se hizo del poder, las relaciones entre Cantú y Francisco Terrazas se rompieron. Como lo cuenta el historiador Max Calvillo Velasco en su artículo “Indicios para descifrar la trayectoria política de Esteban Cantú” (Historia Mexicana, enero-marzo 2010): “En el Distrito Norte de Baja California la situación tampoco era tranquila. Jacinto Barrera renunció al cargo de secretario general de gobierno en abril de 1920, hecho que cobró importancia cuando la Secretaría de Gobernación ordenó a Cantú que nombrara a Francisco Terrazas como sucesor de Barrera. La disposición no fue obedecida y dos días después el gobernador expidió el nombramiento respectivo a favor del ingeniero José G. Aguilera”.
Este desprecio hacia Francisco Terrazas por parte de Cantú iba a distanciarlos. Terrazas se inclinó por el grupo revolucionario sonorense y cuando cayó el régimen cantuista, en agosto de 1920, mantuvo su prestigio como representante del poder judicial en la entidad. Para cuando llegaron los nuevos gobernantes, desde Luis M. Salazar (que ocupó el puesto en agosto de 1920) hasta Epigmenio Ibarra (que cubrió dos periodos: de marzo a mayo de 1921 y de julio de 1921 a febrero de 1922), don Francisco fue un funcionario imprescindible para mantener la buena marcha del gobierno. A principios de julio de 1921, con el regreso de Epigmenio Ibarra al gobierno del Distrito Norte, Francisco Terrazas fue nombrado secretario de estado. Era un puesto básico para mantener el orden y las buenas relaciones entre gobierno, empresarios y los representantes de los rancheros americanos que detentaban la mayor parte de las tierras del valle de Mexicali.
Lo que ignoraba don Francisco Terrazas era que su nombramiento apenas lo habría de disfrutar. El 10 de julio de 1921, después de haber pasado la tarde y noche en el Teatro Capitol de Calexico, la población colindante con Mexicali, Francisco Terrazas, junto con un par de sus amigos de confianza, a la salida del teatro los tres se dirigieron a un puesto de sodas por la calle Segunda, donde bebieron y departieron un buen rato. Eran las 11:30 de la noche. Calexico estaba tranquilo y no había tráfico a la vista. Juntos emprendieron el camino de vuelta a casa. La noche lucía despejada. Para Terrazas, todo su futuro estaba por delante.
*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
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