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Reflexión navideña

Que inicio con una carta enviada por Jesús: Como sabrás, nos acercamos nuevamente a la fecha de mi cumpleaños.

Que inicio con una carta enviada por Jesús: Como sabrás, nos acercamos nuevamente a la fecha de mi cumpleaños. Cada año se hace una gran fiesta en mi honor y éste sucederá lo mismo. Todos hacen compras, hay luces y anuncios en los medios, diciendo que falta poco para que llegue el día. Es bueno que al menos un día al año, piensen un poco en mí.

Hace muchos años comenzaron a festejar mi nacimiento. Al principio comprendían y agradecían lo mucho que había hecho por ellos. Hoy pocos saben para qué lo celebran.

El año pasado en esta fecha, hicieron una fiesta en mi honor. ¡Pero no me invitaron! Me cerraron la puerta. Yo deseaba compartir la mesa con ellos. No me sorprendió, porque en los últimos años sucede con frecuencia.

Como no me invitaron, entré sin hacer ruido quedándome en un rincón. Estaban todos bebiendo, algunos borrachos contaban chistes carcajeándose, la pasaban en grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo con barba blanca que, gritando Jo jo jo, se dejó caer pesadamente en un sillón, y todos los niños corrieron hacia él diciendo: ¡Santa! ¡Santa! ¡Como si la fiesta fuera en su honor! A las doce de la noche, empezaron a abrazarse, yo extendía mis brazos para que alguien me abrazara, y nadie lo hizo. Comprendí entonces que sobraba en la fiesta, salí, cerré la puerta y me retiré.

Esta sencilla carta que alguien escribió, nos habla de una realidad que estamos viviendo. Hemos dejado de lado a Jesús, utilizando su venida como un pretexto para hacer fiestas, darnos regalos, sin tomar en cuenta que, al darse Jesús a nosotros como regalo, el verdadero sentido de la Navidad es el amor. Un amor que se da a todos, un amor que perdona todo, un amor que se transforma en servicio, alegría, paz y esperanza.

Para eso Jesús siendo Dios, tomó nuestra naturaleza por medio de su madre María, por eso, pudiendo nacer en un palacio, quiso nacer en un lugar donde comían los animales, dice la Escritura: “Porque no hubo lugar para José y María y el Niño”

En esta Navidad tan especial, por la situación que estamos pasando en materia de salud, razón por la cual, muchos no llegaron, preguntémonos: ¿Vamos a seguir celebrando este gran acontecimiento de una manera superficial y efímera como cualquier otra? ¿Seguiremos poniendo en el centro de esta fiesta los regalos, la cena, las borracheras?

Es momento de, además de agradecer el estar vivos y con salud, que pongamos a Jesús en el centro de nuestras vidas. Si Él es el punto de partida, esta Navidad será distinta, llena de alegría, de convivencia, de amor, de perdón, de ocuparnos de nuestros hermanos más necesitados, ¡En ellos está Jesús!, pero, además de agradecimiento por haberse hecho uno de nosotros para darnos, no cualquier vida sino vida en plenitud.

Que este año, Jesús encuentre en cada corazón, muchos pesebres preparados para recibirlo, correspondiendo a ese Amor incondicional que, gratuitamente, Dios Niño nos trae.

¡Feliz Navidad!

* La autora es consejera familiar.

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