La realidad de mis ‘súper poderes’
Sentía que una aureola supernatural me protegía del Coronavirus y como si fuera un súper héroe extraído de una galaxia lejana.
Sentía que una aureola supernatural me protegía del Coronavirus y como si fuera un súper héroe extraído de una galaxia lejana, pensaba que mis híper defensas habían logrado neutralizar el temido virus que desde hace más de dos años atormenta a la humanidad.
Desde el principio de la pandemia me vi expuesta a personas infectadas de COVID, y “mágicamente” no salía positiva, además tuve que hacer entrevistas en hospitales y la comunidad afectada por el “bicho”, y lograba salir ilesa.
Fui de las primeras en vacunarme, y en cuanto se anunció el refuerzo acudí presurosa a inocularme y, aunque el brazo me duró adolorido una semana y la reacción al “booster” me tumbó literalmente, sentía que mis súper poderes se habían potencializado.
Llegó la variante Delta y me hizo “lo que el viento a Juárez”, y me invencibilidad iba en aumento, aunque tomaba las medidas pertinentes, me di el tiempo de relajarme y pensar “soy asintomática”. Así de absurdo, me auto diagnostiqué mentalmente, fantaseando con mis superioridad, aunque en ocasiones, no lo niego, sentía culpabilidad por ser infranqueable.
Pero mi armadura “criptonica” se vio vencida por la devastadora variante Omicrón, y como por arte de magia todos mis súper poderes quedaron anulados, y me vi tan humanamente expuesta, pasando a ser una estadística más de las millones de personas contagiadas en el mundo.
Primero pensé que se trataba de un resfriado, ya que la chica súper poderosa no podía contagiarse, y como me encontraba vacacionando en la nieve, lo di por hecho. Pero sin duda, el factor que ignoré y fue el más determinante, era el cansancio devastador que sentía y que se lo adjudiqué a las horas de gimnasio.
Cuando sentí algo extraño y desconocido en mi cuerpo, fue cuando dudé de mi supremacía, y presurosa me realicé una prueba de COVID casera, la que al instante derrumbó mi autodiagnóstico de mujer asintomática y se reveló ante mis ojos descaradamente positiva.
Debo agradecer que no sufrí terribles síntomas, salvo el cansancio, la congestión nasal y un dolorcito de cabeza enfadoso, punzante y persistente. A la semana de reposo total y de padecer un apetito voraz, me realicé el segundo test el cual arrojó el tan ansiado resultado negativo, pero que me estacionó en una realidad contundente.
“Tuve suerte”, pensé y podría seguir relajándome ante la pandemia, pero otros no han tenido tanta suerte. Mi lección desde mi experiencia muy personal es sencilla y debí entenderla desde el principio, dejémonos de creer que somos intocables ante el virus.
No ignoremos las señales y nos auto diagnostiquemos asumiendo que se trata de una gripa, resfriado o alergia, para evitar contagiar a otras personas que pueden encontrarse en desventaja por la edad o condiciones crónicas.
Entiendo que estamos aprendiendo a vivir en una nueva normalidad, pero lo más real de esta historia es que no somos infranqueables, no hay ninguna divinidad que nos proteja, y que mis únicos súper poderes fueron mis tres vacunas de la dosis Moderna.
*- La autora es Corresponsal de The National Association of Hispanic Journalists (NAHJ).
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