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La mágica semilla de Yolanda

Conocí a Yolanda Sánchez Ogás varios años atrás. Para ser exactos, estaba por celebrarse el centenario de Mexicali.

Conocí a Yolanda Sánchez Ogás varios años atrás. Para ser exactos, estaba por celebrarse el centenario de Mexicali. De eso casi ya dos décadas. En ese entonces yo me encargaba del suplemento semanal “La Crónica de Un Siglo” en esta casa editorial. Así que convocamos a los conocedores de la historia para que me asistieran en darle estructura al proyecto.

Así llegó a mi vida. De forma reservada. Por cuestiones de trabajo. Sin saber en ese momento que dentro de ella existe un mundo de fascinación poblado de míticas historias. Un cúmulo de conocimiento que invita al más reluctante a aprender. Y convirtiéndose en una de mis más valoradas amigas.

Nadie como ella conoce las entrañas de la historia de Mexicali. Y no me refiero a la historia académica, la que también domina bastante bien, sino a las historias orales, esas que se cuentan de boca a boca y trascienden generacionalmente.

Junto a Yolanda recorrí los centros ceremoniales y las comunidades de nuestros indígenas en Baja California, donde conservo grandes amistades y sólidas querencias. Junto a otros amantes de la historia, fundamos la Sociedad de Historia Centenario de Mexicali, donde fue nombrada presidenta vitalicia. Hicimos un sinfín de entrevistas, exposiciones y navegamos juntas en este maravilloso universo del saber. Nunca florecí tanto, como lo hice a su lado.

Sencilla de apariencia. Pelo corto. Lentes de aumento. Ropa sobria. Zapatos sin tacón. En ocasiones especiales, rojo carmín en sus labios. A pesar de esa apariencia dócil, con frecuencia su intelecto generaba cierto “celo”, sobre todo con el público masculino, que gustaban de debatir sus conocimientos. Pero sin inmutarse, con la calma del pescador que domina las aguas, ponía a cada quien en su lugar con argumentos, fechas y contexto, para luego brindarles su amistad sincera. Todos acaban rendidos bajo el hechizo de su amor a la historia.

Cuando salíamos algún lugar, siempre saltaba uno, dos o tres ex alumnos agradecidos por sus enseñanzas. Es más, me encuentro escribiendo esta columna y acabó de ver el comentario de una amiga de mi madre, Delia, que dice así: “Muchas felicidades maestra Yolanda, merecido homenaje. Ella fue mi maestra y de muchísimos niños de la primaria Xicoténcatl”.

Desde aquí, un país extranjero. Donde el sol no brilla igual que en Mexicali. Donde la distancia y las ausencias duelen en el alma. Le quiero desear felicidades a Yolanda, por el merecido reconocimiento que recibirá por parte del Inamcum Arte Cultura este jueves 21 de julio en Museo de Historia del Bosque y Zoológico de la Ciudad de Mexicali.

Te abrazo en la distancia querida amiga, y es preciso que te diga que mucho de lo que soy ahora como ser humano y profesionista, te lo debo a ti.

Es que Yolanda es como un mágico cultivador de campos, donde pone la semilla, aunque la tierra no sea fértil, el fruto crece.

* La autora es colaboradora para NAHJ.

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