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Mi “tostón” de vida

Enero se fue en un suspiro. El mes se llevó mi hermosa travesía por Colombia.

Enero se fue en un suspiro. El mes se llevó mi hermosa travesía por Colombia. Sus verdes llanuras y cálidos días. Enero me devolvió a la urbe acelerada de Phoenix, y me regaló una celebración más de vida. Mis cincuenta años, el “tostón”, el “quinto piso”.

Fue un enero diferente, sin el frío cala huesos del invierno desértico, entre abrazos de aquí y de allá, entre amor, mucho amor verdadero, del bueno, del que se siente limpio y sincero. No hubo planeación para una gran fiesta. Me dejé llevar por la marea suave de la vida.

“Llegué de safe a los cincuenta”, bromeó entre risas con mis amigos. Pero es verdad, llegué barridita con la punta del dedo en la base, para agradecer un año más de vida.

Atravesé el desierto, la vegetación, los cielos templados. Crucé de la infancia a la madurez. Sorteé tropiezos. He cargado lutos. Vivido traiciones. Amado. Saboreado triunfos. He reído a carcajadas desvergonzadamente. Llorado amargamente. Conozco la amistad verdadera. Lo he tenido todo y lo he perdido todo.

Pise el umbral entre la vida y la muerte, para lograr reescribir mi camino con la claridad que solo te la puede dar Dios. El misterio de la vida, la verdad de este mundo, mi espíritu como eje principal, son un regalo invaluable a mis cincuenta años.

Armé mi brújula con la sal de mi desierto, el tamborileo de mis latidos pregoneros, el agradecimiento eterno y el caminar ligero de mis pies migrantes y andariegos. Mi vida tiene sentido, y los caminos a los que quiero llegar por fin tienen nombre. Mis pasos son certeros, porque hay luz en los senderos.

Ahora, solo tengo que domar mi deseo de perseguir violentamente lo que quiero, iré con calma, purgando mi alma y a la vez disfrutaré del viaje, sea corto o largo, pararé cuando sea necesario para amar, llorar, reír y escribir mucho, demasiado, bastante.

Este es mi mayor regalo a los cincuenta años…la vida.

Y este es otro pequeño regalo que nos dejó el desaparecido Carlos Pellicer en su poema “En este asunto del amor” y se los comparto.

“Yo había puesto encima de mi pecho, un pequeño letrero que decía: ‘Cerrado por demolición’. Y aquí me tiene usted pintando las paredes, abriendo las ventanas, adornando la mesa con la flor amarilla con que paga el otoño sus encantos.

“Nadie te dijo, amor, que yo existía. El amor es silvestre, uno lo encuentra en todas partes; en los días sin cielo, en las tierras sin flores, lo mismo en la mañana que en la tarde”. *La autora es periodista independiente para medios internacionales