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Decadencia política

Así se diga en pocas palabras y sin mayor protocolo, fueron demasiados años los soportados bajo un peculiar y único techo político-partidista.

Así se diga en pocas palabras y sin mayor protocolo, fueron demasiados años los soportados bajo un peculiar y único techo político-partidista, en este caso, impuesto a los mexicanos de parte de la casta antiporfirista hecha gobierno que a partir de 1920, y más allá de sus “de sus bodas de oro”, precisaron rumbos y detonaron proyectos que a su entender demandaba el país en lo económico y social de manera pronta, eficaz e impostergable pues la justicia social (pactada entre las fuerzas surgidas de la Revolución) obligadas estaban de rebelar la diferencia entre un pasado de oprobio y un presente digno.

Fruto de cruentas batallas; el régimen surgido de entrada capoteó las disputas internas por espacios de poder, enfrentó la destrucción dejada por la guerra, atendió amenazas agrarias exigentes de tierra, neutralizó tenaz ofensiva del clero agraviado por la escuela laica, parchó la crisis económica y desmanteló todo tipo de asaltos de grupos armados dispersos logrando, en mucho, aplacar al país a través de coincidir en la proyección, organización y operación de un partido político adiestrado por, para y desde la cúpula de la clase política oficialista que programado (el partido) por el gobierno y financiado con el erario sirviera para legitimar a los “iluminados” encargados de ejercer el dominio público.

Precisamente 60 años de continuo e inalterable control del PRI crearon, y esparcieron de modo masivo, un conjunto de usos y costumbres ejemplares por la inacción, desidia, indiferencia o esterilidad contestataria del sujeto gobernado imponiéndose, al final del día, una inercia para sin mayor tropiezo ejercer el dominio absoluto sobre la muchedumbre, organizaciones civiles, sindicatos y de cualquier tipo social o económico determinándose, con énfasis, la libre o forzada voluntad de admitir la existencia de un solo y único partido capacitado para quitar, poner o equilibrar las contradicciones propias del sistema presidencialista autoritario constituido, históricamente, por el tricolor.

Muchas son las acciones y reacciones que al correr el tiempo terminaron minando al Prigobierno hasta llevarlo a un callejón donde el desacuerdo, las pugnas y el negarse unos a otros condujeron, a las cúpulas, hasta el borde de una irremediable ruptura interna dando pie, después de muchos lustros, a conceder espacios para la conformación de nuevos partidos abrigando la esperanza de alcanzar, por la vía electoral, la demorada alternancia representativa y participativa para acceder a ocupar la dirección del sistema destacándose, por ese hecho, el acotamiento del hasta entonces unánime priismo por un lado, y por otro, decretándose el estreno de nacientes opciones partidarias que cual búfalos acosados por fin pillaron su registro y ansiado financiamiento.

Ya el PRI fue “despedido” del gobierno. Novedosos políticos y diversos colores adornan las plazas. Las promesas de cambio repiquetean lo mismo. Las mayorías continúan abajo. La desigualdad social no ceja y, en el borrascoso horizonte, el servilismo y colaboracionismo de todos los “nuevos partidos” remarcan la constante de su decadencia política e ideológica.

O, ¿Será gratuito el voto de solo el 14 por ciento de electores en recientes comicios nayaritas?

*- El autor es diplomado en Periodismo por la UABC.

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