Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Mexicali

El débil poder de Marina

En Baja California hay actualmente una situación muy peculiar, para decirlo de alguna forma, que podría definirse así: el exgobernador Jaime Bonilla no termina de dejar el poder y Marina del Pilar.

En Baja California hay actualmente una situación muy peculiar, para decirlo de alguna forma, que podría definirse así: el exgobernador Jaime Bonilla no termina de dejar el poder y Marina del Pilar, por su parte, no logra hacerse cargo del mismo. Es una transición extraña pero al mismo tiempo peligrosa que puede dar lugar a un vacío de poder.

Hay dos hechos que configuran esta situación: el exgobernador terminó su breve periodo de gobierno, pero sin la decisión de abandonar su poder e influencia, mientras que la nueva gobernadora asume el cargo en condiciones de debilidad política, con anclajes más nacionales que locales y, algo muy importante, sin relaciones políticas con los grupos de poder local.

Todo esto ha escapado a la observación y a los distintos análisis políticos locales y nacionales porque nunca antes se había visto en la entidad. Un gobernador terminaba su periodo y se marchaba; llegaba el nuevo y empezaba a configurar una nueva estructura de gobierno pero también de poder. Marina no ha hecho esto.

En este caso no ha sucedido así porque Bonilla no terminar por irse y, lo más grave, no permite que Marina asuma plenamente el poder. Hay un conjunto de acciones y hechos que apuntalan esta afirmación, empezando con el proyecto de Bonilla para municipalizar los organismos operadores del agua; “sembrar” al fiscal general Guillermo Ruiz (que ya renunció) y, como nunca se había visto, formar un bloque de alcaldes afines a Bonilla (Tijuana, Playas de Rosarito y Ensenada).

Un dato más que reafirma esta observación es la presencia activa de Bonilla en sus plataformas de comunicación junto con una parte de su equipo de gobierno para, según él, dar respuestas a los funcionarios o a todos aquellos que se atrevan a cuestionar su breve periodo de gobierno. Sin embargo, el objetivo verdadero es otro.

Cualquiera que sea la razón última, el hecho contundente es que en BC el poder está dividido. Es decir, el poder real. Bonilla no va a ceder el poder a Marina por mucha razones, pero sobre todo porque él se considera el depositario de ese poder dado el papel y todos los servicios que prestó a AMLO desde antes de ganar la presidencia.

Este es el conflicto que AMLO debió atender y resolver en su reciente visita a Tijuana, pero lo escondió al presentarlo como un diferendo entre Marina del Pilar y la alcaldesa Monserrat Caballero, cuando el problema es otro. AMLO nunca va a reconocer que el poder de Bonilla depende del papel que él le ha asignado, antes y después de ser gobernador. Un poder desproporcionado para las capacidades de Bonilla.

Todos estos elementos están dando lugar a una gobernadora débil, sin autoridad entre las filas de algunos legisladores de Morena, pero tampoco entre los alcaldes (por lo menos tres de ellos), que abiertamente discrepan de ella, como ha sucedido con la propuesta de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, entre otros temas.

Para rematar esta situación de debilidad, en la mañanera de AMLO en Tijuana, quien dio el informe sobre la situación del estado no fue la gobernadora sino el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, limitando a Marina a dar la bienvenida al presidente, como si aquí no existiera un gobierno civil.

Desde el gobierno, Marina del Pilar no ha podido articular una respuesta clara a todo esto, o no han entendido lo que está sucediendo. Un ejemplo concreto es darle un cargo a su esposo Carlos Torres, que en sí mismo no tiene nada de malo, pero no se puede omitir que Torres viene del PAN, aunque ya haya renunciado, pero no lo hizo en las mejores condiciones.

Otro aspecto, incluso más grave que los anteriores, es que, hasta donde se está viendo hasta ahorita, esta generación de funcionarios a la que pertenece Marina y algunos alcaldes, no tienen muy claro en qué consiste “tomar el poder”, o bien que la gubernatura implica construir una visión política y que ésta no está en los manuales de la administración y políticas públicas que se enseña en algunas universidades.

Y, por último, que una cosa es asumirse como seguidor o parte de la 4T y apoyador de las políticas de AMLO; y otra muy distinta es tener un proyecto de gobierno propio, y un poder político que sólo se logra si se construye clara y explícitamente.

Sin este poder propio, Marina va a estar acechada por los poderes fácticos al interior de Morena, de Bonilla, por la división que prevalece y se intensificará en víspera de la campaña presidencial, sometiendo su gestión a una presión política que no le va a permitir gobernar.

Vienen tiempos difíciles para ella por su condición de gravidez, justo en el momento en que empieza la efervescencia por la sucesión presidencial.

*El autor es analista político

Temas relacionados